La imagen pareciera no corresponder con el siguiente post pues, en la nota, Giovana Pollarolo da cuenta de la visita que Herta Müller, flamante ganadora del Nobel de Literatura, hizo a Perú hace algunos años.
Lo que sucede es que mientras la poetisa y columnista de Perú 21 hace memoria de su encuentro con la escritora alemana menciona, nada menos, que al entrañable doctor Jorge Cornejo Polar. Hombre trascendente de la cultura peruana que nos dejó hace años, pero cuyo recuerdo permanece nítido en la memoria de quienes tuvimos el privelegio de conocerlo. Doy fe de que el doctor Cornejo, con una sencillez y simpatía muy propias en él, fue en su tiempo un incansable promotor de la cultura peruana. Por supuesto que, principalmente, de la literatura. Hombre de enorme cultura, de ánimo bondadoso y totalmente asequible. Que yo sepa no hay quien diga que Jorge Cornejo no se dio tiempo para hablar con quien haya querido hablar con él. Lamenté mucho haberme enterado tarde de su fallecimiento. Lamento, igualmente, que su incansable labor todavía no tenga la merecida tribuna que debería tener en la memoria colectiva de la cultura peruana.
Cuando la semana pasada se anunció que la ganadora del Nobel de Literatura era Herta Müller, de inmediato recordé a don Jorge Cornejo Polar. Es que, en el año 98 –¿o fue tal vez el 99?–, ella estuvo en Lima. Y nadie le hizo caso. Fue invitada por don Jorge, gran organizador de congresos de escritores que, por entonces, auspiciaba la Universidad de Lima. En esa ocasión había organizado un encuentro de escritoras al que asistieron narradoras y poetas, a contracorriente de quienes consideraban que tal evento protegía, injustamente, a malas escritoras que se amparaban en un feminismo “políticamente correcto”. Yo recuerdo muy bien a Herta Müller porque el Instituto Goethe, que tal vez auspiciaba el encuentro, me hizo llegar un ejemplar de una de sus novelas editadas en español: me quedé fascinada y absolutamente sorprendida ante una escritura tan minimal, seca y contenida. Tan absolutamente honesta. Se ha dicho que Müller era una escritora desconocida, lo cual es cierto a medias. Cuando vino a Lima, ya gozaba de reconocimiento literario en Alemania: en 1988 había ganado el International Impact Dublin Literary Award, que se da cada año a la mejor novela publicada en ese idioma, ya sea original o traducida, y hay quienes dicen que ese premio suele ser una 'antesala’ para el Nobel. Lo que la hace desconocida es la mala distribución de sus novelas. Solo cuatro, frente a las 19 que ha publicado, han sido traducidas al español. Los editores españoles dicen que a fin de mes pondrán sus novelas en las librerías. Esto es lo bueno del Nobel: anima a la difusión de la obra del ganador. Pero don Jorge no necesitó del Nobel para invitarla al Congreso ni temió pecar de 'feminista’.
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4 comentarios:
La nostálgica anéctoda que narras en tu blog me hace recordar la llegada del desconocido Alexandre Gustave Eiffel a nuestro país en la década del ochenta del siglo XIX. Dejó muchas obras a su paso pero no fue reconocido sino hasta después que la fama lo cubriera con su famoso mirador de París. No te sientas mal pues, asi somos la mayoría de seres humanos, nos interesa solo lo conocido
El profesor Carlos Eduardo Zavaleta contó en una clase que el poeta beatnik Allen Ginsberg, llegó en barco y de incógnito a Lima. La anécdota tiene varios matices. Se cuenta que el autor de Howl quizo -y logró- conocer a Martín Adán.
Yo también conoci un poco al profesor Jorge Cornejo. En verdad fue una gran persona y con una incansable actividad cultural. En verdad no debería olvidarsle
Gran hombre, definitivamente
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