lunes, 6 de abril de 2009

NOTAS DE LA CIUDAD


LA DECISIÓN DE FULANO

El hombrecito se le apareció a Fulano repentinamente, desde algún lugar inesperado, con un gesto de innegable miedo: Ayúdeme.
Se diría que Fulano había estado distraído porque la sorpresiva aparición de aquella sombra esmirriada lo cogió tan de sorpresa que apenas si alcanzó a disminuir un gemido que pudo haberlo abochornado para siempre por las veredas del jirón Lampa: Ay, Dios mío. Sin embargo, tuvo la rapidez como para carraspear casi de inmediato y, así, disimular su gritito poco varonil y recuperar de inmediato su dignidad.
El hombrecito - que sí había alcanzado a escucharlo - lo miró entonces con cierta decepción y hasta se diría por sus gestos que tuvo dudas muy serias sobre el apoyo que Fulano podría darle. Como que el gemidito había disminuido a Fulano dramáticamente hasta convertirlo en otro desvalido más de esa tarde. Aún así, y probablemente porque no había otro individuo alcanzable, le insistió: Me persiguen dos pirañas, señor, ayúdeme.
Fulano levantó la mirada y escrutó por las inmediaciones. Los mismos edificios empolvados en la esquina de Nicolás de Piérola. El viejo puesto de periódicos abandonado a punto de desplomarse desde siempre. El pasaje que daba hacía Carabaya. En un principio no logró ubicarlos, pero en una segunda mirada sí que los descubrió: mal escondidos y disimulando pésimamente sus intenciones, con las camisas desabotonadas y las zapatillas sucias y descomunales, dueños por completo de la situación. Fulano, por supuesto que tuvo miedo. Tenía un maletín, de falso cuero claro, pero con documentos importantes; además estaba su teléfono móvil que tampoco era de tecnología de punta, pero que le había costado lo suyo.
- Busque un policía, no a mí.
- ¿Y Dónde?

Fulano volvió a hurgar con la mirada confusa y efectivamente no logró ver a ni a policías ni a serenazgos en las inmediaciones. Claro que había gente, y mucha, yendo y viniendo por todos lados, pero como si no estuvieran, como si no vieran. Él sabía que nadie iba a intervenir en el caso de una agresión. Él tampoco lo hubiera hecho. ¿Entonces? ¿Cómo dejó que lo complicaran en esto?:
- Pero qué quiere que yo haga.

El hombrecillo trató de decirle algo, pero lo que sea que haya querido decir, murió en un balbuceo confuso. Tan sólo lo miró totalmente rendido, con los ojos acuosos. Fulano comprendió entonces todo. Entendió que estaban solos, acosados, huérfanos en una calle peligrosa
- Ayúdeme
- ¿Por qué yo?

Dicen que hay momentos en la vida de un hombre en donde se determina su temple y valor, y que esos momentos son sorpresivos: aparecen en cualquier ocasión y lugar. Por ejemplo en una calle del jirón Lampa. Se dice que sólo entonces el hombre alcanza su grandeza o su miseria en una fracción de segundos y que luego se lleva para siempre ese recuerdo. Al parecer, sin asimilarlo bien, Fulano quiso asumir ese reto que la vida repentinamente le imponía
- Vamos, yo lo acompaño, no le va a pasar nada.

El hombrecillo, de pronto sintió que la dimensión de Fulano se había recuperado. Lo miró, lo admiró y lo siguió mansamente.
Ambos caminaron hasta el jirón Azángaro. La luz del sol, a esa hora, era apenas una resolana percudida más allá de los nubarrones grisáceos que cubrían la ciudad. Fulano volvió el rostro con la esperanza de ya no ver a sus perseguidores, pero los vio: casi burlones y astutos, siguiéndolos implacablemente. Decidió entonces bajar hacia la avenida Bolivia. El hombrecillo obedeció callado. A lo lejos, y hacia la izquierda, alcanzaron a ver la estructura polvorienta del Palacio de Justicia. Al frente, el hotel Sheraton como un león viejo y testarudo sobreviviendo de los recuerdos.
Cuando se acercaron al cruce con la avenida Garcilazo, Fulano ya no quiso mirar hacia atrás porque sabía que ellos todavía estaban allí, y quizás más cerca que antes. Se diría que casi los sentía reír.
Dicen que hay otros momentos, en donde un hombre - muy a su pesar - puede llegar a extremos de pusilanimidad insospechados. Es decir que la línea entre la grandeza y la cobardía es, a veces, demasiado delgada e inestable.
Sea por esta razón o por cualquier otra, el hecho es que cuando Fulano reconoció el ómnibus destartalado que lo podía llevar a su destino y vio que la luz del semáforo estaba por cambiar a verde, se descubrió en una faceta que hasta allí desconocía. Simplemente empujó al hombrecillo que se había sujetado de su brazo, y cuando sintió que éste trastabilló, trepó de un salto al ómnibus que ya arrancaba. Había, como siempre, un ruido ensordecedor de bocinazos, silbatos y gritos.

Desde los vidrios quebrados del viejo ómnibus, Fulano todavía alcanzó a ver la cara de confusión del hombrecillo y ya muy cerca de él, las siluetas de sus perseguidores. No pudo ver más porque la multitud de esa hora los fue envolviendo hasta desaparecerlos. Muy en el fondo, como que Fulano no quiso ver ni siquiera dentro de él mismo.
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

me friega que hayan tantos adverbios -mente., hacen que uno abra mucho la boca (a veces leo en voz alta para ver cuánta música hay); (por ahí hay un par de rimas involutarias). respecto a la oralidad del escrito, mira, no sé... se me antoja muy simplón, pero supongo que ese es el espíritu de estos apuntes ("Fulano", "Notas de la ciudad"). sobre la historia... bueno. en conjunto, no pasa de ser un balbuceo de crónica o un muy deficiente cuento.

Mario Salazar dijo...

Si quieres que te digan la verdad, aquí va, el cuento es mediano pero muy ágil y te jala a la lectura, es decir no te aburre, lo lees rápido, el final si es bueno porque le da un giro a la historia y es sorpresivo, aunque a primeras pensé que fulano le había terminado robando al pequeño hombre, pero bueno fue solo cobardía. El final si me lo pude imaginar.

Lo malo es que por ratos parece una anécdota y no un cuento pero ese es el mal de toda nuestra literatura en general, y eso sucede si lo dividimos en tres partes las dos primeras.

Saludos.

Mario.

Anónimo dijo...

desconfío de los cuentos (o cualquier escrito que quiera hacerse pasar por literatura) que, después de engullirlos, hagan decir que es "ágil y te jala a la lectura, es decir no te aburre, lo lees rápido".
el problema, creo, gravita en la cuestión Estilo.
al sr. Richard le falta pulir la prosa, corregirla. a mí me pareció el escrito de un veintiañero inexperto, o como le llaman algunos: un ejercicio de taller "creativo".

historias hay por montones, la gracia está en cómo es contada.

el Quijote me parece ágil, para nada aburrida y que se debe leer rápido, trepidantemente.
entonces, ¿cuál es la diferencia con la historia de Fulano si ambas son "ágiles,... " ?:

¡La expansión del LENGUAJE!

Mario Salazar dijo...

La verdad querido anónimo que no se porque pero estoy seguro que escribes parecido o inferiormente que el cuento no es tan bueno si me perdona el autor, por eso es sumamente ágil que es diferente a que tu le pongas entusiasmo a la lectura. Recuerda que las anécdotas son siempre divertidas pero eso no es literatura. Yo me quedo únicamente con el final. Pero no es nada de que sentirse mal, toda la literatura nacional es igualita, toda una atleta.

PD: El Quijote no tiene nada de ágil, más bien es una lectura harto pesada mi querido amigo. Pero es interesante en conjunto, algo como subir el Everest, haber si me entiendes.

Saludos.

Mario.

Anónimo dijo...

es solo un comentario, no sé por qué dices que estás seguro que escribo peor (parecido, inferiormente) que Richard. pareciera que sales en su defensa.
las anécdotas pueden o no ser divertidas, hay unas que hacen llorar. una anécdota puede ser literatura, claro que sí (se me viene a la cabeza las Tradiciones de Palma).
eso que la literatura nacional es igualita, diculpa pero no te entiendo: ¿toda es igual de ramplona? No, ahí está Los inocentes, por ejm.
bueno, hay Quijotes y Quijotadas, A VER si me entiendes.

Anónimo dijo...

Que pusilanimes los dos.solo es una historia en un blog. nada mas.que pretension inutilquerer analizarlo. mediocres

Mario Salazar dijo...

El pusilánime y el mediocre eres tú anónimo porque no te muestras al igual que el otro, es de cobardes estar discutiendo y más insultar escondido. Sobretodo mediocridad es ir por los insultos.

Yo he dado la cara y sencillamente he dado mi punto de vista en un espacio abierto, porque por algo hay libertad de expresarce en la bitácora y yo no he insultado a nadie. He dicho lo que veo y siento del cuento del señor Richard Primo.

Cuando expones algo a la realidad y pides un comentario puede ser negativo o positivo, cosa que no ocurre en los diarios donde solo se miente o se habla bien de las obras así sean malas, y por eso no hay buena literatura nacional en el presente así griten lo contrario.

Aquí yo he dicho lo que pienso y con valentía, yo no soy un anónimo como ustedes.

Saludos.

Mario.