Este fin de semana estuve dando vueltas por el Centro de Lima. ¿Por qué no? Después de todo, 475 años no se cumplen así nomás. Ella y yo bebimos pisco, comimos tacu tacu con bisté tipo sábana y, como no podía ser otra manera, volvimos a probar otro pisco para asentar la comilona. Todo muy cerca de la Plaza. El cielo, para variar, estuvo gris. Color panza de burro, dijo Salazar Bondy ¡Qué acertado! Luego caminamos en busca de esos últimos balcones sobrevivientes de un tiempo pasado que - dicen - fue mejor: la mayoría de ellos, envejecidos y moribundos. Vagabundeamos por los portales.
Por supuesto que traté de armar toda una charla sobre cómo tendría que haber sido la Lima de antaño, pero no estuve muy persuasivo o ella ya conocía mis delirios. Ricardo Palma ya no me ayudó tanto para convencerla de que Lima fue igualita como él decía. Ella, más que escucharme, se entretuvo fotografiando el color de esta ciudad sin color. Paseamos por el parque Chabuca Granda a espaldas de Palacio de Gobierno. Las agónicas aguas terrosas del río Rímac apenas si susurraban. Por supuesto que comí un par picarones bien limeños. Ella mordisqueó apenas uno. Regresamos a la Plaza de Armas y pasamos un buen rato mirando el pasacalle apoteósico. Muchos colores, cantidad de bailes vernaculares, variedad de vestuarios costumbristas. Pocas veces había visto tanto Perú profundo a flor de piel marchando por el Centro de Lima o, en todo caso, estaba yendo poco al Centro. Entonces, ella puso gesto de estudiante de sociología y apasionada por la literatura. Hurgó en su bolso y, por un momento, pensé que había buscado alguna fotografía de Arguedas para espetarme - a coro con el escritor depresivo - que Lima era ahora la suma de todas las sangres. Lo que sacó fue un cajetilla de cigarrillos y encendió uno. Prohibido fumar dije yo, y ella: prohibido ser iluso.
No hubo problema. Lima estaba de fiesta. Hubo de todo como en botica. Todo mezcladito. Un poco desordenado, otro poquitín de desorejado y con algunas fílulas de mal gusto. No obstante, ella estuvo feliz cuando casi agotó la memoria de cámara y yo tan feliz como ella cuando me dijo que no sería mala idea otro pisco por el aniversario de Lima.
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