lunes, 30 de marzo de 2009

Neologismos: ¿qué tan útiles son?

Neologismos. Neologismos para decir lo que antes no existía, pero que ahora existe. O neologismos para decir lo que existe, pero que no se sabe cómo se decía. Ya sea mouse para nombrar al aparato que nos ayuda a navegar en la red, y ya no el roedor; o ya sea cualquiera de las palabras que cualquier hablante de nuestra lengua encuentre adecuado para expresar lo que está pensando, o cabeceando porque en la cabeza está el pensamiento. Serán útiles solo si nuestro receptor los entiende, serán oficiales si son útiles y los hablantes los adoptan por su funcionalidad. Los neologismos son la prueba de que en la lengua se basa en la creatividad; ahora que algunos profesores de lenguaje en aras de proteger el lenguaje condenen estas palabras no impedirá que estos sigan existiendo. La validez de su utilidad se discute en el siguiente artículo de la Revista Ñ.
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El Centro Pierre Auger, en Malargüe, se encarga de medir las miles de partículas de rayos cósmicos que golpean la Tierra a cada segundo. Si algún observatorio se propusiera hacer lo mismo con las palabras que viajan de una lengua a otra o con las que nacen en cada una de ellas, probablemente los continuos golpes harían colapsar el sistema que los capta. Y, sí, las lenguas son fábricas de neologismos que, apenas salidos del horno, se diseminan por todos lados: notas periodísticas, avisos publicitarios, SMS, novelas, ensayos, paneles de críticos o mesas de opinólogos, tiras diarias. Como son sociables, inquietos y, por lo común, dan cuenta del presente, se les asigna un gran protagonismo y se los asimila rápidamente. Por eso, de entrada o luego de transcurrir un tiempo, en la mayoría de los casos las palabras nuevas revitalizan el idioma, hayan surgido en él o no.

Hace poco, en una columna, Beatriz Sarlo acuñó la locución aduana lexicológica para referirse a la actitud de quienes, por un "complejo de inferioridad lingüística", se niegan a creer que las "importaciones y contaminaciones de vocabulario forman parte de la vida de las lenguas, que demuestran su fuerza en la medida en que son capaces de incorporar lo que viene de afuera". [...] Resetear una computadora equivale a decir que se vuelve a cero para que ella comience nuevamente sus operaciones. Carezco de una palabra mejor y resetear me suena perfectamente integrada al sistema del vocabulario castellano".

Sin embargo, a pesar de que estos intercambios contribuyen a la vitalidad del idioma, a su perduración, como lo prueba la lectura de cualquier historia de la lengua o de los diccionarios que incluyen en los artículos la datación de sus entradas e incluso de cada una de las acepciones, no toda palabra nueva, sobre todo si es recibida como préstamo, se integra apropiadamente al sistema en el que se gesta o ingresa. Para Humberto Hernández, catedrático de Lengua Española en la Facultad de Ciencias de la Información (Universidad de La Laguna), un buen número de neologismos se utiliza por una razón esnobista y puramente mimética. "Se han oído –dice– de boca de otros en quienes se reconoce cierto prestigio, se reproducen sin ningún tipo de control y se convierten en clichés intolerables; y estos son muy frecuentes en los medios de comunicación. Aparecen de este modo acepciones neológicas como vendedor agresivo, o voces extranjeras, absolutamente innecesarias como compact, feedback o feeling".

Acerca de este tipo de palabras, el lingüista español Fernando Lázaro Carreter decía que tal vez fuera conveniente "despegarlas de su original foráneo y ponerles etiqueta propia". El tiempo, o quizá el trabajo paciente de quienes impulsan este pensamiento, en muchísimos casos le ha dado la razón a Carreter: hoy es más frecuente el uso de los equivalentes disco compacto y retroalimentación. También resetear, el verbo citado por Sarlo, es una asimilación del préstamo inglés reset. Esta adecuación se denomina híbrido porque integra en una palabra formas de distinta procedencia; en esta circunstancia una raíz inglesa y un sufijo castellano de derivación. (Véase el recuadro sobre algunos procedimientos de formación de neologismos).

¿Y qué va a pasar con feeling? ¿Cuál es el equivalente castellano más próximo a la locución verbal tener feeling con alguien? Tener piel, quizá, otro neologismo con algunas décadas; o uno más reciente como la locución verbal tener onda.


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