martes, 2 de agosto de 2016

"La pasajera del viento" de Alonso Cueto (Comentario)


Con La viajera del viento,  Editorial Planeta (2016), el escritor Alonso Cueto ha anunciado que cierra su ciclo de novelas  sobre la violencia interna que sufrió el Perú entre los años ochenta y noventa. Quienes hayan leído tanto La hora azul como La pasajera encontrarán que esta novela, La viajera del viento, no solo cierra la trilogía sobre la violencia con una historia que se complementa apropiadamente con las anteriores, sino que también  plantea un  tema  impostergable sobre esa difícil etapa que nos tocó vivir y cuyos efectos aún nos siguen lastimando. El espinoso y difícil paso llamado redención.
Esta propuesta se infiere de la  lectura de la novela, pero también aparece con todas sus letras en la contratapa, en las últimas líneas.  
Ciertamente, no basta con señalar a los responsables que llevaron a los peruanos a esa etapa de violencia y salvajismo extremos, tampoco es suficiente con explicar  las circunstancias que ocasionaron esa explosión social. Los coletazos de ese  estremecedor conflicto aún siguen alcanzándonos. Parte de la trama de esta trilogía narrativa es señalarnos que, entre nosotros,  hay muchos conciudadanos que todavía  sufren los efectos de toda esa tragedia.  Es  pues imprescindible  dar un paso – complicado eso sí - , pero  definitivo hacia la reconciliación que debería ir de la mano de un proceso, aún más complicado,  llamado redención. Por supuesto que este es un asunto que no  le compete directamente a un novelista cuya base de trabajo es la ficcionalidad, sin embargo, se aprecia mucho que haya escritores como Alonso Cueto – y muchos más indudablemente – que asuman este reto de plantear, a través de la literatura, aquellos pasos que se deben dar necesariamente para restañar las heridas que aún no han cicatrizado.

En la trama de La viajera del viento, hay un personaje llamado  Ángel que  vive de mala gana. Trabaja como vendedor en una tienda de Surquillo, que prefiere la soledad a pesar de tener un hermano que lo aprecia mucho. Se entretiene participando en peleas algo clandestinas en donde a veces pierde y en otras ocasiones gana. Aunque todo parece indicar que es más bien un acto de expiación  por algún pecado  que lo agobia silenciosamente.  Un buen  día,  entra  a la tienda una mujer a la que había matado unos años antes, cuando era un soldado destacado en la zona de conflicto contra los subversivos.  Lo que le sorprende no es tanto verla viva sino que ella no lo reconozca. A partir de ese encuentro se desata toda la historia y se desembalsan todos los sentimientos  y remordimientos contenidos.
Reconozco que, en un principio, creí encontrarle a la novela cierto parecido con el libro anterior, La pasajera. Sin embargo, conforme la historia fue avanzando, comprendí que en esta última novela de cierre, efectivamente, ya no solo se planteaba el difícil encuentro con el pasado, sino el simbólico acto de reconciliación con la vida. Hay una nueva muerte de por medio, una reclusión en la cárcel,  y un acto, si se quiere, de redención en la vida de Ángel y de Eliana. Aunque en el caso de ella, todo se infiere al final de la novela en estupendo capitulo cargado de simbolismos que cierra con eficiencia la trama.
Como la novela es reciente, no me atrevo a contar más de ella para que cada lector llegue  su propio descubrimiento y a la valoración de la obra.

Sin embargo, debo expresar que considero que Alonso Cueto, con esta última novela de la trilogía mencionada, ha dejado constancia de cómo la literatura contribuye en la definición de nuestra sociedad sin renunciar al hecho fundamental de una obra literaria: contar una historia que te atrapa desde el comienzo hasta el fin, y que luego te tiene por un largo rato pensando no solo en la historia sino en la vida.