jueves, 9 de noviembre de 2006

LA NOVELA PERUANA CONTEMPORÁNEA



SOBRE LA NOVELA

PERUANA CONTEMPORÁNEA



Como se sabe, El Dominical de El Comercio estuvo publicando, durante las últimas semanas, un conjunto de artículos sobre el desarrollo de novela peruana contemporánea. Los artículos están firmados por el investigador y crítico Marcel Velásquez. Aun cuando puedan existir discrepancias sobre las conclusiones a las que llega Velásquez , es rescatable que se difundan trabajos de investigación que agreguen información y puntos de vista que permitan proponer una visión de la novela contemporánea.
En la última entrega del domingo reciente, cuyo título es “Cinco jaulas en busca de un pájaro” y que pretende abarcar la novela peruana entre 1970 y 2000, Velásquez menciona, en el arranque, la narrativa del reciente y lamentablemente fallecido Jorge Eduardo Eielson en su novela “El cuerpo de Giulia-no” de 1970 Es la novela que articula los logros de la vanguardia narrativa con la problemática futura de la posmodernidad.
Luego menciona a Mario Bellatín quien, desde su residencia permanente en México, mantiene una respetable actividad literaria. Para Velásquez, la obra de Bellatín se relaciona con La posmodernidad pues es el periodo de la disolución de las fronteras, la hibridación de formas discursivas, el reino del pastiche y el simulacro… Sus novelas se inscriben deliberadamente en los nudos y las aporías de esta nueva cartografía cultural.
Menciona – muy de paso para mi gusto – a escritores como Carlos Herrera y a Ivan Thays. Del primero, indica que su obra Blanco y Negro (1995) se entronca parcialmente con en el lujo verbal y la experimentación. De Ivan, desliza – con cierta mala leche, según mi opinión – que ha intentado crear una modulación propia como lo demuestran las telas de araña simbólicas y las parodias vilamatasianas de La disciplina de la vanidad (2000). Exagerado el adjetivo de “vilamatasianas” para resumir la obra de Ivan Thays, quien ha hecho del lenguaje una experimentación seria, por ejemplo, en los planos simbólicos que se encuentran con una lectura atenta.
Luego hace un repaso de la narrativa de Gregorio Martínez en “Canto de sirena (1977) cuya obra constituye una superación del legado formal e ideológico de la novela-testimonio latinoamericana. Un texto carnavalizado que exuda un erotismo del cuerpo y de la palabra alucinantes.
De Manuel Scorza, autor de la pentalogía La guerra silenciosa que se inicia con Redoble por Rancas (1970) y concluye con La tumba del relámpago (1978), opina que, a pesar de cierto maniqueísmo ideológico, la belleza dramática y lírica de la prosa, la extensión e intensidad de la representación y su afán de modelar el género en pos de la cronivela garantizan momentos inolvidables en este cóctel de realismo mágico e indigenismo.
De Cronwel Jara, Patíbulo para un caballo (1989) dice que es un texto que mezcla códigos propios del realismo socialista y el realismo mágico. El hiperrealismo y el aliento pantagruélico de Cronwell Jara desembocan en estructuras fragmentadas, múltiples historias acumuladas y una gran diversidad semántica que trama un denso mapa de los límites humanos.
Miguel Gutierrez implica el regreso a la novela totalizadora. La violencia del tiempo (1991) obra del ideólogo del fructífero grupo Narración, constituyó el retorno a la novela total. Texto inusual por su extensión, pretende formalizar diversos órdenes de realidad (histórica, mítica, fantástica, cotidiana) y también construir mediante alegorías las formas de las heridas coloniales y los resentimientos modernos de la sociedad nacional.
País de Jauja (1993) de Edgardo Rivera Martínez es una de las novelas más logradas de la década anterior. Una bildungsroman (novela de formación) en la que el adolescente Claudio fascinado por la Iliada y la música quechua, diseña su propio ser articulando lo andino y lo occidental

Mejor trato recibe Oscar Malca que representa una Una feliz conjunción de estas dos tradiciones y es la más lograda de las novelas JUM (Joven Urbana y Marginal): "Al final de la calle" (1993). Alonso Cueto, quien ganó el Herralde anterior es, a opinión de Velásquez, un autor que se funda en la exploración de las memorias urbanas desde los espacios de la intimidad, empleando el estilete de la novela psicológica y estructuras de la novela negra.
Según, Velásquez, Fernando Ampuero y Jaime Bayly son nuestros mejores exponentes de una literatura de masas que juega con las reglas del mercado y las expectativas del gran público, a veces, logra productos interesantes: Caramelo Verde (1992) y Los últimos días de La Prensa (1996), respectivamente. Conozco a Fernando Ampuero e imagino que él ya lo tenía bastante claro y que – con la inteligencia y ubicuidad que suele mostrar - no se inmutó en lo mínimo y, más bien, soltó alguna de esas carcajadas de hombre feliz.
Hay mucho más que se podría comentar. Es más, el propio autor se disculpa con algunos. Por mi parte, los invito a leer el artículo completo y sacar sus propias conclusiones, si acaso no ponerse leer algunas de estas obras mencionadas y de las que, probablemente, hemos leído solo el resumen.

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