jueves, 26 de julio de 2007

NOTAS DE LA CIUDAD


Vistos así, tomados del brazo, con alguno que otro beso – casi como un piquito - de amor en el camino, nada habría de singular en ellos, más allá de la belleza hindú de la mujer y de las maneras de enamorados exacerbados.

LA EDAD DE LA INOCENCIA



Mengano definitivamente tenía por lo menos cincuenta años. Aunque se notaba que había llegado a esa edad con el suficiente cuidado como para no parecer apabullado por la certeza cercana de la vejez. Vestido de tal manera que parecía sobrio, pero sin perder el toque de elegancia informal: sacón de paño azul, camisa blanca sin cuello de corbata y una bufanda de seda llevada como quien no quiera la cosa. Junto a él, estaba la bella mujer: cabellera oscura, lacia y coquetamente corta; los ojos inmensos y oscuros, el rostro delicado y bello. Bajita, quebradiza, seductora. Un fino piersing, casi como una gota lluvia color plateado, brillaba en un costado de su fina nariz. Ambos caminaban por la vereda central de la avenida Pardo, esa que está flanqueada por árboles añosos y en cuyas veredas se han colocado bancas vigiladas por faroles de luz amarilla, como para que los enamorados puedan hablar de sus cosas. Todo mientras los automóviles hacia ambos lados iban de ida y vuelta entre bocinazos. Vistos así, tomados del brazo, con alguno que otro beso – casi como un piquito - de amor en el camino, nada habría de singular en ellos, más allá de la belleza hindú de la mujer y de las maneras de enamorados exacerbados.
Nada más, salvo el detalle de los años. La bella mujer no parecía tener más edad que la de una adolescente y por eso era que las miradas de quienes se cruzaban con ellos eran descaradamente entrometidas. Algunos solo miraban sobreparándose levemente; pero otros giraban el rostro cuando ya los habían pasado para después sonreír e intercambiar con sus acompañantes algunas frases, aparentemente burlonas. Incluso, desde las veredas laterales, llegaba de tanto en tanto una frase burlona o por lo menos un silbido.


Ellos parecían haber sobrepasado el nivel de las miradas y las burlas porque seguían caminando absortos en sus cosas, aquilatando la caminata a esa hora del crepúsculo: esa hora precisa cuando las luces de neón ya despertaban en las fachadas de los edificios comerciales y el cielo se iba oscureciendo paulatina y agradablemente. Por supuesto que el viento agitaba las copas de los árboles como en cualquier escenografía romántica.

Sin embargo, al parecer, no estuvieron preparados para la aparición de aquella mujer, de edad madura que los detuvo en seco para reclamarles con la autoridad que al parecer le daba el rango de tía de la bella adolescente. Al menos, eso sí que se entendió del primer intercambio de gritos, por un lado, y de voces conciliatorias, por el otro, que crepitaron en el primer round. Mengano retiró la mano de los hombros de la bella, en tanto, la bella miraba pálida y sorprendida a la mujer que los habían intervenido. “Esto se termina ahora”, repitió varias veces la tía como para que no quede ninguna duda en nadie “No podía ser, no podía ser”. El hombre no atinaba a decir cosa alguna. Solo la bella que hablaba algo del amor lograba intercalar alguna frase en medio de la catarata de prohibiciones con la que los ahogaba la tía. Para ese momento, algunos curiosos ya habíamos perdido la cautela y las buenas costumbres de no escuchar problemas ajenos y simplemente espectábamos el asunto con toda la frescura posible. Logramos entender que la bella tenía padres vivos y parientes estratégicamente distribuidos por Miraflores. Supimos que el hombre había conocido a la bella en algunas clases de teatro (o sea que actorcito el tío, pensamos muchos, bohemio y pendejito, consumidor de viagra y roba cunas). Entendimos que la bella tenía el DNI recién hacía algunos días y que incluso el padre era algo más joven que aquel hombre que ahora parecía abochornado. “Esto se acaba ahora o lo arreglamos en lo judicial” arengó finalmente la tía con un aire de amenaza contundente en sus palabras, con la seguridad de quien se conoce de tú a tú con alguien poderoso. Una lluvia – menuda y ridícula, como siempre – comenzó a caer y cosquillaba en los rostros pues el viento seguía corriendo imperturbable.

Cuando ya todo parecía dicho y la tía estiraba el brazo para coger la delicada mano de la bella, en una escena a la que solo le faltaba un fondo de película india, (porque eso sí, a la bella solo le faltaba un poco de escenografía para enmarcar su hermosura oriental) algo iba a cambiar el rumbo de esa historia. Repentinamente, la joven lanzó la noticia que nos paralizó a todos, que ya éramos partícipes de aquel guión de telenovela. La noticia que no solo dejó petrificada a la tía, sino que mejor aun, desacomodó casi hasta el desmayo al hombre que hasta allí no había dicho esta boca es mía. Porque, ciertamente, que alguien te avise, así, de repentino, que estaba embarazada y que lo iba a tener y que nada ya los iba separar, te deja como mínimo, estupefacto.
Todos nos miramos con la misma sorpresa: anonadados. La tía bajó la mano. La bella cogió el brazo del hombre y lo colocó sobre sus hombros. La bufanda del enamorado ahora no lucía con prestancia, sino algo confusa. Seguramente la historia iba a tener más capítulos en donde ya no íbamos a estar.
Por ahora, la cosa terminaba con la bella alejándose con su veterano amor; la tía retirándose aturdida por el impacto; con nosotros abriéndonos a nuestros caminos con una sonrisa socarrona. Lo cierto que cuando vimos a la pareja regresar sobre sus pasos por la ya casi oscura alameda de la av. Pardo, el hombre parecía casi un anciano de pasos cansados.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente!! nuevamente me dejas como con la miel en los labios. Richar: ESCRIBE TU NOVELA!! sé que mas de uno coincidirá conmigo.
Pero por el momento, como siempre, eres un excelente cuentista...!

Nota aparte: tenía que ser hindú???

°

Anónimo dijo...

Hola,no es la primera vez que paso por este blog, hace meses que concurro en el, pero hoy decido postear.
El relato es de una tematica concurrida en la vida cotidiana y realista. Me encantó. Es la tercera vez que lo leo. Es sensacional, atrapa al lector desde la primera hasta la ultima línea.

Tengo una pregunta, que espero con mucho entusiasmo sea respondida:
En su opinión personal, ¿usted crea que pueda existir el verdadero amor entre una pareja de edades "no compatibles"(por llamarlo de alguna manera)?

Anónimo dijo...

Claro que sí, pequeña, claro que sí...

Ríchar Primo Silva dijo...

Momento. Con relación a ese úlitmo comentario "Eso de claro que sì, pequeña claro que sí". Aviso que es una respuesta que no me pertenece... Vamos, si alguien quiere opinar hágalo con su nombre,que opinar de una u otra manera es derecho de todos; pero no coloquen mi nombre, no vale.

Ríchar Primo Silva dijo...

Ahora, con relación a la pregunta. Debo decir que la narrativa literaria es "la verdad de las mentiras y las mentiras con aire de verdad". Cuidado con ello. Esta historia, como muchas de las que cuelgo en el blog, tiene intenciones de periodismo literario no son verdades, son narraciones que pretenden ser verosímiles, que es uno de los requisitos de una ficción. Se parte de una imagen que se vio o se vivió en algun momento y, partir de alli se construye un relato lleno de "mentiras". El asunto está en que la suma de esas "mentiras" debe generar una historia cuyas partes se ordenen de tal manera que convenzan como historia.
Otro cosa. Gracias por leerme Seymi, me agrada mucho, en verdad mucho; pero no creo que pueda desarrollar la idea acerca de las relaciones de amor entre personas "diferentes". Me limitaría en cuanto a escribir sin parámetros. Quizás pueda decirte que cada día se escribe en la vida de nosotros un capítulo que podría sorprendernos, pero nada más.

Anónimo dijo...

Gracias por contestar, en un primer momento, me pareció extraño que usted me contesté con "Claro que sí, pequeña, claro que sí...", como dandole la razón a los "locos" .
Un abrazo

Anónimo dijo...

Quiero añadir que quizás no me explicado bien (y no lo he hecho), entiendo que tal vez de una temática realista se pueda dramatizar, exagerar y crear un mundo acorde al nuestro usando la ficción. Pero al margen de este relato, yo cuestionaba su opinión personal sobre una relación donde una de las personas le dobla la edad a su pareja en nuestra sociedad realista, lo que me interesa de aqui es su comentario: ¿Usted cree en la frase "Para el amor no hay edad" o simplemente cree que solo existe una vasta atracción del uno por el otro?

Gracias

Ríchar Primo Silva dijo...

La pregunta es compleja, Seymi. Se necesitaria desarmar los criterios que conforman el tema; es decir, esto del amor, eso de la lógica social, aquello de la conveniencia, y lo otro del tiempo vivido que va marcando y a veces modificando los valores de cada quien. Es una pregunta con la que alguno de mis amigos sonreiría irònico por considerarla "ligera". Sin embargo, te diré que yo si creo que para cada loco hay una correspondencia del otro género, o al revés, para quitar eso del machismo. NO creo que haya una barrera determinante de edad, de economía, de cultura para cerrar ese vínculo emocional. Luego, ya no sé. A veces el tiempo, la codicia, la deslealtad, la edad, el cambio de valores podrìan jugar una mala pasada para la duración de esa relación. Pero ese ya es otro tema.
Estoy recordando a Picasso, a Chaplin y tantos otros; pero creo que el asunto es tan especial como lo es cada pareja. Lamento ser tan ambiguo.
Creo que uno pasa por esta vida