PARA LEER SU LIBRO FAVORITO
MARQUE UN NÚMERO EN SU MÓVIL
En mi caso, la relación con los libros nació de un encuentro con una vieja edición de las Fábulas de Esopo, no tenía más de seis años y el librito tenía solo la tapa, de la contratapa apenas quedaban algunos retazos. No recuerdo cómo llegó ese libro a mis manos. En casa, el estante de libros estaba muy alto y estaban tan protegidos, tan soberbios en sus empastes de lujo y tan distantes para un niño que sólo accedí a ellos mucho tiempo después de haber empezado mi fascinación por leer. Tampoco me perdí de gran cosa porque los libros aquellos eran básicamente religiosos y, salvo las aventuras del pueblo judío en busca de la tierra prometida, no encontré allí otro libro que me atrapara.
A donde quiero llegar es a la relación que se establece con los libros. Hay un momento en el que las cosas van más allá de la riqueza del contenido – que es el fin supremo de una lectura, por supuesto – y se llega a desarrollar un cariño adicional por la forma de los libros, por el olor a novedad cuando los compras nuevos o por el aroma a experiencia cuando los adquieres de algún lugar de segunda, quizás porque te acompañó durante días en los largos viajes dentro de los agonizantes ómnibus de Lima, tal vez porque te mostró sorpresivamente un nuevo mundo o te colocó ante las puertas de una nueva manera de entender tu entorno. Por la razón que sea, uno se acostumbra a tenerlo cerca, a ordenarlos en un anaquel, a buscarles un orden, a reconocerlos y a hojearlos de cuando en cuando, a dejar siempre un par en el velador, a verlos siempre en esa tradición geométrica generalmente rectangular.
En ese sentido, para muchos, aún es un algo complicado leer un libro en la pantalla de una computadora. Por supuesto que hay que hacerlo, a regañadientes, pero uno tiene que acomodarse porque el presente es avasallador y ni modo. Ahora bien, la tecnología - que no para de asombrarnos - puso en el mostrador a los ciberlibros, es decir, pequeñas pantallas con mejor resolución y adecuada memoria como almacenar muchos libros, de manera que ya puedan ser transportados en el bolsillo. ¡Qué más! Nada. Había que aceptar que los tiempos cambian y que lo sustancial de los libros no se estaba perdiendo, sino actualizando. El conocimiento verbalizado en un código escrito estaba asegurado.
Pero, claro, las cosas nunca están quietas y el movimiento constante es la certeza de que hay vida, dijo algún filósofo cuyo nombre no recuerdo. Ahora leo el ABC cultural que ya están en el mercado Los Bidibooks. Aparatos que hermanan las obras en papel con el teléfono móvil y las redes sociales de internet. Estos códigos bidimensionales, más conocidos como «bidis» son la llave hacia textos, fotos y vídeos de páginas web. ¿Cómo? Pues el lector sólo tiene que acercar su teléfono a ellos, encender la cámara y enfocar al icono del «bidi» impreso. Eso sí, antes debe descargarse un software de internet (tecleando en el navegador del PC o del móvil http://reader-kaywa.com).
Una vez leída la imagen (la cámara actúa como un escáner), se muestra en la pantalla del móvil un enlace a una página web para ampliar información sobre el tema de libro.
A donde quiero llegar es a la relación que se establece con los libros. Hay un momento en el que las cosas van más allá de la riqueza del contenido – que es el fin supremo de una lectura, por supuesto – y se llega a desarrollar un cariño adicional por la forma de los libros, por el olor a novedad cuando los compras nuevos o por el aroma a experiencia cuando los adquieres de algún lugar de segunda, quizás porque te acompañó durante días en los largos viajes dentro de los agonizantes ómnibus de Lima, tal vez porque te mostró sorpresivamente un nuevo mundo o te colocó ante las puertas de una nueva manera de entender tu entorno. Por la razón que sea, uno se acostumbra a tenerlo cerca, a ordenarlos en un anaquel, a buscarles un orden, a reconocerlos y a hojearlos de cuando en cuando, a dejar siempre un par en el velador, a verlos siempre en esa tradición geométrica generalmente rectangular.
En ese sentido, para muchos, aún es un algo complicado leer un libro en la pantalla de una computadora. Por supuesto que hay que hacerlo, a regañadientes, pero uno tiene que acomodarse porque el presente es avasallador y ni modo. Ahora bien, la tecnología - que no para de asombrarnos - puso en el mostrador a los ciberlibros, es decir, pequeñas pantallas con mejor resolución y adecuada memoria como almacenar muchos libros, de manera que ya puedan ser transportados en el bolsillo. ¡Qué más! Nada. Había que aceptar que los tiempos cambian y que lo sustancial de los libros no se estaba perdiendo, sino actualizando. El conocimiento verbalizado en un código escrito estaba asegurado.
Pero, claro, las cosas nunca están quietas y el movimiento constante es la certeza de que hay vida, dijo algún filósofo cuyo nombre no recuerdo. Ahora leo el ABC cultural que ya están en el mercado Los Bidibooks. Aparatos que hermanan las obras en papel con el teléfono móvil y las redes sociales de internet. Estos códigos bidimensionales, más conocidos como «bidis» son la llave hacia textos, fotos y vídeos de páginas web. ¿Cómo? Pues el lector sólo tiene que acercar su teléfono a ellos, encender la cámara y enfocar al icono del «bidi» impreso. Eso sí, antes debe descargarse un software de internet (tecleando en el navegador del PC o del móvil http://reader-kaywa.com).
Una vez leída la imagen (la cámara actúa como un escáner), se muestra en la pantalla del móvil un enlace a una página web para ampliar información sobre el tema de libro.
En este punto, uno ya no sabe si queda bien asombrarse en un mundo, donde precisamente el asombro ha perdido su natural semántica, o aceptar que la tecnología se mete por todos los entrecijos de la vida. Quizás lo mejor sea llegar a la casa y mirar con nostalgia la biblioteca en donde descansan los libros en formato a la antiguita, leerse algunos capítulos de la mejor novela que recordemos y luego - qué más queda - ir por allí a ponerse al día en el funcionamiento de estos aparatitos de marras.
1 comentario:
Felicitaciones por el cambio, siempre es bueno dicen. si puedes no manten tu pagina al dia. hay gente como yo que lee siempre con atencion tus comentarios
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