viernes, 30 de octubre de 2009

De amores, de novias y de tradiciones

Por lo general, para un padre es motivo de orgullo que los hijos continúen la vocación paterna. Por supuesto que no siempre es así, y no tiene por qué serlo. En mi caso, por ejemplo, mi adorada hija ha elegido la arquitectura de interiores como ocupación. Sus días transcurren entre maquetas, planos y diseños. Le brinda a todo ello, la pasión que yo le ponía a los libros y a la construcción de historias. Ni modo. Así debe ser. No obstante, a veces los hijos te sorprenden. En este caso, encontré una crónica que ella había redactado para su curso de Redacción Creativa, curso que es parte del plan curricular de su carrera. Lo publico, casi con aire clandestino. Ella no lo sabe aún, y tampoco sabe que es muy grato comprobar que los hijos siempre serán mejores que los padres. Ups. Se me cayó la baba.
Por Nora Primo (Cuculi):

Hace algunas semanas, descubrí un mini mundo en la Plaza de Armas. El mundo de las novias. Mejor dicho, de los recién casados. Cada sábado a partir de las ocho y hasta las diez y media de la noche aproximadamente, la Plaza de Armas se llena de limosinas, carruajes, autos, taxis, y hasta taxi motos decorados con flores blancas y cintas de agua, de donde bajan los felices, y otros no tan felices, recién casados. Ya sea que bajen de una taxi moto o de una limosina, todos los novios tienen el mismo protagonismo a esas horas.
Pero ¿cómo fue que descubrí esto? Es decir ¿qué hacía yo un sábado por la noche en la plaza de armas? Al terminar con mi enamorado, después de algunos años de relación, mis sábados habían quedado sin agenda.
Aquel día, mi primer sábado de “soltera”, apuntaba a ser un día muy depresivo. Mi plan era comprar comida grasosa, postrarme frente al televisor y tirarme al abandono. Pero antes de poder ejecutar mi plan, recibí una llamada. Era mi papá que en un intento de evitar mi depresivo sábado, me invitó a su departamento a pasar la tarde. Sin muchas ganas me levanté y tomé un taxi hasta su departamento. Él me invitó a caminar, pero yo, como todos quienes acaban una relación relacionan, estaba sufriendo mi trauma post ruptura, es decir tenía la idea de que iba a encontrar a mi ex en cualquier esquina. Mi papá comenzó a nombrarme una lista de lugares donde podíamos ir a tomarnos un café o un vino. Lugares a los que yo me negaba rotundamente, perseguida por la sombra de mi fantasmal enamorado. Cuando mi papá se estaba comenzando a rendir, me propuso pasear por la Plaza de Armas. Entonces yo le dije: ¿La plaza de armas?, ¿y que vamos a hacer en la plaza de armas? Él me dijo: no sé, ver el Palacio, mira a este paso ya no quedan más lugares. Entonces, sin mayor argumento, accedí.
Paramos en una gasolinera y compramos un par de latas de cerveza, parqueamos el carro frente a la Catedral, junto a la Plaza. Entonces, cuando bajamos del auto, que nos chocamos cara a cara con una novia, que llevaba un gran vestido blanco con una larga cola que el novio trataba de cargar. Ambos lucían muy preocupados por la cola del vestido, trataban de que no se ensucie. Cuando pasaron, le comenté a mí papá, a modo de “raje”: “Ese vestido debe ser alquilado” y él me respondió: “También puede ser que ella sea maniaco compulsiva y que no quiera manchas en su preciado vestido”. Nos reímos y seguimos caminado, cuando de pronto nos percatamos de que en la Plaza no solo había una novia, sino varias parejas recién saliditas de la iglesia, declaradas como marido y mujer. Nos sentamos en las gradas de la Catedral para poder ver mejor el espectáculo.
El lugar estaba lleno de vestidos blancos y pomposos, algunos más elegantes y otros, digamos, demasiados “vistosos”. Una novia subía las gradas para tomarse una foto en las puertas de la catedral. Su gran vestido le hacia muy complicado movilizarse. Me acerqué para ayudarla. “Felicidades por tu boda”, le dije. Ella me agradeció, “tu vestido es muy bonito”. Ella entre risas me respondió “si, bueno, tardé ocho meses en encontrarlo, pero cuando lo vi supe que era mío”.
Al regresar le dije a mi papá: “Qué aburrido casarse siempre de blanco, es decir, en pleno siglo XXI, las novias no pueden pensar en otro color”. Él me respondió: “Es que no te das cuenta de lo puras, inocentes y castas que son”, mientras me señalaba con los ojos a una novia quien tenia cara de pocos amigos, y que era bastante mayor que el novio. Nos reímos bastante. Luego me comentó que había leído que en la cultura Egipcia las novias también usaban mucho el color blanco para el día de su casamiento. “Eso es mucho tiempo de moda” le respondí. Sé que fue la reina Victoria de Inglaterra, en el siglo XIX, quien contrajo matrimonio usando un gran vestido blanco, imponiendo esa moda. Desde entonces todas las novias usaron ese color. Es decir que desde hacía dos siglos la moda de las novias era la misma”.

Al día siguiente le comenté a mi mamá sobre aquel show de novias que ofrecía la Plaza de Armas los fines de semana. Bueno a esto tengo que agregar, que por ser yo su única hija, mi mamá viene planeando mi boda desde hace años. Aunque debido a mi reciente ruptura, imaginé que ella postergaría sus preparativos, por un tiempo al menos. “Me gustaría ir”, me dijo “así podremos ver que fotógrafo es mejor”. Aparentemente mi ruptura no había afectado en lo absoluto sus planes.
Hay algo que tienen las bodas que va más allá del hecho de unir tu vida con otra persona. Se preparan con meses y a veces hasta con años de anticipación. La fascinación de toda niña por el día de su boda es algo que nunca pasa de moda. A pesar de los años, muchas de las tradiciones y las supersticiones se siguen aplicando. Una de las cabalas más comunes, por ejemplo, es aquella que afirma que el novio no puede ver a la novia antes de la ceremonia. Si él la llegara a verla, tendrían un matrimonio tormentoso.
Mi mamá no opina lo mismo. Ella cree que las fotos se tienen que tomar antes de la ceremonia, de ese modo no tendrían que hacer esperar a los invitados en la recepción. Además, los novios tendrían más tiempo para disfrutar de su fiesta que, por supuesto, cuesta. Sucede que en estos tiempos, los padres ya no son quienes normalmente te pagan la boda, sino la pareja misma. “Acuérdate que la dote que antiguamente lo daba el padre de la novia a la pareja, como garantía, es una de las tradiciones que lamentablemente ya no se práctica”. Mi madre siempre pensando en todo.
El siguiente sábado, me estaba alistando para salir. Mis amigos me habían invitado a una fiesta prometedora. Sin embargo, mi mamá entró a mi cuarto y me invitó a ver a las novias de la Plaza de Armas. Siendo ella tan detallista, supuse que el espectáculo sería más divertido que la fiesta con mis amigos.
Llegamos a la Plaza y nos sentamos en la zona "VIP", es decir en las gradas de la catedral. Vimos a una novia cruzando la pista, estaba acompañada de una amiga que la ayudaba con el ramo y el vestido. “Mira” me dijo, pude ver que el novio se había escondido detrás de un puesto de dulces a contestar su celular. “Ese matrimonio no va por buen camino”. La verdad, yo también lo pensé: total quien ayudaba a la novia era su amiga y no su novio. “Por algo se ha escondido para contestar ese celular”. De paso, ella me contó que, antiguamente, una novia tenía que vigilar en el momento de la boda que la corbata de su novio este correctamente puesta, ya que si la llevaba torcida significaba que le sería infiel. ¡Qué cosas!
Los regalos también tienen sus problemas. Uno como invitado, tiene que elegir algo de la lista de obsequios que te anexan a la invitación. Tienes que elegirlo rápido, ya que si demoras solo te quedaran lo regalos muy caros. Antes no existían la lista de obsequios. Entonces había que ser muy cuidadoso con el regalo. Por ejemplo, estaba prohibido regalar perlas a una novia, porque representaban llanto en el matrimonio. De paso, exhibir perlas el día de la boda era señal de mala suerte pues las perlas se parecían a las lágrimas: la gente creía que la novia lloraría durante todo su matrimonio.
Mi mamá empezó a hablarme de los cortes de los diferentes vestidos, los maquillajes, los peinados. “No hay que olvidar: algo azul, algo nuevo, algo viejo y algo prestado” me dijo con una adorable sonrisa. Antes, en mi rebeldía, no quería creer en el matrimonio, el rollo de siempre: que las bodas son muy cursis, que son sólo un espectáculo, que no se necesita de la aprobación de nadie para estar al lado de quien se ama... No obstante, la verdad es que, a pesar de que los tiempos cambian, muchas tradiciones se han mantenido incluso en generaciones como la mía, tan dadas a menospreciar el pasado. Los ritos de celebración de una boda son, creo, una tradición que sobrevivirá por mucho tiempo todavía.
A veces reniego con mi mamá, y otras, la veo con ternura. Ella y sus ideas para mi boda. Debo admitir que según van pasando los años, acepto que en el fondo, algún día, yo también deseo una boda de esas con las que toda chica sueña.
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miércoles, 28 de octubre de 2009

Mejor película de terror

¿Cuál es la mejor película de terror de todos los tiempos? Es la pregunta con la que se inicia un artículo publicado en el diario Abc de Madrid. Por lo visto, no hubo mucha discusión en torno a la respuesta. «El resplandor» de Stanley Kubrick, con la irremplazable actuación Jack Nicholson se llevó el primer lugar de las preferencias.
Aun cuando soy un aficionado impenitente del cine, no lo soy, en cambio, del género de terror. No obstante, resulta que sí había visto la mayoría de películas que aparecen en los diez primeros lugares, aparte de un respetable número de películas del género que fueron puestas en la bandeja de las participantes. Por esa razón, puedo meter mi cuchara en este tema y respaldar la elección del diario español.
¿Cómo olvidar la estremecedora transformación de Jack Torrance que, de escritor mediocre y apagado, pasa a convertirse en un sicópata aterrador? Ni hablar. Ese momento crucial, cuando un Jack Nicholson totalmente enloquecido avanza arrastrando un hacha, es una fotografía escalofriante.

La nota dice:

¿Cuál es la mejor película de terror de todos los tiempos? Una difícil pregunta para la que cada cual tendrá su propia respuesta. Pero la palma, según una encuesta realizada por el portal Totalscifionline.com entre sus usuarios, se la lleva «El resplandor», la cinta de Stanley Kubrick basada en la novela homónima de Stephen King.
Protagonizada por Jack Nicholson, «El resplandor» relata la historia de Jack Torrance, un escritor frustrado al que le ofrecen cuidar de un aislado hotel que permanece vacío durante el invierno. Torrance decide aceptar el puesto pese a saber que Grady, el anterior vigilante, había asesinado allí a sus hijas y a su mujer. A él, está seguro, no le ocurrirá nada parecido. Pero cuando la nieve empieza a caer y la carretera que les comunica con la ciudad queda cortada, una serie de extraños acontecimientos hará que Torrance termine convirtiéndose en un auténtico psicópata.

Les copio la lista para su opinión

1. «El resplandor» (Stanley Kubrick, 1980)
2. «La semilla del diablo» (Roman Polanski, 1968)
3. «The Wicker Man» (Robin Hardy, 1973)
4. «La novia de Frankenstein» (James Wahle, 1935)
5. «Psicosis» (Alfred Hitchcock, 1960)
6. «Alien» (Ridley Scott, 1979)
7. «La noche de los muertos vivientes» (George A. Romero, 1968)
8. «La matanza de Texas» (Tobe Hooper, 1974)
9. «La noche de Halloween» (John Carpenter, 1978)
10. «Tiburón» (Steven Spielberg, 1977)
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martes, 27 de octubre de 2009

SOBRE EL MECENAZGO CULTURAL

Encuentro un artículo de Alonso Cueto en Perú 21 que llama mucho mi atención. El siempre amable y atildado Alonso escribe, esta vez, unas líneas en favor del denominado Proyecto de Mecenazgo Cultural. Un proyecto que propone abrir un camino para que las empresas puedan subvencionar actividades culturales, y que esos gastos sean beneficiados en la deducción de impuestos de sus impuestos. Visto así, a primera vista, no parece que hubiera mayor controversia con el mencionado proyecto. Aunque, por algún lado leí que, con esta justificación, algunos empresarios y promotores culturales inescrupolosos iban a encontrar el camino para inflar ciertas actividades seudoculturales con el fin de escamotear sus obligaciones tributarias.
Todavía hay un mucho que discutir sobre el asunto, y discutir un proyecto tan loable, ciertamente vale la pena. Por mientras, transcribo el artículo de Alonso Cueto quien ya toma una clara posición al respecto.



PROMOVER EL BIEN CULTURAL

El proyecto de Mecenazgo Cultural es una oportunidad para que el Gobierno haga una inversión significativa en nuestra tradición cultural. El proyecto, que permite deducir de impuestos las sumas que las entidades privadas destinen a proyectos culturales –artes escénicas, pintura, libros, patrimonio–, tiene ejemplos en muchas partes. Una de las falsedades pregonadas es que en países capitalistas como EE.UU. no hay apoyo a la actividad artística. En verdad, allí no solo existe la ley del mecenazgo cultural, sino también organizaciones gubernamentales que la apoyan: el National Endow-ment for the Art, por ejemplo, ofrece becas de investigación y financia proyectos educativos y de pintura, teatro, traducciones, ediciones de libros, etcétera.
Promover el patrimonio cultural peruano es promover una imagen ante el mundo. No hay nada más 'eficiente’ y 'rentable’ que impulsar nuestros bienes culturales, como lo hace, con éxito, el Gobierno mexicano. A cualquier empresa le interesaría ver su logo asociado a ese empeño. En nuestro medio, instituciones privadas como el Banco Continental, Edelnor, Telefónica y la Universidad Católica han hecho una labor esencial en temas culturales, pero es obvio que otras más se unirían si se dieran otros estímulos. La ley del Mecenazgo lo permitiría, no por el bien de los artistas o investigadores, sino por el bien de todos, incluyendo al Gobierno, por supuesto.
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La imagen ha sido tomada del blog Rubensada
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lunes, 26 de octubre de 2009

Crónica de una corredor aficionado

Mi apreciado amigo Pedro Castillejo suele decir que eso de correr en una maratón le parece un esfuerzo poco explicable porque se corre sin perseguir a nadie. No está mal el argumento. Pero, ni modo, cada loco con su tema. Después de todo, que ambos pasemos un par de horas, de cada sábado, golpeando una bola amarilla dentro de una cancha de tenis hasta casi caer exhaustos como que tampoco tiene una explicación del todo convincente.
De todas maneras, era un hecho que este año yo iba a participar en la maratón de Radio Programas como lo venía haciendo desde hacía varios años. Si había participado incluso en mis momentos más difíciles, cuando el ánimo se me empolvaba bajo el felpudo de una habitación de penitente, no iba a abandonar la tradición precisamente ahora. Lo de malo estaba en la poca preparación que había tenido en las semanas previas. El trabajo – que de retos deportivos no entiende – había consumido todas mis horas posibles. Así es que el domingo de marras me encontró flojo y entumecido. Aun así, a las ocho de la mañana yo estaba merodeando por el Paseo de los Héroes con mucho linimento en los muslos y las pantorrillas, y tratando de desentumetecer las músculos con la mayor dignidad.
La leyenda cuenta que cuando los Persas llegaron a las cercanías de Atenas en plan de guerra, se regó la amenaza de que – si estos ganaban la batalla – iban a violar a las mujeres griegas e iban a asesinar a todos los niños. Entonces, para evitar semejante humillación, los griegos habían acordado que, de suceder esto, las mujeres iban a matar a sus propios hijos antes de suicidarse en masa. No obstante, la valentía de los atenienses hizo retroceder a los persas, pero en un tiempo mayor del convenido con las mujeres que esperaban en Atenas. Por eso el general Milciades tuvo que enviar a Filípides a toda carrera para que recorra los cuarenta kilómetros que los separaban de la ciudad y así evitar una mayor catástrofe que la misma guerra. Lo cierto es que hay otras leyendas. Por ejemplo que la corrida de Filípides fue para pedir ayuda a los espartanos, quienes se negaron por estar de feriado o algo así. Nada es seguro con las leyendas. Pero me parece que correr para salvar a las bellas griegas del suicidio es una mejor explicación para semejante carrera.
En un bolso tipo canguro guardé el teléfono, las llaves del auto y la toallita que Elena (de Lima) me había obsequiado. Cuando se dio la partida, había empezado a caer una menuda lluvia y el monumento de Grau parecía un gigante entumecido por la humedad de Lima. Un caudal de camisetas amarillas comenzó a fluir desde Palacio de Justicia para entrar rápidamente a la Vía Expresa. De pronto, yo ya era parte de la corriente. Una sensación de colectividad que ya quisieran analizar los que reclaman por un espacio para la individualidad. Correr sin perseguir a nadie. Tal vez había que darle más crédito a las palabras de Pedro Castillejo.
La primera maratón de estos tiempos la ganó el griego Spiridon Loues en 1896, en el mismo estadio de Atenas. Pidió como premio un burro, una carreta y que liberaran a su hermano que estaba preso por una pelea doméstica. Por supuesto que le concedieron su petición y lo griegos siguen recordándolo con mucho orgullo. Aunque, valgan verdades, él solo recorrió 40 kilómetros. Los 42.195 fueron el resultado de la exquisitez de la realeza británica que en 1908 obligó a que se agregaran los dos kilómetros y pico para que la carrera llegara hasta el Palacio y pudiera ser vista desde allí, por la nobleza, sin ser molestados por la lluvia que había comenzado a caer sobre Londres desde el comienzo de los tiempos.

En el kilómetro cinco, corría yo por Jesús María, justo en la avenida Cuba en cruce con Arequipa. La camiseta totalmente mojada, el cangurito que había comenzado a pesar extrañamente más de lo acostumbrado, y una ampollita en el empeine izquierdo que se iba transformando en una gran molestia. ¿Cómo se me había ocurrido tamaña idea de correr en semejante estado de dejadez? ¿Y si abandonaba? ¿Si me escabullía por Almirante Guise? Y no paraba hasta el garaje en donde había dejado el auto. Algo así como el norteamericano Fred Lorz quien, en los Juegos Olimpicos Saint Louis 1904, después de haber recorrido casi diecisiete kilómetros, se subió a un auto que lo acercó hasta muy pocos kilómetros de la meta. Por supuesto que lo pillaron, le quitaron todo honor y pasó a la historia como el gran tramposo de la maratón. Bueno. Tampoco era para asustarme. Después de todo, en estos tiempos, la buena o mala memoria era solo cuestión de coyuntura. Sino que lo diga el presidente García.
Como quien no se da cuenta, de pronto, ya estaba en el kilómetro ocho. Delante de mí aparecieron dos guapas rubias que desentonaban bastante entre la pelotón de cetrinos que habíamos coincidido. O sea que Dios nos había criado y nosotros nos habíamos apelotonado ordenadamente por tamaño y color. Salvo las rubias que avanzaban levantando ánimos. Para cuando llegué al kilómetro catorce, el olor del mar refrescaba la mañana porque ya estábamos por Miraflores cerca de la costanera. Sentía unos agujazos en las pantorrillas y que las articulaciones de las piernas crujían lastimeramente. Recogí al vuelo las bolsitas de agua que ofrecían cada cierto tiempo. ¿Cuándo terminaría la subida de Miraflores? Sabía que en algún momento había que girar hacía la izquierda para llegar otra vez hacia la Via Expresa. De allí todo sería una recta hasta el Palacio de Justicia en el Centro de Lima. Pero ¿Cuándo? ¿Iba a abandonar?
Dicen que hay un momento en el que el cansancio te produce depresión y que es la etapa más difícil de la carrera. Cosas que a uno le pasan. Eso pudo haberme sucedido cuando pasé cerca del lugar en donde vi, por última vez, a quien alguna vez hizo papel estrujado con mi corazón. ¡Allí está! Ese pudo haber sido el momento más difícil para mí: es el momento cuando empiezo a vivir con fondo de bolero. No obstante, no por las puras pasa el tiempo que todo lo cura, ni las historias de valientes como la de Dorando Pietri que en las Olimpiadas de Londres, se cayó cuatro veces. Luego, dentro del estadio, estaba tan agotado que había perdido el rumbo y corrió en sentido equivocado. Era tan valiente el atleta que conmovió a todos. Los propios jueces lo ayudaron a levantarse, lo orientaron, y lo volvieron a levantar cuando volvió caer cerca de la meta y en las puertas del agotamiento. Finalmente cruzó la meta en medio de la conmoción de los asistentes. Al final, no le dieron la medalla, pero eso fue lo de menos. La Reina le dio una copa de oro, y la gente olvidó al ganador de la medalla John Hayes, pero nunca olvidó al gran Dorando Pietri.
Para cuando bajé a la Vía expresa, ya corría por incercia, sin pensar en otra cosa sino en que tenía que mover las piernas que, a ratos, parecían desprenderse de mi coordinación. Waldir Urueta y Jhony Casallo, atletas del Centro del Perú, habían llegado hacía rato a la meta, llevándose el primer y el segundo puesto. Qué brutos para correr. Habían hecho 21 kilómetros en una hora y cuatro minutos. Yo iba llegar casi a las dos horas, que es el record, pero para los 42 kilómetros. La última subida del Zanjón la hice porque no me quedaba de otra. La verdad es que la ampolla ya no me dolía o, si me dolía, ya era un dolor menor ante todos los demas dolores que me atacaban.
Crucé la meta casí en la soledad. Me pareció que un conjunto de música criolla estaba cerrando la jornada. Y hasta podría jurar que los organizadores ya guardaban sus cosas. No importaba. Había ganado mi propia batalla. Me esperaba un buen desayuno de pan chicharron con mi querida hija, y por la noche, el consuelo del héroe en los brazos de Elena (de Lima).
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jueves, 22 de octubre de 2009

El Escribidor explica su ausencia

No, no voy a dejar la red. Es algo así como un breve periodo de vacaciones que me tomo, un tanto obligado por un problema de entendimiento con mi computadora. La situación ha llegado al punto en el que tenemos que separarnos definitivamente. Ahora tendré que acostumbrarme a una nueva relación. Todo será distinto. Y los primeros días serán de mucha tensión, por lo menos hasta entendernos. Seguramente, a ratos, extrañaré todo de la anterior máquina. Después de todo, el hecho de haber pasado tantas horas juntos tiene que haber marcado una costumbre. Ni modo, solo me queda esperar que mi querida Elena traiga la nueva computadora, la instale con todos los programas que crea que necesito. Luego, le pediré que nos deje solos por un buen rato para ver si, finalmente, hay química entre nosotros.
Por mientras, escribo esta nota desde una cabina. En un cubil donde apenas cabe mi anatomía que de mediana no pasa. Entonces imagínense el mínúsculo cubil de color naranja en donde, literalmente, escribo a pie juntillas.
Por eso digo que tomo esto como unas vacaciones cibernéticas. Aunque, valgan verdades, ya extraño la rutina de anotar las noticias que llaman mi atención y que quiero compartir con todos los amigos a quienes no siempre puedo ver. Aquí termino porque ahora han subido los parlantes de las cabinas y unos candelejones van gritando los muertos y heridos que dejan en un juego de computadoras que debe ser demencial por los tantos destripados de los que hablan.
Punto final.
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sábado, 17 de octubre de 2009

Herta Müller estuvo en Perú

La imagen pareciera no corresponder con el siguiente post pues, en la nota, Giovana Pollarolo da cuenta de la visita que Herta Müller, flamante ganadora del Nobel de Literatura, hizo a Perú hace algunos años.
Lo que sucede es que mientras la poetisa y columnista de Perú 21 hace memoria de su encuentro con la escritora alemana menciona, nada menos, que al entrañable doctor Jorge Cornejo Polar. Hombre trascendente de la cultura peruana que nos dejó hace años, pero cuyo recuerdo permanece nítido en la memoria de quienes tuvimos el privelegio de conocerlo. Doy fe de que el doctor Cornejo, con una sencillez y simpatía muy propias en él, fue en su tiempo un incansable promotor de la cultura peruana. Por supuesto que, principalmente, de la literatura. Hombre de enorme cultura, de ánimo bondadoso y totalmente asequible. Que yo sepa no hay quien diga que Jorge Cornejo no se dio tiempo para hablar con quien haya querido hablar con él. Lamenté mucho haberme enterado tarde de su fallecimiento. Lamento, igualmente, que su incansable labor todavía no tenga la merecida tribuna que debería tener en la memoria colectiva de la cultura peruana.
Cuando la semana pasada se anunció que la ganadora del Nobel de Literatura era Herta Müller, de inmediato recordé a don Jorge Cornejo Polar. Es que, en el año 98 –¿o fue tal vez el 99?–, ella estuvo en Lima. Y nadie le hizo caso. Fue invitada por don Jorge, gran organizador de congresos de escritores que, por entonces, auspiciaba la Universidad de Lima. En esa ocasión había organizado un encuentro de escritoras al que asistieron narradoras y poetas, a contracorriente de quienes consideraban que tal evento protegía, injustamente, a malas escritoras que se amparaban en un feminismo “políticamente correcto”. Yo recuerdo muy bien a Herta Müller porque el Instituto Goethe, que tal vez auspiciaba el encuentro, me hizo llegar un ejemplar de una de sus novelas editadas en español: me quedé fascinada y absolutamente sorprendida ante una escritura tan minimal, seca y contenida. Tan absolutamente honesta. Se ha dicho que Müller era una escritora desconocida, lo cual es cierto a medias. Cuando vino a Lima, ya gozaba de reconocimiento literario en Alemania: en 1988 había ganado el International Impact Dublin Literary Award, que se da cada año a la mejor novela publicada en ese idioma, ya sea original o traducida, y hay quienes dicen que ese premio suele ser una 'antesala’ para el Nobel. Lo que la hace desconocida es la mala distribución de sus novelas. Solo cuatro, frente a las 19 que ha publicado, han sido traducidas al español. Los editores españoles dicen que a fin de mes pondrán sus novelas en las librerías. Esto es lo bueno del Nobel: anima a la difusión de la obra del ganador. Pero don Jorge no necesitó del Nobel para invitarla al Congreso ni temió pecar de 'feminista’.
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miércoles, 14 de octubre de 2009

Herta Müller critica a la Feria de Fráncfort

Apenas a unos días de haber ganado el Nobel de literatura, la escritora Herta Müller ya tiene la suficiente tribuna mundial como para hacer sentir su voz con mayor amplitud. En este caso, una voz de protesta contra la blandengue posición de países, como Alemania , frente a regímenes duros como el de China.
Resulta que China es el país invitado en la Feria del Libro de Fráncfort. Para la Müller, esta es actidud inadmisible. Entre otras razones, porque hay artistas como Ai Weiwei que han sido gravemente maltrados dentro del régimen tiránico que gobierna China.
Una actitud coherente la de la escritura. El Nobel lo obtuvo, en gran medida, por su franca y valiente posición artística contra la dictadura de Nicolae Ceauşescu en Rumania.
La nota en Abc dice:
La Premio Nobel de Literatura 2009, la rumano-alemana Herta Müller, ha criticado duramente, en declaraciones al semanario "Die Zeit", que la Feria del Libro de Fráncfort haya dado un escenario al régimen chino al tener al país asiático como su invitado de honor en la presente edición.
Müller dijo que durante mucho tiempo pocos registraron el terror que emanaba de los regímenes comunistas -a los que ella misma se vio sometida en Rumanía- y que ahora sigue habiendo demasiadas dictaduras en el mundo que muchos prefieren ignorar.
"Piensen en China, que ahora es invitada de honor de la Feria del Libro. Piensen en el artista Ai Weiwei, que recibió una paliza brutal de la policía del régimen. Es triste que eso se acepte, se relativice y se busquen compromisos que hagan presentable a China", dijo Müller.
Müller dijo además que se alegraba de que con el Nobel hubiera sido reconocido su trabajo literario, que tiene como principal cometido mostrar cómo las dictaduras persiguen siempre la destrucción del individuo. "Me alegró por mi y por todos mis amigos que fueron víctimas de la dictadura, que no son pocos", afirma Müller en declaraciones que publica mañana ese medio.

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miércoles, 7 de octubre de 2009

A propósito de libros de papel y libros electrónicos

Esta semana leí, a medias, un artículo en donde Mario Vargas Llosa señalaba su desánimo frente a los ciberlibros y ciberdiarios
El escritor aseguró que aún había mucha incertidumbre con el libro electrónico, que sería recomendable que el papel y el formato digital convivan, aunque expresó su temor de que el e-book pudiera no ser compatible con el rigor y la profundidad de la gran literatura y que la vulgarizara.
Ivan Thays dijo, al respecto, que Vargas Llosa no se daba cuenta de que el e-book no solo estaba por convertirse en el futuro del libro sino que, incluso, sería la opción más realista para el próximo milenio porque no solo abarataría costos y democratizaría la lectura sino que incluso favorecería lo ecológico como en el caso de los e book alimentados con energía solar.
Seguro que hay mucho que decir al respecto. Por mi parte, sin mayor argumento, y a pesar de estar escribiendo para una pantalla electrónica, creo que la lectura todavía es más agradable a la antigüita: en papel y con olor a tinta. Aunque acepto que este último aserto lo he escrito acicateado por un impulso melancólico que me recuerda aquella frase del padre Manrique: Todo tiempo pasado fue mejor.
Ni modo, acepto que hay un viento tecnológico irreversible que se irá llevando todo el pasado, como, por ejemplo, las hojas del papel. No obstante, por mientras, les dejo este artículo de Sergio Ramírez en Boomerang que me parece válido para los románticos del libro.

LOS PERIÓDICOS QUE NO ENVEJECEN
En Sentencia previa, la película futurista de Steven Spielberg basada en el cuento de Philip K. Dick, hay una escena en el metro, o en el autobús, donde los pasajeros leen periódicos electrónicos compuestos de hojas de material flexible del tamaño de un tabloide. Las noticias, ilustradas con videos más que con fotografías, cambian a medida que se producen. El lector tiene entonces siempre en sus manos un periódico absolutamente actual, que no envejece nunca.
Estamos cada vez más cerca de esa lejana era del futuro que la película de Spielberg presenta como ciencia ficción. Los periódicos se pueden ya leer en las pantallas de los teléfonos celulares... Toda una revolución en el universo de la lectura, que pone seriamente en cuestión a los libros de papel... pantallas provistas de tinta digital en las que también se puede leer periódicos y revistas en cualquier parte que uno se encuentre, en la calle, en el autobús, en la casa, en la oficina.
EL VIEJO PAPEL
Google se ha propuesto digitalizar millones de libros de los fondos de las bibliotecas públicas, para ofrecerlos en línea a los lectores a través de las pantallas, y para ello alcanzó un acuerdo con autores y editores. Este acuerdo, que abriría las puertas para que un día todos los libros del mundo estén disponibles por la red cibernética... Todas estas son señales ominosas en contra del tradicional libro de papel y cartón, y hay quienes ven cercano su fin, lo mismo que el fin de los periódicos. Quizás estas señales son más graves, sin embargo, para los periódicos antes que para los libros. Uno de los diarios tradicionales de mayor prestigio en Estados Unidos, el Christian Science Monitor, cerró sus puertas de papel y se quedó nada más en la edición electrónica. Y las ediciones impresas de periódicos como The New York Times y Le Monde dejaron de ser rentables, y si siguen apareciendo es porque sus ediciones electrónicas, que sí tienen ganancias, lo permiten.
PERIÓDICOS QUE NO ENVEJECEN
He pensado más de una vez en una escena que me llena de nostalgia anticipada. El último periódico impreso se ha dejado de publicar en alguna parte del mundo hace ya tiempo. El viejo papel de imprenta ha desaparecido, su tersa textura, el ruido familiar que produce cuando pasamos las páginas, lo mismo que el olor de la tinta. La imagen de un ejemplar de cuaderno que arrastra el viento por una calle solitaria. Y los libros, tersos y amables, que se acarician con sensualidad antes de entrar en ellos, idos también.
Y si ya no leeremos los periódicos y los libros de papel, debemos entonces advertir que se trata también de un cambio en los conceptos filosóficos, que tiene que ver con la materia misma, que se gasta, envejece y desaparece, o se recicla, y con el sentido que tiene la palabra copia, nuestra copia del diario, nuestra copia del libro, que nos pertenece y pertenece a nuestra biblioteca. Se trata de un periódico y de un libro que pueden apagarse, y lo que tenemos en la mano es un receptor flexible conectado de manera inalámbrica a un gran cerebro distante.
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martes, 6 de octubre de 2009

GRACIAS, MERCEDES SOSA


Aun cuando coloco tarde este post, me auno a todos los que lamentan el fallecimiento de Mercedes Sosa. Encuentro en el blog de mi apreciada amiga, Martha Isarra, unas conmovidas líneas sobre la cantautora así como una breve reflexión sobre una época en donde la poesía y la música parecieron haberse fundido con el quehacer político y social. Una época en donde la más tierna utopía de la igualdad social pareció, brevemente, posible. ¡Cuánto ha cambiado todo! ¡Descanse en paz, Mercedes Sosa!

EMPEZANDO A EXTRAÑAR A MERCEDES SOSA

Cantante es el que puede y cantor es aquel que canta por que debe hacerlo. En esta ya clásica distinción de Facundo Cabral hallamos la razón de Mercedes Sosa por autodenominarse “Cantora”. El pueblo argentino la llamó “La negra” y hubo una generación que coreó sus canciones como verdaderas banderas de inflamadas utopías colectivas. Su voz era muy de tierra, humana y rotunda. Su estilo limpio de poses y artilugios. Acaba de fallecer y ya la extrañamos a cántaros. Parte de ese extrañar tiene que ver con la despedida del mundo que conocimos cuando fuimos jóvenes. Cómo van partiendo nuestros amigos, desapareciendo nuestros modestos cafecitos de tertulia universitaria, cómo se van nuestros referentes culturales y esa forma obstinadamente ingenua de creer que la paz y la equidad llegarán a ser aspiraciones universales. Cuando muere alguien como Mercedes Sosa, uno extraña el canto subjetivo en las pequeñas declinaciones cotidianas. Cómo no ponerse triste por todo eso. Cómo dejar de hacerlo.

Por otro lado, Miguel Sánchez Flores, en el diarioPerú 21 escribe:

Para nosotros los latinoamericanos Mercedes Sosa es una parada obligatoria, parte de nuestra historia (triste y feliz). El imaginario ha adjudicado canciones enormes a La Negra. Por ejemplo, Gracias a la vida, canto que seguro hoy se reproduce a mil, es una composición original de la chilena Violeta Parra. Nosotros, sin embargo, se la hemos regalado. Seguramente, la figura de Mercedes Sosa, enfundada en sus enormes ponchos y sobretodo su enorme corazón seguirán latiendo y sobre todo cantando, cantando al sol como la cigarra, como único consuelo para nosotros.

El video, obviamente, recogido de You Tube