domingo, 29 de marzo de 2009

UNA HORA SIN ENERGÍA ELECTRICA

















Con las velas listas, un tablero de ajedrez y un radio de pilas, mi hija y yo esperamos que el reloj marcara las ocho y treinta de la noche para cerrar la llave general de la luz. Minutos antes habíamos visto algunas imágenes de ciudades como el estadio de Sydney, el Nido de China y la torre Effiel en imágenes paralelas. Es decir en un antes, encendido en su totalidad, y un después, en la contribuyente oscuridad con la que estos lugares, y otros en el mundo, se solidarizaban con la campaña mundial "Hora del Planeta".
Es verdad que estas obras de arquitectura contemporánea resaltan su belleza con su apabullante iluminación. Más aun, la vida moderna en general es visualmente seductora cuando las luces multicolores de sus noches llegan a su plenitud. Pero más de cuatro mil ciudades de ochenta y ocho países, lo que implica más de mil millones de personas de este golpeado planeta tenían la necesidad de manifestar su preocupación por el futuro de nuestro mundo. Nadie está contra del desarrollo, siempre y cuando no se destruya el fututo de las próximas generaciones.
Llegada la hora cortamos la energía, y antes de disfrutar de una hora de placentero juego de alfiles y torres, nos dimos una vuelta por las calles del vecindario de Magdalena. Si bien no todas las casas, ni todas las tiendas, sí debo confirmar que un mayoritario número de ventanas lucían su solidaria oscuridad. Junto al aire con aroma a mar de Magdalena, ahora se percibía una tranquilidad peculiar. Luego me han llegado datos de que no fue así en todo sitio, que muchos ciudadanos ignoraron olímpicamente la campaña y hasta esbozaron una burlona sonrisa de conmiseración. ¡Ni modo! Incluso una amiga me contó de que en Miraflores hubo no solo poca recepción, sino, peor aun, que había un anuncio que promovía la campaña "60 minutos por la Tierrra" totalmente encendido a esa hora. ¡Qué es eso!

Leo en un diario que el director del centro de reflexión Consensus Center en Copenhague, Bjorn Lomborg declara que "Aunque mil millones de personas apaguen las luces, el acontecimiento equivadrá a cortar las emisiones de China durante sólo seis segundos". Debe ser. Pero el asunto no iba por el ahorro de energía, sino como acto simbólico que haga entender a quienes este año se van reunir para hablar del planeta, que queremos mucho más que palabras y declaraciones.
Por la página de radio Programas, ahora leo que las luces de la Plaza de Armas de Lima fueron apagadas como muestra de que el Perú se unió oficialmente a la campaña del Foro Mundial de la Naturaleza (WWF) y que fue imitada en otras ciudades de todo el Perú. Las luces de Palacio de Gobierno fueron las primeras en ser apagadas, seguido de la Catedral de Lima y luego el Palacio Municipal, además de algunos negocios aledaños. Como parte de la campaña cuyo objetivo es sensibilizar a los políticos, empresas, asociaciones y a la sociedad en conjunto sobre la amenaza del cambio climático. En otros lugares públicos como las plazas de distritos de la capital también se pudo apreciar muestras de apoyo a la campaña cuando negocios, viviendas y hasta autos apagaban sus luces en un acto de consciencia de los efectos del calentamiento global sobre el planeta.

Perdí el juego de ajedrez, nos acabamos la media botella de vino que me quedaba, acompañé a mi querida hija a buscar taxi que la lleve a su domicilio. Antes de despedirse me dijo, un tanto en broma y otro poco en serio, que estuvo feliz de compartir una de esas tantas locuras en la que anda gente como yo. Entonces le respondí, mientras cerraba la puerta del auto y le daba un beso en la mejilla, que al menos esa noche los locos habíamos sido más de mil millones.


En las fotos, la Plaza de Armas de Lima con el frontis del Muncipio apagado (foto RPP) y en la otra, obviamente, la Torre Effiel (foto El País).

2 comentarios:

Henry dijo...

Hola Richar. te cuento que yo regresaba indignado a mi domicilio pues el impresionante estadio Miguel Grau del callao había encendido sus reflectores minutos antes de las 8:30. Afortunadamente, en casa, mi esposa y mis dos hijos esperaban con todo apagado y con esa sensación extraña que pocas veces sentimos: la locura de saber que ya somos más los que deseamos ver un poquito más a este planeta.

Anónimo dijo...

que bien profesor, que usted también apagó sus luces