martes, 25 de septiembre de 2007



LAS IRONIAS DE QUEVEDO

Finalmente los restos de Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas se encuentran dentro de una forja artesanal en la Iglesia de San Andrés de Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real, el emplazamiento en donde inicialmente fue enterrado el escritor
El asunto merece anotarse porque después de una serie de sucesos, por llamarlo peculiares, los restos del escritor del Siglo de Oro español, quedaron perdidos hasta 1995. Por tres siglos, el paradero de sus huesos se volvió parte de la fantasía que envuelve la vida (y en este caso los restos) de ciertos personajes.
Se sabía que su cuerpo había sido enterrado en setiembre de 1645, apenas al día siguiente de su fallecimiento en Iglesia de San Andrés Apóstol y que allí permanecieron hasta 1796, cuando se produjo su traslado desde la capilla de los Bustos hasta el osario de la iglesia parroquial de San Andrés, debajo de la Sala Capitular. Luego, la historia - que no se detiene - hizo que durante la ocupación francesa, la cripta quedara inutilizada, llena de escombros, tapiada. Se perdió la pista de sus restos
En Junio de 1869 se intentó verficar, por orden del gobernador civil de la provincia, si existían los restos de Quevedo.
Una comisión de investigación se encargó de abrir la capilla de los Bustos, donde se especulaba que estaba el cuerpo. Dicha comisión encontró unos restos que supuso del poeta, por lo que fueron trasladados a Madrid para ser situados en el Panteón de Hombres Ilustres. Años más tarde, cuando se descubrió que no era los huesos del escritor, se devolvieron a Villanueva de los Infantes, en 1883.
No fue hasta 1995, y gracias a unas obras de restauración de la Sala Capitular en la Iglesia Parroquial de San Andrés, cuando se descubrió la existencia de la cripta y los restos de Quevedo. Los huesos del escritor, que ya han sido analizados, corresponden a los dos fémures, una clavícula, un húmero y seis vértebras. El fémur derecho fue decisivo para la identificación, ya que estaba visiblemente torsionado como consecuencia de su artrósis, lo que se relacionó con su reconocida cojera.
Tres siglos y medio después de su muerte, su cojera lo estaba delatando.

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