lunes, 31 de diciembre de 2007

RICHAR PRIMO SILVA, EL ESCRIBIDOR


UN BUEN AÑO 2008


El Escribidor les expresa a todos sus amigos y lectores el deseo sincero de que las cosas mejoren para el 2008. Cada uno tendrá un balance de lo que ha sido este año. Las cuentas que - según cada quien - pueden estar en azul o en rojo, nunca se van por completo; pero es una buena fecha para marcar los cambios que se piensan hacer, las correcciones necesarias, las mejoras convenientes, las reiteraciones.

La blogósfera, que es un fenómeno tecnológico cultural de los tantos que nos vienen mareando con su vertiginoso zumbido, ha servido para abrir nuevas formas de comunicación. Los resultados de este reacomodo en las comunicaciones por segmentos aún no se pueden determinar ni mucho menos; pero aquí están, marcando pautas para una nueva forma de entender el tiempo que nos ha tocado vivir. Habrá tiempo para hablar de todo ello.

Por ahora, mis saludos y mi agradecimiento a los constantes lectores que van haciendose mis amigos y amigas. A los que me criticaron porque, ciertamente, aprendí de ellos; a los que simplemente me quieren por encima de mis aciertos y demasiados errores. A los que esperan algo mejor de mí para este año. Prometo presentar las obras que estuvieron en proceso este difícil año. Prometo seguir intentando estar presente en todo lo que sea útil.
En fin, no me queda otra que suscribirme y parafrasear al vapuleado Alfredo Bryce para despedirme diciendo que una de las razones por las que escribo es porque me gusta que mis amigos me quieran. Escribir ha sido el camino para tener tantos amigos a quienes aprecio totalmente.
QUE 2008 SEA UN MEJOR AÑO PARA TODOS LOS QUE QUIERAN VIVIRLO ASÍ

jueves, 27 de diciembre de 2007



MANUEL PUIG
Escritor hubiera cumplido este mes 75 años

Me encuentro con una noticia cultural prometedora: para 2008 se alista la puesta en escena de "El beso de la mujer araña" una adaptación más de la imprescindible novela - con el mismo título - del fallecido escritor argentino Manuel Puig. El montaje está pensado para octubre en la Plaza-ISIL y será dirigido por Chela de Ferrari y contará con Paul Vega y Rodrigo Sánchez Patiño como únicos protagonistas de aquel drama carcelario sobre el amor y la tolerancia.

A propósito de ello, encuentro en El Comercio un recordatorio sobre ManuelPuig (1932 -1990). Cuando alguna vez le preguntaron a Manuel Puig por qué no volvió a la Argentina tras la caída de la dictadura militar, como la mayor parte de los intelectuales argentinos, el autor de "Boquitas pintadas" respondió: "Cuando todos estaban en el exilio, ninguno se interesó por mi suerte, nunca. Sobreviví con mis medios. Fue demasiado fuerte el rechazo que sentí".
En efecto, Puig y su obra resultan insulares en la tradición literaria argentina, poco tolerante a la provocación pop y la sensibilidad homosexual del autor. Puig siempre lamentaba cómo el periodismo y la crítica literaria de su país habían ignorado durante años la aparición de una novela tan emblemática como "El beso de la mujer araña". Entonces eran los tiempos del presidente Alfonsín y la censura en su país era solo un mal recuerdo, pero a Puig se lo había condenado al silencio.

El 28 de diciembre, Puig hubiera cumplido 75 años. Dejó una obra de indiscutible calidad aun cuando en su tiempo no alcanzó el reconocimiento debido. Manuel Puig estuvo entre quienes buscaron refrescar la formalidad de la novela con técnicas cinematográficas como el montaje, el desplazamiento o la asociación de ideas. De la misma manera, replanteó recursos provenientes de los géneros llamados menores, como el folletín, el radioteatro o la telenovela.


Un video en donde se observa uno de los tantos montajes que se han dado sobre la novela de Manuel Puig.

miércoles, 26 de diciembre de 2007



EL RETORNO DEL ESPAÑOL
A LAS FILIPINAS




La lengua castellana mancomuna a más veinte países, aparte de enormes comunidades que mantienen vigente a la lengua de Cervantes en lugares tan opuestos como el norte de África así como en Estados Unidos de Norteamérica, este último con un marcado avance cultural y demográfico de la comunidad castellana.
Por supuesto que todavía subsiste la nostalgia por aquellas lenguas amerindias que van diluyéndose en el panorama de una América latina de rostro cada vez más castizo. El castellano es la lengua que actualmente integra a más de quinientos millones de habitantes de esta tierra y su progresión se reconoce como una fortaleza en el intrincado mundo contemporáneo de la globalización; pero ese es otro asunto que escapa de la intención de este post. La noticia que quería remarcar es que la lengua castellana ha regresado a la oficialidad en Filipinas.

La presidenta Gloria Macapagal Arroyo anuncia que el español como acto de habla y escritura regresará a Filipinas a través de la enseñanza escolar y con el apoyo del mismo Estado asiático. La nota dice, en tono vehemente, que vuelve la lengua de Cervantes de donde nunca debió irse pues, no obstante su proscripción por los norteamericanos durante casi cuarenta años desde el inicio del siglo XX y su marginalidad provocada desde la independencia del archipiélago en 1946. Lo cierto es que en ese período el español permaneció como parte de la cultura hispanolatina universal en el alma de ese pueblo en el oriente extremo. Ese es el cordón umbilical que une a los filipinos con los iberoamericanos en el inicio de este siglo XXI y allí reside también toda la importancia de la lengua castellana para la presencia y expansión cultural y comercial en curso de los latinoamericanos en el Asia.
En otro párrafo de la nota se comenta que la jefa del Ejecutivo de Manila había dado órdenes al ministerio de educación de su país para que se dispusieran medidas dirigidas a "promover la enseñanza del español en las escuelas e instituciones de educación" en los distintos niveles y modalidades de preparación formal.
La lengua española fue proscrita por la autoridad norteamericana que puso punto final al Imperio en el Pacífico y el Caribe, en 1898. Desde principios del siglo XX y hasta la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, el uso de la lengua ibérica fue una forma de resistencia a la presencia de los Estados Unidos en las islas. En la segunda mitad del siglo, posterior a la derrota del Japón y su corta presencia en Filipinas, el uso del español declinó de manera vertical con la voluntad indirecta, o abierta, de la nueva élite filipina, ya educada en inglés. No obstante, siguió siendo una de las tres lenguas oficiales del país hasta la década de los años 70, cuando el gobierno de Ferdinando Marcos la marginó como forma de expresión del Estado. Después, en 1987, la presidenta Corazón Aquino, mediante reforma constitucional, desplazó al español de la educación formal.

De otro lado, como para reforzar la intensidad de este hecheo, se recuerda que en el año 2005, el Brasil introdujo la obligatoriedad de la enseñanza del castellano en todo el espectro educativo lo que agregaría otros doscientos millones de hablantes. Asimismo, Puerto Rico nunca dejó de hablar y expresar su universo vital en lengua hispana, aun cuando desde 1898 hasta hoy, siguió como en Filipinas con imposición del inglés.
Aunque en el caso de la isla caribeña se mantuvo el vínculo de soberanía con los Estados Unidos, lo cierto es que los portorriqueños jamás han aceptado reemplazar al español por el inglés y mantienen a este último como una herramienta de apoyo y trabajo que amplía las posibilidades de la gente en términos de relación global, sin sacrificio del español para el uso diario, político y cultural.

miércoles, 19 de diciembre de 2007


EGUREN...
Y LA CULTURA EN EL PERÚ



NOTA: El escribidor, como algunos otros hominidos que se dedican en parte a la docencia, tiene mucho trabajo de conclusión e informes que presentar en diciembre. Por esa razón, esta zona está algo floja de post por estos días. Gracias por la preocupación de los amigos.
Ahora bien, entre las documentos que llegan a mi correo, he encontrado un encendido artículo reenviado por un amigo, quien difunde incansablemente las notas culturales que recoge de todos lados. El artículo le pertenece a Jorge Secada y, con las disculpas por los recortes hechos por cuestión de espacio, transcribo parte del documento porque, ciertamente, toca un problema sobre lo que se entiende como protección del patrimonio cultural. Esto a propósito de una campaña para adquirir la casa donde vivió el poeta José María Eguren.


Por Jorge Secada:

No existe un archivo con los manuscritos de José María Eguren. Yo tengo dos cuadernos suyos con recortes y algunos apuntes, los que recibí como herencia de manos de una tía mía a quien se los había dejado a su vez una sobrina del poeta. Efectivamente, sus papeles están desperdigados en manos particulares y muchos probablemente ya se han perdido para siempre. Sin embargo, al enterarse que la casa donde vivió Eguren estaba en venta, a varios periodistas, literatos y críticos no se les ocurrió mejor idea que insistir en que el estado a través del Instituto Nacional de Cultura debía gastar doscientosmil dólares y comprarla.

No existe ni una biblioteca en todo el Perú que esté al día con lo publicado en alguna disciplina, ni una sola biblioteca, no importa la disciplina. Ninguna biblioteca peruana puede comprar todo lo que se publica, todo lo importante claro está... sobre historia peruana en el siglo XIX, ni sobre arte colonial peruano, ni sobre la flora y fauna de nuestra amazonía, ... ni mucho menos sobre temas tan elevados y recónditos y distantes de nuestras relevancias como la música de Beethoven, o la mecánica cuántica, o la filología latina.
Tampoco existe en el Perú toda la bibliografía pertinente para el estudio de la poesía peruana de inicios del siglo veinte, los libros y ensayos de teoría e historia literaria que importen para el comentario, el análisis y la interpretación de poetas como Eguren. Y, claro, no hay una sola biblioteca en donde pueda el estudioso encontrar siquiera toda la obra crítica publicada, en libros y en artículos, sobre nuestro primer modernista, como suelen llamarlo. Pero esto no ha impedido que en periódicos y suplementos dominicales se exija que el estado invierta en comprar la casa donde vivió el poeta. Para estos ilustrados es deber del estado velar por nuestra cultura, y en el caso de la literatura velará por ella haciendo de ese lugar un museo, o tal vez un centro cultural en donde realizar recitales.
Semejantes propuestas revelan la peculiar perversión fetichista que subyace a mucho de lo que pasa por la vida del espíritu entre la burguesía intelectual limeña. Cuenta Goethe que alguna vez lo fueron a buscar dos jóvenes a su casa en Estrasburgo. Sin conocerlos pero generoso con la juventud curiosa, el gran sabio los recibió. Los jóvenes se sentaron frente a él sin decir palabra. Como guardaban silencio y apenas si esbozaban una media sonrisa tonta, Goethe les preguntó por el propósito de su visita. “Tan sólo queríamos verlo, ya que es usted tan famoso” respondieron momentos antes de que los despacharan sin ceremonias. Nuestros críticos y periodistas se contentarían con ver estúpidamente la silla vacía de Goethe. Para ellos, honrar a Eguren es contemplar la cama en que durmió, el cuarto por el que andaba, el lápiz que usó, y el plato en el que comió sus guisos. No importa que nuestra Universidad Nacional Mayor de San Marcos no esté en condiciones de tener una hemeroteca literaria, no digamos que de primera, ni siquiera imaginemos que de segunda o tercera, digamos simplemente decentona. No, eso no importa, así no honraríamos a nuestro poeta, para eso tenemos que dar rienda suelta a nuestra imaginación disneificada y pensar en un museo (en este escrito no me refiero, obviamente, a museos de artes visuales o plásticas) o en uno de esos cafetines del intelecto, los centros culturales. Para estos escritores esa es la cultura: museos literarios y espectáculos...
¿Cuánto costaría mantener un archivo con los papeles de Eguren y una mínima biblioteca dedicada a su obra? Un fondo de inversión de medio millón de dólares, administrado conservadoramente como corresponde en estos casos, rendiría lo suficiente para pagarle un sueldo ajustado a un administrador, comprar algunos libros y suscribirse a algunas revistas, y prender, por horas, un deshumedecedor para que no se llenen de hongos los valiosos os documentos del archivo. Pero el actual alcalde de Barranco está invirtiendo sus energías en formar un patronato para juntar doscientos mil dólares y comprar la casa de Eguren dentro de unos meses cuando vuelva a salir a la venta.


Eguren y Machu Picchu: La cultura en el Perú
Jorge Secada
(Le Monde Diplomatique. Edición peruana, noviembre 2007, año I, número 7)

miércoles, 12 de diciembre de 2007


UN BUEN AÑO PARA LA LITERATURA PERUANA
Pero en el país todavía se lee poco ...
y mal




Los siguientes datos parecen, más bien, una paradoja, si tomamos en cuenta los resultados negativos que nos han enviado hacia los últimos lugares sobre calidad educativa en el continente latinoamericano, principalmente en comprensión lectora y construcción textual, este año también.
Resulta que el balance sobre la presencia de la literatura peruana en el ámbito internacional es sobresaliente, por decir lo menos. El suplemento El Dominical dice que En los últimos años se ha venido presentando un fenómeno sin precedentes. El Perú ha sido el invitado de honor sucesivamente en 4 importantes ferias internacionales de libro: Bogotá 2004, Guadalajara 2005, Santiago 2006 y LIBER-Barcelona 2007. Visto así, se podría asumir que en el país hay una fértil tierra que estimula el crecimiento y consolidación de amplia promoción de escritores.

Sin embargo, las estadísticas hablan no solo de un bajo promedio en número de lecturas por año en personas de distintas edades y niveles sociales, sino, lo más grave, de una débil comprensión de lo que se lee.
Para quienes hayan supuesto que aumentando el número de libros de lectura en los programas educativos o comprando más libros en las bibliotecas de las casas se está solucionando el problema, al parecer se han quedado cortos pues todo indica que eso no ha sido suficiente. Un gran número, una cantidad – casi estremecedora – de jóvenes no solo no gusta leer, sino que, si lee, entiende poco o muy poco. No hay que olvidar que la lectura no sólo es una manera de incrementar la información; es, además y principalmente, un ejercicio que permite desarrollar la capacidad de abstracción, el manejo y la organización de conceptos.

La nota de El Dominical que, ciertamente, alegra mucho enfatiza que hay varias razones para interpretar este fenómeno por el cual la literatura peruana ha alcanzado connotación internacional. Una de ellas, es que más allá de escritores consagrados como Mario Vargas Llosa o Alfredo Bryce Echenique, el Perú puede exhibir hoy en día toda una serie de autores laureados a nivel internacional en el último lustro. Otra razón, es el resurgimiento de la actividad editorial en el Perú, esto gracias a la aparición de sellos editoriales como Estruendomudo, Matalamanga, Sarita Cartonera, Mundo Ajeno o Solar, mientras que los Fondos editoriales de Universidades como la Católica, San Marcos, San Martín, Ricardo Palma, o diarios como El Comercio, lanzan permanentemente nuevas ediciones al mercado, sumándose así a los esfuerzos de fondos estatales como los del Congreso de la República o el Instituto Nacional de Cultura.

Por supuesto que las explicaciones para cada una de estas situaciones opuestas no tienen por qué hallar un eje que las entrecruce. O tal vez sí, según cómo se plantee el asunto. No es mi intención llegar a tanto en la mínima nota de un post. Sin embargo, me pareció imprescindible remarcar esta ironía.

martes, 4 de diciembre de 2007

NOTAS DE LA CIUDAD



NO VALE LA PENA

Supongo que las cosas se terminan cuando tienen que terminarse. ¿Le parece que así está bien? Y no sé, le digo, principalmente porque no quiero inmiscuirme más de lo que ya estoy. Bueno, me dice él, luego de un rato de reflexión y con los ojos fijos en la pantalla oscilante de la computadora, siga escribiendo. Nadie puede detener las cosas del corazón y, en ese sentido, no hay nada que agregar a lo que pasó, ya está, así debió quedar, tú por tu lado y yo por el otro; pero tenías que hacerla por la difícil, y eso sí que no lo acepto. ¿O usted qué opina?, me pregunta. Yo solo escribo, le digo. Pero alguna opinión tendrá que tener porque está conociendo la historia. Usted dicta, yo escribo, verifico la ortografía y arregló algunas palabras, ese fue el trato. Siento que me mira con enojo: o sea que usted no sabe no opina como ese porcentaje que sale en las encuestas. Quiero decir - contesto sin quitar la mirada de la pantalla - que yo no me meto en los problema de los demás.
Se lleva una mano al cabello recortado, luego saca un pañuelo con el que repasa su rostro cetrino buscando eliminar el brillo grasoso de su frente. Escriba entonces. La deslealtad, Margarita, es una falta que mata más que el desamor. Tú lo sabes porque a ti te pasó lo mismo y me lo contaste alguna vez y en ese tiempo yo te consolaba. Eso fue cuando todo iba bien entre nosotros ¿Sabía usted que nos iba bien en un tiempo? No ¿Sabía que yo era un hombre feliz? Entonces vuelvo el rostro hacía él: es un hombre cansado, de rostro cincelado por el ejercicio y el rigor de una vida de disciplina. Pretendo encoger los hombros para mostrar indiferencia; pero no me sale muy bien. Ahora yo también quiero sacar un pañuelo para sacarme la fina capa aceitosa que a veces aparece por los nervios.
Siga escribiendo: si acaso algo se estaba jodiendo entre nosotros podrías habérmelo dicho; es decir, tú sabes, tal vez te hubiera hecho el escándalo, pero sabías que yo terminaría entendiéndolo y seguramente se hubiera buscado una solución, y si no la había, me iba a dar cuenta, Margarita, a muchos no nos gusta pedir algo que ya no hay, pero todo hubiera sido por la legal. ¿Qué le parece eso de legal? Callé. ¿Sabía que soy oficial de la policía? ¿Que defiendo la ley? Luego de estar callado por un rato. Claro que la mayoría de los civiles piensa que nosotros nos pasamos la ley por los huevos. Se oye el ruido ronco y envejecido de un automóvil en la calle. Yo no digo nada, miro la pantalla, sólo espero que me dicte más palabras. Estoy pensando en cuál era el segundo nombre de Camila. Me comienzo a inquietar. Ella no me lo había dicho, pero si me contó que no le gustaba ese segundo nombre porque era muy común, aunque reconoció que era el que más usaba o con el que más la conocían. ¿Podría ser?

Pienso. Un hombre me interviene cuando estoy sentado en la pantalla de una computadora de una cabina pública. Me habla muy bajo, pero con una voz determinante. Me pide que le escriba un texto. Le digo que no, que estoy ocupado. Las cabinas están a medio llenar, la música de una radio deambula muy débil por el ambiente. El encargado, un hombre gordo y abúlico, medio dormita sentado cerca de la computadora principal. Nadie se da cuenta de lo que está pasando en la cabina número doce, la más escondida. El hombre vuelve a insistir con demasiada autoridad y yo estoy con la viada y aun no tengo miedo, por lo tanto, me vuelvo a negar con aplomo y casi con desprecio. “Le conviene, amigo”, me dice luego “Hágame caso, le conviene”. Lo miro bien. ¿Cómo podía ser que a esa hora de la tarde se aparezca un tipo a pedirme con tono de amenaza que le redacte una carta.? Vuelvo a mirar a mi alrededor: nadie se había inmutado. Entonces siento que aquél me ganó por intimidación. No estoy seguro si el bulto que se camufla bajo su chompa a la altura de la cintura es un arma, pero él hace toda la pose como para creérmela. Finalmente acepto. Entonces me pone una mano en el hombro como para tranquilizarme y me indica lo que pretende. Y yo pienso que eso me tomará sólo un rato y que lo mejor es dejar pasar el mal rato lo más pronto.

Entiendo que el servicio y mis guardias tan constantes nos tenían separados por mucho tiempo; pero eso ya lo sabías desde que aceptaste estar conmigo. Calla por un rato. Sus ojos se turban. ¿Cuál era el otro nombre de Camila? ¿Se llamaba en verdad Camila? Escriba. Aceptó que es difícil estar con un hombre de mi ocupación. Sé que pocos creen que los de uniforme podemos enamorarnos. Pero a veces sucede que nos enamoramos, como yo lo hice de ti. ¿Usted también piensa que los policías somos una mierda? Paro de teclear: No. Y él: ¡Si cómo no! ¿Por qué hay gente que se mete con la mujer de otro? Se ofusca ¡Carajo! ¿No hay suficientes mujeres por allí? Me mira directamente y presiento que me odia, que me lo va a decir, que no entenderá razones, que yo tampoco las entiendo bien; casi vaticino que va a sacar el arma. Y yo no estoy seguro de Camila.

La traición, Margarita, es lo que más duele, más que un balazo. La confianza que se le empieza a tener a alguien. ¿Entiendes? Me mira. No sé si me está dictando o me está preguntando. No es fácil creer en alguien. Aquí es la selva y cada quien es un pendejo que está buscando sacar provecho y uno tiene que vivir sin creer en nadie. Cierra los puños. Su rostro sigue impasible. Solo sus ojos casi inyectados lo delatan. Por lo demás, pareciera que su rostro no ha aprendido a entristecerse. Yo pienso en Camila y en la estupidez de no haberle preguntado más sobre el novio que tenía. Ella tan solo me dijo una tarde: sí te acepto, ahora somos enamorados, y te quiero. Ahora el hombre me mira otra vez. Suspira. Se queda un largo rato en silencio como como cavilando. Luego dice: No vale la pena.

Guarda su pañuelo. Me pone la mano sobre el hombro. Déjelo así. No vale la pena. Pensaba mandárselo a su correo, pero no vale la pena. Gracias por la molestia. Me vuelve a mirar pero como si ya estuviera alejado: Teniente Silva, de la comisaría de Magdalena del Mar para cuando guste. Adiós.

Luego de una rato, recupero el aliento y el ritmo controlado de mis latidos. Miro las letras en la pantalla y siento la pena total de un hombre ahogándose entre los sustantivos y los verbos que se extienden en esa página sin terminar.
Después llevo el cursor hasta la última línea y comiezo a borrar palabra tras palabra. En verdad, pienso: no vale la pena.

CRITICA DE NOVELA



EL SUSURRO DE LA MUJER BALLENA
Lo que parece ser un simple reencuentro entre dos amigas de la infancia le sirve de excusa al escritor para explorar el poder de la culpa y la necesidad de expiación, las metamorfosis del afecto y los avatares del amor.
Clara Albertengo


Por fin me di tiempo para terminar de leer la más reciente novela de Alonso Cueto, “El susurro de la mujer Ballena” (Planeta 2007). El escribidor le va sacando fragmentos del tiempo a una agenda laboral que, como a casi todos los homínidos, nos consume las mejores del día más en el oficio de sobrevivir que en otra cosa. Pero no hay que quejarse tanto porque siempre habrá una manera de darse tiempo para ir al cine tras una buena película o a una galería o a una función de teatro, claro que siempre con el cronómetro en mano para salir corriendo a una dictar una clase, por ejemplo. Sin embargo, siempre habrá tiempo para leer una buena novela como ésta
La novela de Alonso Cueto narra la historia del reencuentro de Verónica y Rebeca, compañeras de escuela, 25 años después de que interrumpieran su secreta y estrecha amistad. Ambas aparecen, a primera vista, como los polos opuestos dentro de un supuesto modelo de vida triunfador. Verónica es presentada como bella y exitosa: tiene un buen trabajo, periodista de un importante diario, con esposo e hijo, además de un padre con quien mantiene una mediana relación. Rebeca, por el contrario, obesa y marginada desde niña, recuerda que fue objeto de burlas escolares y con el tiempo se ha convertido en una mujer solitaria, amargada y obsesiva. A partir de un encuentro casual entre ambas en un avión, Rebeca comienza a acosar – primero sutilmente y luego hasta casi con una incontrolable obsesión - a Verónica para cobrarle una vieja deuda que solo se llegará a conocer al final del libro.

A partir de una serie de encuentros provocados por Rebeca; pero con la molestia de la otra que intenta evadirlos constantemente, la historia va desatando los nudos que esconden un secreto que ambas comparten desde la escuela. Además de ello - con una sutileza narrativa respetable –el autor va mostrando las incongruencias en la supuesta vida feliz de Verónica y va acercando habilidosamente a los personajes al clímax de la historia en donde se devela el secreto y se vierten los sentimientos y las culpas guardadas.

La delineación de estos dos personajes opuestos muestran a un escritor muy eficiente para incursionar en el mundo femenino: en sus sentimientos, contradicciones, amistades y temores. No me atrevo a decir que sea la mejor novela que haya leído de Alonso Cueto, pero pienso que el oficio lo está acercando a una forma de contar en donde las herramientas narrativas son usadas con mesura, sin aspavientos ni alambicadas tretas verbales; pero con la contundencia necesaria para la construcción de nuevas y consolidadas novelas.