miércoles, 7 de octubre de 2009

A propósito de libros de papel y libros electrónicos

Esta semana leí, a medias, un artículo en donde Mario Vargas Llosa señalaba su desánimo frente a los ciberlibros y ciberdiarios
El escritor aseguró que aún había mucha incertidumbre con el libro electrónico, que sería recomendable que el papel y el formato digital convivan, aunque expresó su temor de que el e-book pudiera no ser compatible con el rigor y la profundidad de la gran literatura y que la vulgarizara.
Ivan Thays dijo, al respecto, que Vargas Llosa no se daba cuenta de que el e-book no solo estaba por convertirse en el futuro del libro sino que, incluso, sería la opción más realista para el próximo milenio porque no solo abarataría costos y democratizaría la lectura sino que incluso favorecería lo ecológico como en el caso de los e book alimentados con energía solar.
Seguro que hay mucho que decir al respecto. Por mi parte, sin mayor argumento, y a pesar de estar escribiendo para una pantalla electrónica, creo que la lectura todavía es más agradable a la antigüita: en papel y con olor a tinta. Aunque acepto que este último aserto lo he escrito acicateado por un impulso melancólico que me recuerda aquella frase del padre Manrique: Todo tiempo pasado fue mejor.
Ni modo, acepto que hay un viento tecnológico irreversible que se irá llevando todo el pasado, como, por ejemplo, las hojas del papel. No obstante, por mientras, les dejo este artículo de Sergio Ramírez en Boomerang que me parece válido para los románticos del libro.

LOS PERIÓDICOS QUE NO ENVEJECEN
En Sentencia previa, la película futurista de Steven Spielberg basada en el cuento de Philip K. Dick, hay una escena en el metro, o en el autobús, donde los pasajeros leen periódicos electrónicos compuestos de hojas de material flexible del tamaño de un tabloide. Las noticias, ilustradas con videos más que con fotografías, cambian a medida que se producen. El lector tiene entonces siempre en sus manos un periódico absolutamente actual, que no envejece nunca.
Estamos cada vez más cerca de esa lejana era del futuro que la película de Spielberg presenta como ciencia ficción. Los periódicos se pueden ya leer en las pantallas de los teléfonos celulares... Toda una revolución en el universo de la lectura, que pone seriamente en cuestión a los libros de papel... pantallas provistas de tinta digital en las que también se puede leer periódicos y revistas en cualquier parte que uno se encuentre, en la calle, en el autobús, en la casa, en la oficina.
EL VIEJO PAPEL
Google se ha propuesto digitalizar millones de libros de los fondos de las bibliotecas públicas, para ofrecerlos en línea a los lectores a través de las pantallas, y para ello alcanzó un acuerdo con autores y editores. Este acuerdo, que abriría las puertas para que un día todos los libros del mundo estén disponibles por la red cibernética... Todas estas son señales ominosas en contra del tradicional libro de papel y cartón, y hay quienes ven cercano su fin, lo mismo que el fin de los periódicos. Quizás estas señales son más graves, sin embargo, para los periódicos antes que para los libros. Uno de los diarios tradicionales de mayor prestigio en Estados Unidos, el Christian Science Monitor, cerró sus puertas de papel y se quedó nada más en la edición electrónica. Y las ediciones impresas de periódicos como The New York Times y Le Monde dejaron de ser rentables, y si siguen apareciendo es porque sus ediciones electrónicas, que sí tienen ganancias, lo permiten.
PERIÓDICOS QUE NO ENVEJECEN
He pensado más de una vez en una escena que me llena de nostalgia anticipada. El último periódico impreso se ha dejado de publicar en alguna parte del mundo hace ya tiempo. El viejo papel de imprenta ha desaparecido, su tersa textura, el ruido familiar que produce cuando pasamos las páginas, lo mismo que el olor de la tinta. La imagen de un ejemplar de cuaderno que arrastra el viento por una calle solitaria. Y los libros, tersos y amables, que se acarician con sensualidad antes de entrar en ellos, idos también.
Y si ya no leeremos los periódicos y los libros de papel, debemos entonces advertir que se trata también de un cambio en los conceptos filosóficos, que tiene que ver con la materia misma, que se gasta, envejece y desaparece, o se recicla, y con el sentido que tiene la palabra copia, nuestra copia del diario, nuestra copia del libro, que nos pertenece y pertenece a nuestra biblioteca. Se trata de un periódico y de un libro que pueden apagarse, y lo que tenemos en la mano es un receptor flexible conectado de manera inalámbrica a un gran cerebro distante.
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