domingo, 15 de marzo de 2009

Gran Torino, lo último de Clint Eastwood

La próxima semana se nos viene esta película que tal vez sea la última en que Eastwood actúe. Sin embargo, aun podremos apreciar el talento único para contar historias del muchas veces ganador del Oscar (Million Dolar Baby, por ejemplo). Para los que no desean esperar les doy el dato que hoy domingo estará en preestreno en muchos cines limeños.  

(Por Miguel Moreno) Confluyen en esta cinta muchos factores bien conjugados: Un Eastwood con un papel que le sienta como un guante, una historia simple, pero, una vez más, efectista (y ni falta que le hace más) y la vasta experiencia en dirección que rebosa oficio, mucho oficio. 

Cabe destacar que como siempre, las historias de este director siempre te dejan pensando en los títulos de crédito, te remueven y tienen significado importante, y esta es una más. Se la podría calificar de obra menor (que para nada lo es bajo mi punto de vista) porque siempre se tienen grandes expectativas de Eastwood como director, como he leído en otras críticas, pero mi aportación es diferente. La cinta queda compensada en otros aspectos si el guión no es todo lo rotundo que cabe esperar. Y Clint sabe compensar, sabe dirigir, sabe contar, sabe emocionar, sabe crear. ¿Gran Torino cae en tópicos? ? Y qué si lo hace tan brillantemente, sabiendo como sabe Clint que esos tópicos encajan tan bien? No todos los que manejan una cámara manejan eso.

Excelentemente retratado ese choque frontal entre culturas, ese Walt que se va abriendo poco a poco cuando estaba cerrado a candado, esa mirada que solo él sabe poner, esos remordimientos que sabe se llevará a la tumba por recuerdos del pasado, esa no aceptación de que el mundo ha cambiado y uno no quiere cambiar con él aunque al final esté obligado en cierta manera, y ese humor tan característico (atención al amigo peluquero) que viene tan bien además. Y ese Gran Torino, esa máquina perfecta y atesorada que es el nexo de unión entre dos mundos distintos, dos culturas tan diferentes. Todo esto empaquetado siempre, por la mano maestra. 

Con algunas escenas memorables (ese apuntar con la mano no lo hace cualquiera) y una interpretación soberbia por su parte, se aprecia todavía más esa guinda en los créditos finales donde este señor se atreve a cantar la excelente canción que escuchamos, con esa voz inconfundible, y ese sosiego que es saberse uno de los grandes.

No hay comentarios.: