martes, 28 de abril de 2009

Del papiro al hipertexto

Este título le pertenece a una investigación de Christian Vanderthorpe y sintetiza la historia de la escritura con una admirable precisión, tanto como aquella imagen cinematográfica imborrable de Stanley Kubrick en Odisea 2001 en donde, en breves minutos, se sintetizan miles años de la historia humana.

Todo esto viene a cuento a propósito de La Feria del Libro de Buenos Aires en donde se viene desarrollando una larga conversación sobre el futuro de libro, de los escritores, de los lectores en confrontación con la tecnología digital que viene trastocándolo todo.

Ahora bien, por lo que leo en la revista Ñ, las conversaciones van mucho más allá y abordan temas tan controversiales como los efectos que todo este vértigo cibernético pudiera tener en la desarrollo del pensamiento y su relación con la escritura. Poca cosa, eh.

Los cambios son mucho más rápidos que nuestra posibilidad de pensarlos, tanto que los intentos de reflexión sobre las nuevas tecnologías se tiñen de futurología y suman coros de apocalípticos e integrados. Vivimos con la sensación de correr siempre varios pasos detrás de los acontecimientos y de la posibilidad de reaccionar ante ellos. Paul Virilio hablaba de la hipervelocidad de la información como de una "lógica de las carreras", una lógica que está llegando al mundo del libro en forma de bibliotecas digitales, e-books, librerías virtuales.

Recuerdo haber leído que Goerge Steiner, en su libro Lenguaje y silencio, ya había lanzado apocalípticas predicciones con relación al libro, aunque en su caso se refería propiamente a las novelas escritas. La cultura de futuro inmediato defenestraría a la literatura por factores que ya ejercían influencia determinante en la vida contemporánea. Por ejemplo, según él, estaba precisamente los nuevos formatos que ofrecía la tecnología. La novela como género no estaba en condiciones de resistir la competencia de la llamada realidad virtual generada por los ordenadores: todo un universo de fantasía y creatividad que, estando en sus atisbos, ya superaba a las mejores novelas de ficción escritas. La creatividad y, por lógica relación, las rutas del pensamiento avanzarían con diferentes hojas de ruta en donde la escritura perdería preponderancia.

¿Es posible que la relación escritura y pensamiento enfrente una disfunción con la aparición de esta modernidad tecnológica irrefrenable? No va para tanto este pequeño post. Sin embargo, alcanzo a leer en otra parte del artículo publicado en la revista Ñ que antecedentes agoreros y tremendistas sobre la escritura ya habían aparecido incluso en el despertar del pensamiento occidental allá en Grecia. Fue Platón quien no tardó en denunciar que la aparición de la escritura amenazaba el pensamiento. Si se aceptaba que éste se depositara en las palabras escritas ¿no se estaría socavando las virtudes de la memoria? ¿Y a dónde irían a parar la dialéctica, el diálogo productivo, el pensamiento que se despliega en el movimiento de la argumentación? Categóricamente, habría que haber condenado la escritura por muda y por estática. Nada más y nada menos que Platón, aunque del el filósofo que presumía un mundo inicial de ideas, tampoco sorprende.

Hay muchos otros datos controversiales en el artículo de marras por lo que creo que vale la pena darle más que una mirada somera al texto para que cada quien saque las conclusiones que crea. Por ejemplo, da cuenta de una escena ante la que San Agustín queda perplejo, la de un hombre leyendo no en voz alta, como era lo usual, sino de manera silenciosa ¿Acaso no preanunciaba esa intimidad la derrota del pensamiento y la discusión colectivos a favor de la más abyecta individualidad? Es decir que, en buena cuenta, el diabólico invento de Gutenberg vendría más tarde a reforzar esa tendencia cuya consecuencia más directa habría de ser la abolición de la retórica.

Dele una leída al artículo, tome una posición, trace una línea argumentativa que sustente su pensamiento, y, si así lo decide, conviértalo en palabra escrita antes de que la escritura y su materia más sublime, el libro, sean parte del pasado.

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