sábado, 30 de diciembre de 2006

PROMESAS DE FIN AÑO



ANTES DE CERRAR EL AÑO
Antes de que se vaya este año, todo el agradecimiento a los amigos que llenaron mi vida con lo bueno y con lo malo. En verdad, gracias por todo. Para este año que viene, ya veremos si al presidente le alcanza el litio que ha almacenado o regresaremos a esos años difíciles que vivimos. Asì también, en el ámbito internacional, terminaremos de saber si las mentiras de un presidente norteamericano se convierten en verdad a fuerza de decirla tantas. Hay tantas cosas que han pasado, algunas, como si fueran la repetición de una vieja película (de error) de cada martes. Veremos también si a literatura peruana (bueno a todos en general) le sigue yendo tan bien. Después de todo ( o quizás por eso mismo) la dramática ubicación de colero en la tabla de comprensión de lectura en América no ha mellado la creatividad de muchos. Habrá que ver tantas cosas. Por lo pronto, comparto con ustedes, algunas promesas sencillas con las que interrumpo (con el debido permiso) la línea de este blogs. FELIZ AÑO 2007.

- Terminar un libro de cuentos que tengo prometido desde hace tanto tiempo y, así, dejar de hacerme el cuentazo de que escribo.
- Ser más constante con este blogs que me ha dado nuevos amigos. Empecé sin mayores ambiciones y, sin embargo, la cosa ha funcionado y siento que estoy más cerca de mis amigos. Después de todo, para ellos escribo.
- Leer mucho más y comentar de eso a muchos más. He aprendido que hace falta compartir lo que de bueno se pueda tener.
- Cerrar (con candado y doble seguro, más una cruz) toda una mala etapa. Cerrar todo para que el relente doloroso de la deslealtad y el mal amor no se cuele entre las fisuras de siguiente año.

- Ser más frecuente con los amigas y amigas que - así es de aleccionador el tiempo - de haber compartido tanto en algún tiempo ya se ha consttruido una amistad irrebatible.

- Escribir, sobre todo escribir.

CRÓNICAS DE LA CIUDAD



Desde el inicio de este blogs, he ido colocando - de tanto en tanto - algunas de estas crónicas que, durante un tiempo fui publicando en algunos diarios de Lima. Dado que no hay censura en los blogs, salvo que alguno no quiera leerlos, lo que también - afortudamente - es totalmente posible sin herir susceptibilidades, aquí les dejo la última de este año.

EL ASALTO

Fulano lo sospechó inmediatamente: aquellos tenían toda la facha y la actitud de un par de adictos desesperados. Sin embargo, y como casi todos los homínidos de estas calles, supuso, por unos momentos, que a él no le iba a pasar, aunque todas las evidencias dijeran que sí le iba a pasar.
Como precaución, simplemente decidió apresurar el paso y abrirse un poco hacia la izquierda. Ese día, el sopor del verano era agobiante y la luminosidad solar reverberaba pegajosa y cegadora en los vidrios de algunos viejos autos y de los edificios - de los pocos que por allí tenían vidrios - . Fulano, miró a su alrededor como para medir sus posibilidades de escape. Su gesto no pudo ser más elocuente. Palideció. Había caído en una de esas calles de Lima en donde todo estaba dispuesto para el asalto: paredones extensos que cercaban depósitos, sólo algunas puertas completamente cerradas, basurales que semejaban pequeños montículos rumorosos de moscas.
Fulano entendió que el asunto era más grave de lo que había supuesto cuando notó que dos de los caminantes que iban delante de él - percatados de los salteadores-habían decidido cambiar de vereda. Ya es muy tarde, para mí, debió pensar. Por lo tanto decidió seguir su destino y esperar, si la suerte estaba de su parte, que aquellos fumones lo ignoraran por esas cosas raras que a veces tiene la suerte. Cuando ya estaban a unos metros de él, Fulano pudo verlos a plenitud y se dio cuenta de que ellos también lo habían visto y medido. Todavía pudo haber brincado a la calzada y cruzar a la otra calle evadiéndolos por unos momentos; sin embargo, como que se fascinó con aquellos individuos que se le acercaban. Era la primera vez que los veía con tanta atención y tan cerca: fantasmales, arruinados, embrutecidos. Vio que uno de ellos – al parecer el menos deteriorado - se fue adelantando. Todo estaba consumado. Ese mediodía de febrero, en las inmediaciones de la tercera cuadra del jirón Huanuco , él, fulano, iba a ser un individuo más en la incierta lista de gente maltratada por un robo. Masculló una maldición.
- Tío, – le dijo entonces el tipo que se había adelantado a su cómplice. Tenía los ojos azules y un gorro sucio de capitán de barco, como en las películas; la barba oxidada y sucia – un favorcito.
Fulano quiso ignorar aquella llamada, pero una mano firme ya lo había detenido. Miró entonces con terror que el otro individuo – más bajo, los ojos inyectados, y más sucio – también se había acercado. De pronto, ambos, lo tenían flanqueado definitivamente.
- ¿Eres sordo, tío? – le reclamó el del gorro de capitán – uno te habla educadamente, pero nada.
- ¿Qué quieren? – dijo Fulano, mal ocultando su miedo.
- Una ayudita para el combo, tío, nada más.
Luego, Fulano sintió como unas manos iban rebuscando los bolsillos de su casaca hasta dar con su billetera. Sintió el olor alcanforado de sus atacantes, mientras dos manos lo sujetaban contra una pared. Entendió nítidamente aquello de la humillación de los vencidos y se dejó hacer para que todo eso terminara de una vez. Vio cómo desaparecía el reloj de su muñeca y cómo sus bolsillos era esculcados desesperadamente.
En algún momento de esa interminable espera, algo en su mirada indicó que había calculado las posibilidades de una rebelión, sin embargo, fue apenas una luz rápida que se aniquiló ante la contundencia de la verdad.
Cuando los facinerosos terminaron su labor, Fulano parecía estar totalmente cansado. Miró a los individuos y luego miró la larga y desolada calle. ¿Y ahora?.
Entonces fue cuando escuchó la frase que terminó por confundirlo en ese medio día de su infortunio.
- Oye, déjale para su pasaje – dijo el de gorro marinero.
Fulano nunca estuvo seguro si lo que dijo a continuación fue una sorna - impropia de alguien arruinado por las drogas - o las palabras inconscientes de un remordimiento, también extraño. Lo cierto es que, antes de irse, el de los ojos azules le dijo, tan cerca que percibió su aliento a licor barato:
- Vete rápido, tío. Por aquí asaltan siempre.

LOS AUTORES DE 2006



Nunca están todos los que deberían y algunas sobran
BALANCE DE LITERATURA PERUANA 2006

Como tenía que ser, arrancó el balance de lo que se hizo este año que (afortunadamente) termina. Ricardo Gonzáles Vigil lanza un resumen de la actividad literaria con algunas opiniones que, como siempre, marcarán la polémica por los que estuvieron, los que no estuvieron o los que estuvieron, pero fueron mal tratados.
Por ejemplo, en el plano internacional, Gonzáles Vigil menciona a Mario Vargas Llosa con su novela “Travesuras de la niña mala”: Una de las más admirables (destaquemos su hondura psicológica y humana calidez) de su formidable producción: Igual mención en narrativa para Santiago Roncagliolo quien se consagró como el novelista más joven con su novela “Abril rojo” ganadora del premio Alfaguara. En poesía, menciona Carlos German Belli quien ganó el Pablo Neruda que otorga el Gobierno Chileno. Así también a Blanca Varela que gano el García Lorca (Granada) y Arturo Corcuera ques e alzó con el Casa de las Américas (Cuba). Buena jornada para la literatura peruana en el plano internacional.
También menciona trabajos de narrativa como la primera edición peruana de una joya de Fernando Iwasaki: "Libro de mal amor" (Alfaguara). "Los papeles de Damasco", de Jorge Salazar, "La segunda visita de William Burroughs", de Carlos Calderón Fajardo, "Puta linda", de Fernando Ampuero, "El regreso de la trapecista", de Óscar Málaga, "Manual de pistola automática", de Juan Carlos Mústiga, "El círculo de los escritores asesinos", de Diego Trelles Paz, "Rito de paso", de Víctor Coral, "El primer invierno de Diana Frenzy", de Paul Alonso, "En la orilla oscura", de Elsa Vértiz y "Hotel Lima", de Miguel Ildefonso.
En poesía comenta sobre la obra de poetas consagrados: "Hospital", poemario póstumo --escrito al borde de la muerte-- de Pablo Guevara (San Marcos); "Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados", de Rodolfo Hinostroza (Lustra) y "Aunque es de noche", de Marco Martos (Hipocampo). Resulta más contundente la contribución de autores surgidos en los años 70: "Banderas detrás de la niebla", de José Watanabe (Peisa), quien goza de un reconocimiento internacional de primer orden; "Simulación de la máscara", de Tulio Mora (Hora Zero), gran intérprete del Perú profundo; "Geografía inútil", impecables acuarelas-iluminaciones de Luis La Hoz (Estruendomudo); y "Vinilo", un intenso homenaje rockero de Enrique Sánchez Hernani (Fauno). Mención aparte reclama Cronwell Jara, consagrado narrador con poemas en revistas de los años 70, que este año publicó un poemario potentísimo, casi sísmico: "Manifiesto del ocio" (San Marcos).
Faltan, por supuesto, muchos. Iremos menionando luego a muchos de ellos, a ver si también alcanzamos a leer a la mayoría.


Fotografías de Santiago Roncagliolo, Blanca Varela y Vargas Llosa.

martes, 26 de diciembre de 2006

LA EDUCACIÓN PERUANA


CUANDO LA SOCIEDAD NO PREPARA BIEN A LOS QUE VIENEN
El motivo central de este blogs es la cultura, principalmente los asuntos literarios; sin embargo hay temas sociales que no se pueden evadir aun cuando se pueda perder la imagen aséptica que brinda hablar y escribir solo del arte. La educación es un tema que debería preocuparnos a todos. Quizás no la educación en el sentido convencional: ir a la primaria, la secundaria y hasta la universidad para que se atiborre al estudiante de una inconmensurable cantidad de información, la mayoría de ella inútil en un mundo como el presente. Se supone que la sociedad adiestra a las nuevas generaciones para que estos puedan insertarse adecuadamente en el mundo que les ha tocado vivir ¿En serio? ¿Eso hace la eduación? En fin.
A propósito de ello, un interesante artículo aparece en El Dominical de El Comercio. Eduardo Rada analiza alguno temas de la educación en el Perú. En una parte de su articulo escribe: Para ser conciso e ir al grano, empecemos señalando el origen de la tragedia de la educación peruana. Ésta reside en la confusión entre el fruto y la raíz. Queremos cambiar el fruto, pero manteniendo la misma raíz de siempre. En vez de recorrer el camino inverso. Vemos el efecto, pero somos incapaces de identificar la causa. Nos preocupa el receptor y olvidamos al emisor. El problema de la educación es que la concebimos de manera exógena o externa en vez de endógena y por ello identificamos el efecto y lo confundimos con la causa. Queremos cambiar el receptor, dejando al emisor tal cual. Queremos enseñarle a leer y a matematizar a los alumnos, sin preguntarnos si los educadores saben ellos mismos leer o sumar.Todas las revoluciones existentes, y no sólo en la educación, han fracasado por la misma razón. Todas quieren empezar de afuera para adentro. Quieren empezar cambiando currículos o aumentando horas de estudio. Pero nadie, o casi nadie, se plantea qué se enseña y para qué fines.Ponemos la carreta delante del caballo y luego nos preguntamos por qué será que en vez de avanzar retrocede. Gracias, entre comillas, a la indiferencia de políticos y políticas educativas previas hemos llegado al punto de inflexión. Hay un dicho que señala que para que algo mejore, primero tiene que empeorar. Y en este punto está nuestra educación. Entonces ha llegado el tiempo de empezar a estar mejor.
Más adelante señala, ordenadamente, algunos de los elementos que deberían tomarse en cuenta si de educación se trata. Primero, partamos del hecho de asumir que es un error el tipo de educación exógena en la que te enseñan datos, fechas, mera información y puro conocimiento, vacío de sentido y aplicación práctica.Segundo, y asumiendo que la educación solo funcionará de adentro para afuera, digamos que la única revolución permanente es la revolución interior. Si no, pregúntenle a tantos revolucionarios y políticos que han conducido a la sociedad a un callejón sin salida, entre la espada y la pared. O pregúntenle a los revolucionarios conservadores, que lo único que quieren revolucionar son los bolsillos, como si solo el mercado fuera la solución a la debacle.Tercero, el error más grande de todos, es querer empezar cambiando a los estudiantes o receptores, y a través de cambios superficiales de horas de clases y currículos insustanciales.Cuarto, hay que empezar cambiando al educador. Aquí reside la verdadera revolución. La capacitación del docente es el inicio del fin de la tragedia. Según el artículo 60° de Ley General de Educación N°28044, el Estado está obligado a garantizar el funcionamiento de un Programa de Formación y Capacitación Permanente. He ahí el punto de apoyo que conquistará el mundo y cambiará al sistema educativo.Y dos son las formas de lograrlo. Una externa y otra interna. La externa, por supuesto, es que un profesor gane tanto como un congresista y un congresista tanto como un profesor. Habría muchos más profesores y muy pocos congresistas. Esta es la mitad de la solución. La otra mitad es enseñándole al maestro a practicar lo que el oráculo por tantos siglos reseña en el eslogan que definía el milagro griego, aquel del famoso, "Conócete a ti mismo". Conocer a los demás es inteligencia pero conocerse a uno mismo es sabiduría, decían los otros sabios antiguos que son los chinos y que cada día son más y más actuales y no solo en la globalización económica. Hay que enseñarles a los maestros primero que nada a conocerse a sí mismos. Si no se conocen a sí mismos, ¿cómo van a conocer a sus alumnos? Y si no conocen a sus alumnos, ¿cómo sus alumnos van a reconocer a sus maestros?

martes, 19 de diciembre de 2006

MAS CONCURSOS LITERARIOS

UN CONCURSO NO ES TODO, PERO PODRIA ...

No creo que los concursos literarios definan una vocación, pero en medio de tantas dificultades para la realización de quien quiere escribir y escribir, no va mal ser reconocido en un concurso literario. Al menos, indica que algo hay en lo que escribimos que agrada. Todo esto más allá de las sospechas que abruman estos concursos. SUERTE

BASES PARA EL CONCURSO DE CUENTO "2007 PALABRAS"


Editora Mesa Redonda, Starbucks Coffee y Zeta Bookstore convocan al concurso de cuento "2007 palabras". Las siguientes son las bases para poder participar:
1.- Los participantes deben ser escritores inéditos. Los cuentos presentados deberán ser originales y no haber sido seleccionados o premiados en algún concurso literario anterior o publicado en cualquier medio, sea cual fuera.

2.- El tema es libre y debe ser presentado en idioma español.

3.- El plazo de entrega para el presente concurso vence el 28 de febrero de 2007 en todos los locales de las librerías Zeta Bookstore y la cadena Starbucks Coffee.

4.- El cuento debe tener, como máximo, una extensión de 2007 palabras, presentadas en formato A-4 en fuente Arial en tamaño 12 e interlineado a doble espacio.

5.- Se entregarán dos sobres. Uno que contenga el cuento original y cuatro (04) copias, debajo del título de cada cuento deberá figurar sólo el seudónimo del autor. En el segundo sobre deben ir los datos personales del autor (nombre, apellido, teléfono, DNI, dirección y e-mail). En la parte exterior de cada sobre debe figurar el título del cuento y debajo el seudónimo del autor, de lo contrario serán inmediatamente descalificados, así mismo, se descalificará los cuentos que revelen de alguna forma la identidad de su autor.

6.- La cantidad de cuentos enviados por cada participante es ilimitado, siempre y cuando se utilicen un seudónimo diferente y sean entregados separadamente. En el caso que dos o más cuentos sean seleccionados finalistas, sólo se considerará el de mayor calidad, según el Jurado Calificador.

7.- El Jurado Calificador estará representada por tres personalidades de reconocida trayectoria en el ámbito literario: Antonio Gálvez Ronceros, Jorge Eslava, Miguel Ildefonso.

8.- Los originales y copias no premiados no serán devueltos. Los organizadores no se hacen responsables por la pérdida de originales o copias.

9.- El fallo final del Jurado Calificador se hará público el 30 de marzo del 2007.

10.- Los ganadores se harán acreedores a los siguientes premios:Primer puesto: US$ 1 000.00 dólares americanos, una canasta con productos de Starbucks Coffee, valorizada en S/. 200.00 nuevos soles, y un vale por S/. 200.00 nuevos soles en Zeta Bookstore.Segundo puesto: US$ 500.00 dólares americanos, una canasta con productos con productos de Starbucks Coffee valorizada en S/. 100.00 nuevos soles, y un vale de S/. 100.00 nuevos soles en Zeta Bookstore.Tercer puesto: US$ 200.00 dólares americanos, una canasta con productos de Starbuks Coffee valorizada en S/. 100.00 nuevos soles, y un vale por S/. 50.00 en Zeta Bookstore.

11.- El cuento que obtenga el primer puesto será publicado en la revista Mesa Redonda y en el boletín trimestral Tiempo de Café editado por Starbucks Coffee.12.- El incumplimiento de cualquiera de estas condiciones determinará, automáticamente, la exclusión del cuento remitido

LA FIESTA DEL CONSUMO

LA NAVIDAD (CREER AUNQUE NO CREA)
¿Qué se puede hacer? A veces un cuento nace de escuchar, como en este caso en que los amigos opinan.

  1. No todos en el mundo celebran la Navidad, ni esta significa el nacimiento de Jesus, ni se está seguro de que Jesús sea hijo de Dios, ni que Dios sea quien dice ser. O sea que todo parte de una suposición. Es decir que lo que en este mes cuenta es la cantidad de ventas y endeudamiento que hará feliz ( en efectivo a algunos) ilusamente feliz a otros (a crédito diferido) e infeliz a muchos que no alcancen a tener el efectivo. ¡Qué hipocresía!. (Roberto Tarazona)
  2. La navidad, valga o no, entraña sesiones de humanismo, el pavo, chancho o lagartija comida, hace concurrencia de quienes son tan oponibles como mi padre y mi madre. (el llorón).
  3. Lo importante no es la fecha ni los símbolos. Lo importante es que la gente hace un alto a lo que vive todo el año y piensa un poco en la gente que lo rodea. Es cierto que no se puede ayudar a todos. Tampoco se tiene por qué hacerlo. Pero, al menos, se mira a quienes están cerca de uno. Si tan solo se hace bien a una persona, de corazón, ya es bastante. (Tu nueva amiga)
  4. Todo esto de la Navidad es una costumbre social, tan tradicional como otras tantas. La gente se deja llevar por ella porque es parte de la sociedad y se debe adecuar a ellas si no la quiere pasar mal como un desaptado, a no ser que le guste ser un desaptado, en cuyo caso, tampoco debe quejarse. No vale la pena tanta suspicacia, ni enjuiciar tanto a los símbolos sociales que se comparten con los demás. La idea es vivir sin mucho afán sobre su valoración positiva o negativa. Sé que parece un mensaje de resignación, pero creo que es más bien como una simple excusa para tratar de pasarla mejor. (Ana Cecilia P)

lunes, 18 de diciembre de 2006

LA NAVIDAD DESDE EL OTRO LADO


No todo lo que brilla es oro, ni la Navidad es... siempre, el símbolo de amor

OPINIONES SOBRE LA NAVIDAD

He recibido mucha correspondencia. Afortunadamente tengo muchos amigos aunque no siempre coincidimos; en todo caso eso es afortunado: que la amistad perdure a pesar de la discrepancia. Ahora que llega el mes en donde la publicidad y la vida misma se llena de villancicos y escenas edulcoradas, ahora que llega el mes en donde se cierran etapas y comienzan otras con mayor o menor optimismo, he creído necesario transcribir algunas opiniones mías y las de amigos que me envían post a mi correo para ver si los coloco en la zona. A veces, he acomodado un poco la forma textual (espero que no se molesten) para ayudar; pero el contenido es intangible. Si algunos de los amigos de la zona tiene algo que decir, que lo diga.
  1. Los informes económicos dicen que para este fin de año se calcula una mayor venta que las fiestas de años anteriores. Hecho supuesto que demuestra que el país empieza a dar pruebas de mejoría. Sin embargo, los mismos informes económicos y otros sobre la realidad de nuestro país señalan que el porcentaje de pobreza extrema no se ha movido mucho; es decir que para este año miles de familias sentirán que el resurgimiento económico es una palabra más que les habla de un país que no es el suyo y de unas fiestas que no serán suyas. No quiero malograrles la cena de Navidad y la apoteósica borrachera de Año Nuevo; pero por lo menos no propague la mentira de que la Navidad es sinónimo de amor y hermandad.
  2. Las celebraciones Navideñas son la mejor excusa para acercarse a las personas queridas y expresarle su aprecio o su amor a través de un presente que – a manera de símbolo – exprese tal o cual sentimiento. Ahora bien, para ello la sociedad ha desarrollado un sistema por el cual toda su maquinaria se organiza a fin de que haya una mejor recirculación del dinero para cada quien pueda tener una manera de expresar su amor. Lo que pasa es que el sistema alcanza para quienes son parte activa de ella. Los que, por alguna razón quedaron fuera de ella, desde el nacimiento o momentáneamente, no cuentan. (Miguel, el coach)
  3. Pienso que toda relación entre dinero y amor inclina la balanza hacia lo material. No hay forma de que convivan. Convengamos que la Navidad y el Año Nuevo son las fiestas del consumo y que muchos (los que han hallado la felicidad en el consumo y sus símbolos) la van a pasar bien si es que han tenido fortuna (pequeña, pequeñita o mucha) de obtener algo. (Jana Recavarren)
  4. Llega la Navidad. Buenos deseos, intenciones de cambio, solidaridad, familia….!stop!. ¿Pero qué estoy diciendo?. Lo cierto es que hay que pararse a contar hasta cien antes de afrontar la carrera de fondo que supone asumir el hecho de que llegan Papá Noel, el Niño Jesús y los Reyes Magos, todos juntos, dispuestos a dilapidar en pocos días los escasos resultados anuales de nuestras clases de yoga. (La china Karla )

CONCURSOS DE CUENTOS


Copé termina en diciembre, Católica en febrero
LA GENTE ESCRIBE A TODA PRISA

Aun cuando la fiestas de fin de año amodorren a muchos o, en todo caso, los absorba la vorágine de las compras y la felicidad dependiente del consumo y los íconos más insulsos, hay por allí quienes están ocupados en otros menesteres (más o menos trascendentes, según el cristal con el que se mire). Por ejemplo, las últimas correcciones de un cuento. A propósito de esto último, no olvidarse que la fecha final para entregar los trabajos que participarán en XIV Bienal del Cuento “Premio Copé 2006” vence el jueves 28 de diciembre.
Sin embargo, tampoco hay que olvidar que la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú) está convocando a los autores de nacionalidad peruana menores de 40 años a participar del Premio Nacional PUCP que premiará con $10 000 a los mejores trabajos en cada una de las siguientes categorías: poesía, ensayo y, por primera vez, novela. En este caso todavía hay tiempo hasta el 28 de febrero de 2007.

UN NUEVO "BEST SELLER"

¿Qué determina el éxito de ventas de un libro?

LA DELUSIÓN DE DIOS

Leo en El Comercio la llegada de un nuevo “best seller” que, probablemente, alcance un nuevo record de ventas. Se trata del libro titulado “La delusión de Dios” de Richard Dawkins. Libro en donde se toca la vieja polémica sobre la existencia de Dios. El autor de la nota, Moisés Lemlij, desarrolla en un interesante análisis de la propuesta del libro, enlazándola con una corriente contemporánea que va intentando desmontar muchas de las creencias religiosas, léase, por ejemplo, El código Da Vinci. En la nota, se explica que Dawkins, junto con Chomsky y Humberto Eco, podrían ser considerados como los tres intelectuales más importantes del presente. De esto se desprende que el libro debe ser tomado con la debida seriedad puesto que contiene datos científicos sobre genética que podrían explicar la necesidad del hombre de tener un Dios. Al parecer Dawkins va más allá de Freud quien afirmó, hace tanto ya, que Dios es la representación de un padre primordial (de una materia tanto individual como colectiva) que protege del temor a la naturaleza, a la enfermedad y a la muerte.
Sin embargo, la razón personal de esta nota, va por el viejo camino. El éxito de los libros está marcado por una cuestión de coyuntura de época (no hay mejor tiempo que éste para la destrucción de viejos íconos y la construcción de nuevos y más adecuados a los tiempos postmodernos); el éxito también estaría supeditado a la estrategia de los profesionales de la mercadotecnia, a sus campañas sostenidas y su buen manejo de lo mediático. Sin desmerecer la calidad de un libro que aun no he leído, es obvio que la buena fortuna de un libro (en lo que a ventas y alcance se refiere) se determina de manera diferente a como algunos ilusos aun suponen.

jueves, 14 de diciembre de 2006

POLÉMICA SOBRE DICCIONARIO PANHISPÁNICO


Con relación al buen uso del idioma

LE HACEMOS CASO O NO A LA NORMA


Hace unos días, se colocó en este blogs una nota sobre el diccionario de dudas “Panhispánico”. La duda entonces atacó y una apreciada amiga fue quien lanzó la pregunta del millón. Qué tanto determina la R.A.E el habla estándar de los hablantes de todos los países de lengua castellana. A partir de ese momento, la discusión se estableció en torno a la “norma formal” y su mayor o menor peso en lo que en la calle se denomina el “buen uso”. Aparecieron nombres de lingüistas como Saussure y Cosserius y posiciones encontradas. Se cruzaron algunas respuestas y se polemizó con el debido furor. Ahora bien, en mi correspondencia llegan consejos y pedidos sobre cómo mejorar la zona del escribidor. Una de ellas va por pedirles a los polemistas en torno a esa nota para que nos envíen post completos en donde ahonden más en sus puntos de vista. Por supuesto que con los créditos respectivos y el debido agradecimiento.

OTRA VEZ, EL RACISMO

EN PALACIO DE GOBIERNO
TAMBIÉN SE CUECE EL RACISMO

El propósito de esta zona es el quehacer cultural. Sin embargo, hay momentos en los que no se puede ni se debe evitar fijar una posición con relación a ciertos momentos sociales que nos atañen a todos. Ha circulado una noticia en donde se detalla que dos miembros de la Marina de Guerra del Perú se burlaron de la condición social y de las características raciales de un grupo de campesinos que habían ido a Palacio de Gobierno a presentar algunas quejas. Yo lo vuelvo a leer en el blogs de Faverón Puente Aéreo. En el Perú, cincuenta campesinos llegaron de visita al Congreso de la República, desde Ayacucho, para dialogar con sus representantes departamentales. En el Congreso, dos miembros de la Marina de Guerra los insultaron, los llamaron apestosos y "llamas". Por supuesto que no es la primera vez que llega a la prensa noticias sobre muestras de racismo. Desde discotecas en donde, sutilmente, se segrega a unos de otros por el color de la piel o la condición “social”, hasta la simple sorpresa por encontrar a alguien en un lugar en “donde no debería estar” o, al menos, como se lo escuché a una linda jovencita en algún restaurante de Lima, según su distorsionada y acomplejada visión, “había gente que no encaja” en ciertos lugares.
Es verdad que la condición humana está llena de contradicciones y que, aun a pesar nuestro, a veces caemos prejuicios de todo tipo y nos inclinamos por la “exclusión” de muchos para hacernos “exclusivos”. Por la razón que sea, la marginación de algunos por su color, su condición social o cualquier otra situación de este tipo es aberrante.
Por supuesto que todos no somos iguales. No quiero ser igual a los demás, pero que las diferencias no marquen la ignominia contra otros. Ser diferentes es un derecho no solo de algunos, sino de todos.
Que la discusión sobre las diferencias se siga dando en todos los planos siempre y cuando no haya marginación de ninguna de las partes. Recuerdo la discusión que se dio en el Congreso de Escritores Peruanos en España, discusión que ponía en debate las diferencias y resentimientos entre escritores criollos y andinos. Situación que no se niega y que, según algunos, debería tomarse más seria y objetivamente.
Lo peor se aviene cuando el sistema que se rasga las vestiduras públicamente muchas veces evade su responsabilidad. En este caso - que es solo un ejemplo del momento - las autoridades procedieron a minimizar el hecho y luego, por presión, procedieron a castigar con dos días de rigor a los marinos.

ESCRITORES MAS INFLUYENTES

ENCUESTAS SOBRE ASUNTOS LITERARIOS

Ivan Tahys, desde blogs Notas Moleskine, ha estado convocando a participar en algunas encuestas de corte literario bastante peculiares. En algunos casos con preguntas que enroncharon a más de un escritor sensible, a pesar de que eran preguntas que siempre se hicieron en la privacidad de una conversación entre amigos, aunque, claro, rara vez en público. Por ejemplo, aquella en donde se pide determinar cuál es la novela más sobrevalorada de una lista de diez títulos o, inversamente, la obra menos valorada.
Esta vez la pregunta buscó hallar al escritor más influyente de literatura latinoamericana y el resultado coloca a Roberto Bolaños, escritor lamentablemente fallecido cuando estaba en el apogeo de su producción. La votación coloca a Mario Vargas Llosa en segundo lugar y, bastante alejado de los primeros, a Gabriel García Márquez. Con 120 puntos, consiguió el 28% de los votos, seguido muy de cerca (aunque manteniendo su ligera ventaja todo el tiempo) por Mario Vargas Llosa, que obtuvo 112 votos, el 26%. En tercer lugar, bastante lejos de los dos anteriores, encontramos a Gabriel García Márquez (12%) y Julio Cortázar (11%).
Iván también hace una análisis de los resultados a partir de los porcentajes y del contexto en el que dan estas encuestas ¿Cómo podemos entender esta votación? Es obvio que hay un sesgo marcado por la edad de quienes suelen leer los blogs, en especial los blogs literarios, y que se animan a participar de esta encuesta. Roberto Bolaño es un ícono para la gran mayoría de lectores y autores jóvenes, no solo por la indiscutible calidad de su literatura sino por la manera combativa, apasionada, con la que se enfrentaba -a veces con acierto, buen humor y afilada ironía, pero a veces con exabruptos- a la obra o la figura de otros escritores y al propio oficio literario. Su muerte prematura, ocurrida en un momento creativo febril y habiendo conseguido el consenso de la crítica, aceleró su conversión en mito. La importancia de Vargas Llosa es menos iconoclasta, menos rock star si se quiere
.
Concuerdo con Iván en esto del segmento que participa en las encuestas e igual, lamento personalmente, que no estén autores personales que creí habían una influencia determinante en los jóvenes autores como los tuvo Cortázar en mi que hacer literario.

BORGES "UNANIME"



MARIA KODAMA ATACA LIBRO EN DONDE SE DELATA INTIMIDADES DE BORGES

Que Jorge Luís Borges sigue siendo punto de conversación y discusión aun después de muerto es un enunciado recurrente. No que tan solo haya sido el autor de relatos en donde la precisión del lenguaje obliga a estar atento a la semántica de cada palabra - es decir que hay que leerlo con diccionario a la mano - o que la propuesta de sus ficciones se aleje de la experiencia concreta - de donde se suelen alimentar otros tantos escritores –, al menos según la teoría en donde se afirma que el escritor rebusca en sus experiencias personales para luego mentir con conocimiento de causa. Borges fundamenta sus propuestas narrativas en – por decirlo de alguna manera - la fantasía más pura. Pero también está la propia vida de este escritor de quien, a manera de homenaje con humor, Facundo Cabral dijera que el maestro, salvo vivir, sabía todo. Dependiente de la madre hasta la obsesión, ciego a muy temprana edad, indiferente a la oleada social de su tiempo, antipático por su inteligencia, y casado con Maria Kodama a quien muy pocos quieren aun hoy. En fin, Borges “el unánime”.
A propósito de ello, en La República, aparece un artículo en donde la Kodama declara que el reciente libro en donde se recoge los diarios de Adolfo Bioy Casares – amigo por muchos años de Borges – es una felonía pues contiene datos personales de la amistad este último con Bioy Casares y delata intimidades que demuestran la frialdad de Bioy al ir archivando notas que eran producto de conversaciones personales. La viuda del escritor argentino Jorge Luis Borges, María Kodama, calificó de "felonía" el libro que recoge los diarios del escritor Adolfo Bioy Casares, que contienen intimidades del que fuera su marido. El libro Borges recoge las más de 1.600 páginas que Bioy Casares (1914-1999), también argentino, escribió a lo largo de medio siglo sobre sus conversaciones con Borges (1899-1986), su amigo, a quien conoció en 1931. Kodama dijo que "cuando uno tiene un amigo tiende a bajar la guardia" y consideró que Bioy actuó "con una gran frialdad" después de una amistad de varios lustros. Además, señaló que se siente "satisfecha" con todos los homenajes a Borges por el vigésimo aniversario de su muerte.
Borges es un texto que Bioy empezó en 1997 con Daniel Martino, su albacea, a partir de sus agendas en que anotó detalles de la vida cotidiana de Borges, sus amores, manías o preocupaciones.

No importa cómo lo diga, pero Borges es más importante e inmortal por lo que escribió más que por la manera como vivió.

sábado, 9 de diciembre de 2006

Evento


Primer festival contra la agresión infantil
NO TE PASES

Este evento se llevará a cabo gracias a la iniciativa de Save the Children este domingo 10 de diciembre (día mundial de los Derechos Humanos) desde el mediodía en la plaza Washington, a la altura de la cuadra 6 de la av. Arequipa. Habrá stands informativos, un taller de poesía al paso, capoeira, cuentacuentos a cargo de Francois Valleys, y cerrando el evento, un concierto con el grupo hip hop Ángeles D-1, Pochi Marambio y Coki Kaya y la banda reggae Bareto.

Vayan.

viernes, 8 de diciembre de 2006

LENNON, 26 AÑOS DESPUES DE SU MUERTE



Una leyenda viva

JOHN LENNON

por Cuculí



Él comparó a los Beatles con Jesucristo, él incitó a las filas de platea a agitar sus joyas en vez de aplaudir. El es uno de los artistas más fieles a sí mismo, alguien que se atrevió a sacarse la ropa para protestar contra Vietnam y le devolvió la medalla a la reina de Inglaterra para protestar por la intervención británica en Biafra, luchó como muy pocos por lo que realmente creía y como él mismo dice en una de sus canciones, la más conocida tal vez: “pueden decir que soy un soñador pero no soy el único espero que algún día se unan a nosotros y el mundo será uno” y es así precisamente como muchos lo llamaban “soñador” pero su nombre Jonh Lennon, el muy odiado y amado Lennon, con una conciencia de la vida que pocos manejan. Creía realmente en la mente positiva, la paz y el amor, y vivió para ello para ver su sueño cumplido.
Paradójicamente, John fue baleado por un fanático que le vació encima el contenido de un revolver Charter Arms calibre 38, con cinco tiros le arrebato la vida a Lennon y a nosotros nos quito más que un músico, rebelde o justiciero, si no nos quito una inspiración, un ejemplo de vida, Lennon se fue, pero nos dejo mas que simples disco, nos dejo toda su vida para aprender a vivir, a hablar con verdad, a amar con pasión, a creer en nosotros mismos y en nuestros ideales.
Hoy 8 de diciembre en la explanada de la Feria Internacional del Pacífico a las 6:00 de la tarde, se llevará a cabo un homenaje a la vida de este gran hombre. Después de 26 años de su muerte, jóvenes y no tan jóvenes, podremos recordar las canciones más significativas de Lennon y Los Beatles.


jueves, 7 de diciembre de 2006

Cuento de Navidad por Truman Capote

Una Navidad

PRIMERO, UN BREVE PREÁMBULO autobiográfico. Mi madre, mujer excepcionalmente inteligente, era la chica más guapa de Alabama. Todo el mundo lo decía, y era verdad. A los dieciséis años se casó con un hombre de negocios de veintiocho que provenía de una buena familia de Nueva Orleans. El matrimonio duró un año. Ella era demasiado joven tanto para ser madre como para ser esposa; era además demasiado ambiciosa: quería ir a la universidad para tener una carrera. De modo que dejó a su marido; y, por lo que a mí se refiere, me puso al cuidado de su numerosa familia de Alabama.
Durante años, rara vez vi a ninguno de mis padres. Mi padre tenía asuntos en Nueva Orleans, y mi madre, tras graduarse, empezaba a abrirse camino por sí misma en Nueva York. En lo que a mí me concernía, ésta no era una situación desagradable. Era feliz donde me hallaba. Tenía a muchos parientes amables conmigo, tías y tíos y primos y, especialmente, "a una" prima ya mayor, con el pelo canoso, una mujer ligeramente tullida llamada Sook. Miss Sook Faulk. Tenía otros amigos, pero ella era, con mucho, mi mejor amiga. Fue Sook quien me habló de Papá Noel, de su barba abundante, su traje rojo y su ruidoso trineo cargado de regalos, y yo la creí, del mismo modo que creía que todo era voluntad de Dios, o del Señor, como siempre le llamó Sook. Si tropezaba, o me caía del caballo, o pescaba un gran pez en el riachuelo, bueno, para bien o para mal, todo era por voluntad del Señor. Y eso fue lo que dijo Sook al recibir las alarmantes noticias de Nueva Orleans: mi padre quería que yo fuera a pasar con él la Navidad.
Lloré. No quería ir. Nunca había salido de aquella aislada y pequeña ciudad de Alabama, rodeada de bosques, granjas y ríos. Jamás me acostaba sin que Sook me peinara el pelo con los dedos y me besara para darme las buenas noches. Además, me asustaban los extraños, y mi padre era un extraño. A pesar de haberlo visto varias veces, su imagen se confundía en mi memoria; ignoraba qué aspecto tenía. Pero como decía Sook: "Es la voluntad del Señor. Y, quién sabe, Buddy, quizás hasta veas la nieve".
¡Nieve! Hasta que aprendí a leer por mí mismo, Sook me leyó muchos cuentos, y parecía haber cantidad de nieve en la mayoría de ellos. Deslumbrantes copos de ensueño deslizándose por los aires. Era algo con lo que soñaba; algo mágico y misterioso que deseaba ver y sentir y tocar. Por supuesto, ni Sook ni yo nunca lo habíamos hecho; ¿cómo habríamos podido hacerlo viviendo en un lugar tan caluroso como Alabama? No sé cómo pudo pensar que yo vería nieve en Nueva Orleans, ya que Nueva Orleans es aún más calurosa. Pero qué más da. Intentaba infundirme coraje para emprender el viaje.
Me dieron un traje nuevo. Me colgaron en la solapa una tarjeta con mi nombre y mi dirección. Eso, por si me perdía. El caso es que iba a hacer el viaje solo. En autobús. En fin, todos pensaron que estaría a salvo con mi tarjeta. Todos, excepto yo. Estaba asustado; enfadado. Furioso con mi padre, ese extraño, que me forzaba a abandonar mi casa y a separarme de Sook por Navidad.
Se trataba de un viaje de más de setecientos kilómetros, poco más o menos. Mi primera parada fue Mobile. Allí, cambié de autobús, y viajé horas y horas por tierras pantanosas a lo largo de la costa hasta llegar a una ciudad ruidosa, con tranvías tintineantes y mucha gente peligrosa con pinta extranjera.
Era Nueva Orleans.
Y, de pronto, al bajar del autobús, un hombre me rodeó con sus brazos y me exprimió la respiración; reía y lloraba; un hombre alto y apuesto, riendo y llorando. Dijo:
-¿No me conoces? ¿No conoces a tu padre?
Yo había enmudecido. No dije una sola palabra hasta que, al fin, mientras íbamos ya en un taxi, le pregunté:
-¿Dónde está?
-¿La casa? No muy lejos.
-No, la casa no. La nieve.
-¿Qué nieve?
-Creía que habría un montón de nieve.
Me miró con extrañeza, pero acabó por reír.
-Nunca ha nevado en Nueva Orleans. Al menos que yo sepa. Pero escucha: ¿oyes ese trueno? Seguro que va a llover.
NO sé qué es lo que más me asustaba, si el trueno, los fulminantes rayos que lo seguían, o mi padre. Aquella noche, al acostarme, seguía lloviendo. Recité mis oraciones y recé para estar pronto de vuelta en casa con Sook. No sabía cómo iba a poder dormirme sin que ella me diera el beso de las buenas noches. Lo cierto es que no conseguía dormirme, de modo que me puse a pensar en lo que iba a traerme Papá Noel. Quería un cuchillo con el mango de nácar. Y un gran rompecabezas. Un sombrero de cowboy con un lazo de rodeo. Un rifle BB para matar gorriones. (Años más tarde, tuve una escopeta BB con la que maté un sinsonte y un mirlo, y jamás he podido olvidar cuánto lo sentí y cuánta pena me dio; nunca volví a matar otra cosa, y todos los peces que pesqué los devolví al agua). También quería una caja de lápices. Y, más que cualquier otra cosa, una radio, pero sabía que era imposible: no conocía ni a diez personas que tuvieran radio. Recordarán que era la época de la Depresión, y en el Profundo Sur eran escasas las casas que tenían radio o refrigerador.
Mi padre tenía las dos cosas. Parecía tenerlo todo: un coche con el asiento trasero descubierto, por no hablar de una casita color rosa en el Barrio Francés, con balcones de hierro forjado y un patio interior ajardinado, lleno de flores y refrescado por una fuente en forma de sirena. También tenía media docena, por no decir toda una docena, de amigas. Al igual que mi madre, mi padre no había vuelto a casarse; pero los dos tenían admiradores asiduos, y, quisiéranlo o no, antes o después recorrieron el camino del altar; en realidad, mi padre lo recorrió seis veces.
Pueden, pues, comprobar que tenía un gran encanto; y, de hecho, parecía seducir a la mayoría de la gente, a todos menos a mí. Eso era lo que me azaraba tanto, siempre arrastrándome de aquí para allá para que conociera a sus amigos, a todos, desde el banquero hasta el barbero que le afeitaba cada día. Y, naturalmente, a todas sus amigas. Y lo que es peor: se pasaba el tiempo besándome, achuchándome y presumiendo de mí. ¡Me sentía tan avergonzado! Primero, no había nada de qué presumir. Yo era un auténtico chico de campo. Creía en Jesús y rezaba concienzudamente mis oraciones. Estaba convencido de que existía Papá Noel. Y, en mi casa de Alabama, excepto para ir a la iglesia, nunca llevaba zapatos, ni en invierno ni en verano.
ERA una auténtica tortura ser arrastrado por las calles de Nueva Orleans dentro de aquellos zapatos fuertemente atados, calientes como el infierno, tan pesados como el plomo. No sé qué era peor, si los zapatos o la comida. En mi casa estaba acostumbrado al pollo a la parrilla, a las verduras estofadas, a las judías con mantequilla, a pan de maíz y a otras cosas reconfortantes. ¡Pero esos restaurantes de Nueva Orleans! Nunca olvidaré mi primera ostra, era como un mal sueño deslizándose por mi garganta; tuvieron que transcurrir décadas antes de que volviera a tragar otra. En cuanto a toda esa comida criolla cargada de especias, sólo pensarlo me da acidez. No señor, yo añoraba las galletas recién sacadas del horno, la leche fresca de vaca y la melaza casera.
Mi pobre padre no tenía ni idea de cuán desgraciado era yo, en parte porque nunca dejé que lo notara ni porque jamás se lo dije; en parte porque, aunque mi madre protestara, él se las había ingeniado para conseguir mi custodia legal durante las vacaciones de Navidad.
Me decía:
-Di la verdad, ¿no quieres venir a vivir aquí conmigo, en Nueva Orleans?
-No puedo.
-¿Qué significa que no puedes?
-Añoro a Sook. Añoro a Queenie; tenemos un conejito de Indias muy divertido. Lo queremos mucho.
Dijo mi padre:
-¿Es que a mí no me quieres?
Dije yo:
-Sí.
Pero la verdad es que, a excepción de Sook y de Queenie y de unos pocos primos y de un retrato de mi hermosa madre al lado de la cama, no tenía una idea muy clara de lo que significaba querer.
Pronto lo descubrí. La víspera de Navidad, mientras caminábamos por Canal Street, me paré en seco, extasiado ante un objeto mágico que vi en el escaparate de una gran tienda de juguetes. Era la maqueta de un avión lo bastante grande como para sentarse dentro y pedalear como en una bicicleta. Era verde y tenía una hélice roja. Estaba convencido de que, si pedaleaba con la suficiente energía, ¡el avión despegaría y levantaría el vuelo! ¡Habría sido en todo caso fantástico! Ya podía ver a mis primos allí abajo mientras yo volaba por entre las nubes. ¡Ver para creer! Reí; reí y reí. Fue la primera vez que mi padre pareció sentirse a gusto conmigo, aunque no sabía qué me había parecido tan divertido. Aquella noche recé para que Papá Noel me trajera el avión.
MI padre había comprado ya un árbol de Navidad, y estuvimos un montón de tiempo en un supermercado eligiendo cosas para adornarlo. Entonces cometí un error. Coloqué un retrato de mi madre bajo el árbol. En el momento en que mi padre lo vio, se puso pálido y empezó a temblar. Yo no sabía qué hacer. Pero él sí. Fue hacia un armario y sacó de él una botella y un vaso largo. Reconocí la botella porque todos mis tíos de Alabama tenían muchas exactamente iguales. ¡Puro Moonshine, licor destilado ilegalmente durante la Prohibición! Llenó el vaso y se lo bebió de un trago. Hecho esto, fue como si el retrato se hubiera desvanecido.
Esperé, pues, la Nochebuena y el siempre excitante advenimiento del orondo Papá Noel. Por supuesto, jamás había visto ese pesado y ruidoso gigante con la panza hinchada dejarse caer por la chimenea y exhibir alegremente su generosidad bajo un árbol de Navidad. Mi primo Billy Bob, que era un miserable enanito, pero que tenía un cerebro como un puño de hierro, afirmaba que todo eso era una tontería, que no existía semejante criatura.
-¡Vaya! -dijo-. Creer que un Papá Noel existe es como creer que una mula es un caballo.
Esta disputa tenía lugar en la plaza del pequeño juzgado. Le contesté:
-Existe un Papá Noel porque lo que hace es voluntad del Señor, y todo lo que es voluntad del Señor es verdad.
Y, escupiendo en el suelo, Billy Bob se alejó:
-¡Bueno, al parecer, tenemos a otro predicador entre nosotros!
Siempre me hacía a mí mismo la promesa de no dormir en Nochebuena, quería oír el baile saltarín del reno en el tejado y quedarme allí, al pie de la chimenea, esperando a Papá Noel para saludarle. Y, en aquella Nochebuena en particular, nada me parecía más fácil que permanecer despierto.
LA casa de mi padre tenía tres pisos y siete habitaciones, algunas espaciosas, sobre todo las tres que daban al jardín del patio: el salón, el comedor y una sala de música para los que querían bailar, tocar música y jugar a las cartas. Los dos pisos superiores estaban adornados con balcones de hierro forjado, cuyos intrincados barrotes verde oscuro se hallaban delicadamente entrelazados con buganvilla y rizadas guirnaldas de orquídeas, planta ésta que parece un lagarto chasqueando su lengua roja. Era el tipo de casa ostentosa con suelos encerados, algún mimbre por aquí y algún terciopelo por allá.
Podría haber sido confundida con la casa de un rico; era más bien la casa de un hombre con pretensiones de elegancia. Para un pobre (pero feliz) chico descalzo de Alabama, era todo un misterio el modo en que se las arreglaba para satisfacer esta aspiración.
No había en cambio misterio alguno en lo que se refiere a mi madre, quien, tras graduarse en la universidad, se esforzaba por ejercer todos sus encantos mientras luchaba por encontrar en Nueva York al novio adecuado que pudiera permitirse vivir en pisos de Sutton Place y adquirir abrigos de marta cebellina. No, los recursos de mi padre le eran de sobra conocidos, aunque nunca mencionara el asunto hasta años después, cuando ya había podido comprarse collares de perlas que colgaban de su cuello envuelto en pieles.
Había ido a visitarme a uno de esos internados esnobs de Nueva Inglaterra (donde mi enseñanza era costeada por su rico y generoso marido), cuando algo que comenté la enfureció; gritó:
-¡Conque no sabes por qué vive tan bien! Yates y cruceros por las islas griegas. Pues por ¡sus mujeres! Piensa en esa larga lista. Todas viudas. Todas ricas. Muy ricas. Y todas mucho mayores que él.
Demasiado viejas para que cualquier joven sensato se case con ellas. Es por lo que eres su único hijo. Y ésta es la razón por la que jamás volveré a tener otro; yo era demasiado joven para tener hijos, pero él era una bestia, acabó conmigo, me estropeó.
"Just a gigolo, everywhere I go, people stop and stare... Moon, moon over Miami... This is my first affair, so please be kind... He, mister, can you spare a dime?... Just a gigolo, everywhere I go, people stop and stare..." (1)
Mientras estuvo hablando (yo intentaba no escuchar, porque, al decirme que mi nacimiento había acabado con ella, estaba ella acabando conmigo), estas melodías, u otras semejantes, rondaban por mi cabeza.
(1) Célebre canción ligera de la época (N. de la T.) Me ayudaban a no escucharla, y me recordaban la extraña e inolvidable fiesta que dio mi padre en Nueva Orleans en aquella Nochebuena.
Iuminaron el patio de velas, al igual que las tres habitaciones que daban a él. La mayoría de los invitados estaban reunidos en el salón, donde un pálido fuego en la chimenea arrancaba destellos al árbol de Navidad; otros muchos bailaban en la sala de música y en el patio a los acordes de un gramófono. Tras haber sido presentado a los invitados y agasajado por todos, me enviaron arriba; pero, desde la terraza detrás de la contraventana francesa de la puerta de mi habitación, podía ver toda la fiesta, observar a las parejas mientras bailaban. Vi a mi padre bailando un vals con una mujer elegante alrededor del estanque que rodeaba la fuente de la sirena. Era realmente elegante, y llevaba un ligero vestido plateado que relucía a la luz de las velas; pero era mayor, como mínimo diez años mayor que mi padre, quien, en aquella época, tenía treinta y cinco.
De pronto me di cuenta de que mi padre era, con mucho, el más joven de su fiesta. Ninguna de las mujeres, por encantadoras que fueran, era más joven que la esbelta bailadora de vals con el ondulante traje plateado. Lo mismo ocurría con los hombres, quienes, en su mayoría, fumaban aromáticos puros habanos; más de la mitad eran lo suficientemente viejos como para ser padres de mi padre. Vi entonces algo que me hizo parpadear. Mi padre y su ágil acompañante se habían desplazado sin dejar de bailar hasta un lugar semioculto por las orquídeas; se abrazaban y se besaban. Me quedé tan sobrecogido, tan furioso, que corrí a mi habitación, salté dentro de la cama y me tapé la cabeza con las sábanas. ¿Qué podía querer mi joven y apuesto padre de una vieja como aquélla? ¿Y por qué toda esa gente de ahí abajo no se iba de una vez para que Papá Noel pudiera entrar? Permanecí despierto durante horas oyendo cómo se marchaban los invitados y, cuando mi padre dio las buenas noches por última vez, oí cómo subía las escaleras y abría la puerta de mi dormitorio para echar un vistazo; pero me hice el dormido.
Muchas cosas ocurrieron que me mantuvieron despierto toda la noche. Primero, las pisadas, el ruido de mi padre subiendo y bajando las escaleras, respirando con dificultad. Tenía que ver qué hacía. De modo que me escondí en el balcón, entre la buganvilla. Desde allí tenía una visión completa del salón, del árbol de Navidad y de la chimenea, donde todavía ardían pálidas llamas. Además, podía ver a mi padre. Caminaba a gatas por debajo del árbol disponiendo una pirámide de paquetes. Envueltos en papel púrpura, y rojo y dorado, y azul y blanco, crujían levemente cuando él los movía. Me sentía aturdido, ya que lo que veía me obligaba a reconsiderarlo todo. Si se suponía que estos regalos eran para mí, obviamente no habían sido enviados por el Señor ni repartidos por Papá Noel; no, eran regalos comprados y envueltos por mi padre. Lo que significaba que mi detestable primito Billy Bob, y otros tan detestables como él, no mentían cuando se burlaban de mí y me decían que no existía Papá Noel. El peor pensamiento era: ¿sabía Sook la verdad y me había mentido? No, Sook nunca me habría mentido. Ella creía. Eso era, aunque tuviera sesenta y tantos años, de alguna manera era al menos tan niña como yo.
Estuve observando hasta que mi padre terminó su tarea y apagó las pocas velas que aún quedaban encendidas. Esperé hasta asegurarme de que estaba en la cama y dormía. Entonces me deslicé hasta el salón, que todavía olía a gardenias y a puros habanos.
Me senté allí a pensar: Ahora seré yo quien tenga que decirle la verdad a Sook. Una ira, un extraño rencor, crecía en mi interior: no iba dirigido a mi padre, aunque acabara siendo él la víctima.
Al amanecer, examiné las tarjetas colgadas en cada uno de los paquetes. Todas decían: "Para Buddy". Todas, excepto una que rezaba: "Para Evangéline". Evangéline era una negra ya mayor que bebía Coca-Cola todo el día y que pesaba ciento cincuenta kilos; era el ama de llaves de mi padre -también lo había criado ella-.
Decidí abrir los paquetes: era la mañana de Navidad, estaba despierto, ¿por qué no? No me tomaré la molestia de describir lo que había dentro: sólo camisas, jerséis y tonterías por el estilo. Lo único que me gustó fue una soberbia pistola de pistones. Sin saber por qué, se me ocurrió que sería divertido despertar a mi padre con un tiro. Y lo hice. "Bang". "Bang". "Bang".
Se precipitó fuera de la habitación, con los ojos de par en par. "Bang". "Bang". "Bang".
-Buddy, ¿qué diablos crees que estás haciendo? "Bang". "Bang". "Bang".
-¡Para eso de una vez!
Me reí.
-Mira, papá. Mira cuántas cosas maravillosas me ha traído Papá Noel.
Más calmado, entró en el salón y me abrazó. -¿Te gusta lo que te ha traído Papá Noel?
Le sonreí. Él me sonrió. Fue un largo momento de ternura que se rompió cuando dije:
-Sí, papá, pero ¿qué me vas a regalar tú?
SU sonrisa se esfumó. Sus ojos se entrecerraron con suspicacia; podía leerse en su cara la sospecha de que yo le había tendido una trampa. Pero entonces se sonrojó, como si se avergonzara de pensar en lo que estaba pensando. Palmeó mi cabeza, carraspeó y dijo: "Bueno, había pensado que era mejor esperar y dejar que eligieras algo que desearas realmente. ¿Hay algo que quieras muy particularmente?"
Le recordé el avión que habíamos visto en la tienda de juguetes de Canal Street. Su rostro asintió. Oh, sí, recordaba el avión y cuán caro era. La cuestión es que, al día siguiente, yo ya estaba sentado en el avión, soñando que me elevaba hacia el cielo, mientras mi padre rellenaba un talón para el feliz vendedor. Habíamos hablado de cómo se transportaría el avión hasta Alabama, pero me mostré firme, insistí en que tenía que ir conmigo en el autobús que tomaba a las dos de aquella misma tarde. El vendedor lo solucionó llamando a la compañía de autobuses, que dijo que podrían arreglarlo con facilidad.
Pero todavía no me había librado de Nueva Orleans. El problema ahora era una gran petaca de Moonshine; puede que fuera por mi partida, pero el hecho es que mi padre había estado dándole al trago todo el día y, camino de la estación, me asustó al cogerme de las muñecas y susurrarme con amargura:
-No voy a dejar que te vayas. No puedo dejar que vuelvas con esa familia de locos a ese viejo caserón de locos. Hay que ver lo que han hecho contigo. ¡Un niño de seis años, casi siete, hablando de Papá Noel! Todo es culpa suya, de esas viejas solteronas agriadas, con sus Biblias y sus calcetas, de esos tíos tuyos, todos borrachos. Escúchame, Buddy. ¡Dios no existe! No existe ningún Papá Noel. Me apretaba las muñecas con tanta fuerza que me hacía daño.
-A veces, santo cielo, pienso que tu madre y yo, los dos, deberíamos pegarnos un tiro por haber permitido que esto ocurriera.
(Él nunca se quitó la vida, pero mi madre sí: pasó a mejor vida hace treinta años).
-Dame un beso. Por favor. Por favor. Dame un beso. Dile a tu papá que le quieres.
Pero yo no podía hablar. Estaba aterrado de perder el autobús. Y me preocupaba el avión, atado con correas a la baca del taxi.
-Dilo: "Te quiero". Dilo. Por favor. Buddy. Dilo.
Por suerte para mí, el taxista era un hombre de buen corazón.
Si no hubiera sido por su ayuda, la de unos mozos eficaces y la de un amable policía, no sé qué hubiera ocurrido al llegar a la estación. Mi padre se tambaleaba tanto que apenas podía andar, pero el policía habló con él, le serenó, le ayudó a mantenerse derecho, y el taxista prometió devolverlo a casa sano y salvo. Sin embargo, mi padre no se iría hasta ver cómo los mozos me acomodaban en el autobús.
Una vez dentro, me acurruqué en el asiento y cerré los ojos. Sentía un extraño malestar. Un dolor agobiante que me hería por todas partes. Pensé que, si me sacaba los pesados zapatos de ciudad, auténticos monstruos torturadores, aquella agonía remitiría. Me los quité, pero el misterioso dolor no me abandonó. En cierto modo, nunca más me abandonó; nunca más lo hará.
Doce horas más tarde estaba en casa, en cama. La habitación estaba a oscuras. Sook, sentada a mi lado, se balanceaba en una mecedora; un sonido tan sedante como el de las olas en el océano. Había intentado contarle todo lo que había ocurrido, y tan sólo me detuve cuando me quedé tan ronco como un perro aullador. Me pasó los dedos por el pelo y dijo:
-Por supuesto que existe Papá Noel. Sólo que es imposible que una sola persona haga todo lo que hace él. Por eso el Señor ha distribuido el trabajo entre todos nosotros. Por eso todo el mundo es Papá Noel. Yo lo soy. Tú lo eres. Incluso tu primo Billy Bob. Ahora ponte a dormir. Cuenta estrellas. Piensa en la cosa más apacible. Como la nieve. Siento que no llegaras a verla. Pero ahora la nieve cae por entre las estrellas.
Las estrellas destellaban, la nieve se arremolinaba dentro de mi cabeza; la última cosa que recordé fue la voz serena del Señor encomendándome algo que hacer. Y, al día siguiente, lo hice. Fui con Sook a la oficina de correos y compré una postal de un penique. Hoy, todavía existe esa postal. Fue encontrada en la caja de caudales de mi padre cuando murió, el año pasado. Esto es lo que le había escrito: "Hola papá espero que estés bien como yo y estoy aprendiendo a pedalear muy rápido en mi avión estaré pronto en el cielo así que mantén los ojos abiertos y sí te quiero Buddy".

martes, 5 de diciembre de 2006

Programación



Programación 6 de diciembre


4:00 pm. Conferencia "El desafío de la formación de los jóvenes en valores" dicta Luis Enrique Ascoy
5:30 pm. Ciclo de charlas "Qué comer, qué leer: libros que sana" dicta Maritza de Gallia
7:00 pm. Presentación del libro "El Perú de Yerovi" de Nicolás Yerovi
8:30 pm. Presentación del libro "Historias de Verdugos" de Carlos Calderón Fajardo

sábado, 2 de diciembre de 2006

LIBRO INDISPENSABLE


Panhispánico

La lengua española es tan simple como a la vez compleja. Esto, por supuesto, genera muchas dudas sobre la correcta forma de decir una u otra cosa.

Todos estos problemas se deben, principalmente, a que no existen reglas de contrucción perfectamente definidas y las pocas reglas que se tienen están plagadas de excepciones. Si bien toda la complejidad del lenguaje tiene un sustento histórico, es una opinión común que debería haber una reforma para simplificar todo este lío de manera que sea la normativa sea más eficiente en esto de ser instrumento de comunicación, en todo caso, el fin mayor del lenguaje.
Mientras esperamos que se reforme la lengua español, sólo nos queda alinearnos con la Real Academia Española que ha puesto en línea, desde hace algún tiempo, el Diccionario Panhispánico de Dudas. Que al igual que el Diccionario de la Lengua Española es una herramienta de consulta invaluable. Invaluable no sólo para quien esté vinculado directamente con los asuntos de la palabra, sino para todo aquel que tenga que usar el código verbal en cualquier circunstancia, es decir: todos.