Este viernes 18 de julio, en el marco
de la Feria Internacional del Libro de Lima, a las siete de la noche, en la
Sala José María Arguedas, se presenta la reciente novela del escritor Jorge
Eduardo Benavides, "El enigma del convento". Novela ganadora del
Premio Torrente Ballester, 2013.
La presentación estará cargo de los
escritores Fernando Ampuero y Carlos Herrera. Será una reunión muy interesante
por la expectativa que ha generado esta novela que, por lo visto, marca un giro
en la narrativa de Benavides quien, como es sabido, luego de concluir su
trilogía política: "Los años inútiles", "El año que rompí
contigo", "Un millón de soles", reorientó su trabajo narrativo
con "Un asunto sentimental".
La presenta novela, es otro giro audaz de tuerca y aborda un hecho
histórico con un intenso halo de misterio. Ambientada en el siglo XIX entre
España y Perú.
Les dejo un fragmento de la novela
como motivación. Los invito a leerla y, por supuesto, a asistir a la
presentación de esta reciente obra, aquí en Lima
EL ENIGMA DEL CONVENTO (FRAGMENTO)
DESDE
MUY TEMPRANO, CUANDO EL amanecer aún quedaba lejos en el horizonte y por las
callejuelas ásperas de Santa Catalina corría un viento frío, las novicias y las
monjas aguzaban el oído para escuchar los pasitos raudos de Ana Moscoso, Anita,
aquella infeliz que buscaba los rincones más recónditos del convento para
llorar, que alcanzaba el huerto detrás de la calle del templo para pasar una
escasa media hora solitaria, pobre chica, o que simplemente se convertía para
las demás en un rumor de pasos confusos, un rastro de desconsuelo callejeando
sin norte de aquí para allá, como huyendo de cualquier contacto humano tanto
como de su desdicha. Había entrado al convento hacía menos de un mes y la madre
superiora exigió a las alborotadoras monjitas que quisieron darle la bienvenida
con frutas y pasteles, con copitas de vino de Vítor, que la dejaran en paz,
porque la muchacha, que aún no se había decidido a tomar los hábitos —y mejor así pues ya sabían ellas que el
dolor, el dolor mundano, no era buen consejero cuando se trataba de abrazar a
Nuestro Señor— parecía realmente un alma en pena…
…
la llegada de Ana Moscoso había ocurrido en el peor momento, cuando menos
tiempo tenía para atender estas pequeñeces que pautaban el ajetreo trivial y
rutinario del convento: que si una discusión regada de llanto por una ofensa de
chiquillas, que si la competencia de dos monjas por quién hacía los mazapanes y
los buñuelos más dulces, que si el fervor excesivo de aquella hermana durante
la misa de sextas, algún pavoneo innecesario durante el domingo de mercado, en
fin, nada que una reconvención y una llamada al orden, a las oraciones y a la
búsqueda y consuelo de Nuestro Señor no pudieran solventar. Pero ahora —tenías
que reconocerlo— además de los quebraderos de cabeza por motivos económicos y
al dolor que volvía con fuerza se le agregaba otra cosa, mucho más silente y
artera, de la que apenas se había dado cuenta porque era como una incomodidad
inidentificable, un malestar y una zozobra que le desasosegaba el alma. Porque
de un tiempo a esta parte la madre superiora notaba en la congregación una
turbiedad llena de malicia, atufada de rencores y silencios malhumorados, una
enajenación oscura que parecía borbotear en una marmita de agravios callados: y
es que nuevamente se había levantando entre las monjas aquel rumor nefasto,
aquella historia que la madre superiora creyó sepultada bajo el escombral del
tiempo, de los tumultos de a principios de siglo, cómo pasaba el tiempo, María,
y que la habían devuelto a una sensación de permanente sobresalto, como si el
mismísimo Satanás hubiese metido su feo pie de chivo entre las paredes de Santa
Catalina...
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