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viernes, 5 de diciembre de 2008

Una más sobre Un lugar llamado Oreja de Perro

Unos amigos de Iván Thays han tenido la idea antiflaubertiana de visitar el lugar llamado Oreja de Perro en los Andes del Perú. Esta travesía es intersante pues se opone a esa tradición en la literatura que inauguró el autor de Salambó, la cual lo obligaba a visitar y estudiar cada uno de los lugares que iba a incluir en sus novelas. Esta estrategia para construir con más elementos la ficción también fue heredada y aplicada por Vargas LLosa en novelas soberbias como La guerra del fin del mundo, acaso su mejor obra, y El paraíso en la otra esquina. De nuevo el papel del autor como creador de un mundo paralelo al real estará en debate cuando, muy pronto, tengamos el placer de leer la novela. Para ir entrando en materia, el reciente finalista del Herralde nos relata en el blog dedicado a su novela lo siguiente:

Durante el proceso de escritura de la novela, muchas veces pensé en ir a Oreja de Perro y ver el lugar in situ, a lo Vargas Llosa. Pero lo cierto es que eso hubiera impedido escribir la novela tal como la tenía planeada. No soy un "narrador topográfico" y creo que, en la literatura como en la vida, los espacios físicos son estados mentales, objetos de los que nos apropiamos queriéndolo o sin querer. Así que preferí imaginarme Oreja de Perro y escribir la novela sin mayores datos que los que mi propia ficción exigía. Y, desde luego, me cuidé de poner una advertencia al principio de la novela en la que explicito:

Oreja de perro es el nombre con que se conoce a una zona ubicada en La Mar (Ayacucho) que incluye varios caseríos, algunos de ellos de muy difícil acceso. Aunque, lamentablemente, la zona fue en efecto muy golpeada por el terrorismo en la década de los años 80 todos los datos sobre la zona, los lugares mencionados y los personajes que aparecen en esta novela son ficticios.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Reseña "Un lugar llamado oreja de perro"


Recojo dos puntos acerca de la mención honrosa del incansable Iván Thays. Primero resaltar qué significa una mención honrosa en los premios literarios, y para aclarar el título transcribo las palabras del crítico Fernández de Castro:
"La novela, fuera ya del ámbito estrictamente literario, le ha cabido un inesperado final feliz, puesto que mereció el honor de ser señalada como novela finalista del Premio Herralde. Y ya se sabe que, en ese premio, cuando el jurado da a conocer una circunstancia así está diciendo que al final de las votaciones se produjo un empate y que cualquiera de las dos, la finalmente ganadora y la finalista podrían haberse llevado el premio. Y que le cayó en suerte a la otra. Pero después de una convivencia tan intensa como la que tiene lugar en Oreja de Perro, un reconocimiento así suena a victoria. Por fin."
Felicitamos nuevamente a Iván Thays por esta tan esperada novela. Aquí la reseña extraída de Boomeran(g).
Es una novela triste y que transcurre en un lugar oficialmente llamado Oreja de Perro, un diminuto y perdido caserío que, siempre oficialmente, pertenece al distrito de Chungui, en el departamento de Ayacucho, Perú. Sin embargo, y digan lo que digan los registros catastrales oficiales, el lector sabe reconocer de inmediato que ha sido conducido mediante engaños (o al menos utilizando como señuelo esa denominación de origen tan sugerente y singular) a uno de los confines más extremos del mundo. El cual, encima, ha sido erigido tan arriba en las montañas que sus visitantes padecen invariablemente el temido soroche, con sus inevitables y asquerosas secuelas.

Sería de plena justicia que los locales, ante las quejas de los recién llegados por las molestias físicas, la falta de comodidades e incluso de una mínima oferta de ocio, preguntasen a su vez: y quién se le ocurre venir a un lugar como Oreja de Perro.
Pero no hay queja porque, dentro de su homogeneidad (me refiero a que se trata de un estado del alma asumido, cotidiano y que afecta a todos por igual, sin altibajos) en la tristeza de Oreja de Perro no hay lamento. Porque éste, el lamento, es propio de quien ha perdido algo y nota su falta, o de quien vislumbraba una promesa de futuro y ha visto cerrarse esa puerta. Como si dijéramos, la queja es propia de quien sufre una irrupción de la realidad que marca un antes y un después, casi siempre para peor. Y de ahí la protesta, el lamento.

Pero qué novedad les cabe, y por lo tanto de qué van a quejarse los habitantes de un puñado de casas perdidas en uno de los confines del mundo y que desde hace veinte años, o sea desde toda la vida, han sido víctimas de la violencia imbécil, indiscriminada, alternada y bestial por parte de las guerrillas, el ejército y los paramilitares con sus respectivos regueros de muertes, torturas, violaciones y desapariciones cuyo fin parecen ser las (también respectivas) fosas comunes en las que los cadáveres son despedazados a bombazos para evitar una identificación posterior.

La cual es una práctica tan cruel como inútil porque el ser humano, qué menos, si no justicia, si no le son dados sus derechos fundamentales, aspira al menos a enterrar a sus muertos. Y contra esa voluntad ancestral no bastan las fosas comunes ni la identidad borrada a bombazos. La memoria, lenta, callada y tenaz -lo supieron en su día los militares argentinos y chilenos, acabarán por saberlo las autoridades religiosas españolas que tanto se oponen a dar sepultura a los muertos de hace más de setenta años-, continuará exigiendo concederles la paz a sus caídos.

Contra ese fondo, en semejante escenario, un capitalino que viene con su propia memoria a cuestas, trata sin demasiado éxito de implicarse en los trabajos que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, aquella iniciativa puesta en marcha por el presidente Toledo y que se llevó a cabo con resultados dispares. El tiempo narrativo trascurre mientras los miembros de la Comisión tratan de cerrar definitivamente veinte años, toda una vida, de crueldad y de olvido. Y al tiempo de tratar de poner en orden a su propia memoria, al capitalino trasplantado a ese confín del mundo le van saliendo al paso nuevos sucesos que se suman a los pasados, propios y ajenos, para configurarle un futuro tan incierto como no deseado. Un matrimonio con quien no debía, los agravios de antes y después de la separación, la tragedia irreparable de un niño muerto mientras todos dormían o las inoportunas llamadas de la vida para que se reincorpore ya a su devenir son como una barrera que una conciencia doliente opone a los horrores que irán saliendo junto con los cuerpos (esos perros famélicos desenterrando cadáveres para saciar su hambre) y las muestras de indiferencia, cansancio o cinismo que aquellos sucesos suscitan hoy. La vuelta a casa, la recuperación del horror cotidiano o las nuevas vejaciones, propias de toda ruptura matrimonial, no significan de hecho un cambio notorio en esa tristeza infinita que recorre esta novela desde su primera a la última página.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Iván Thays finalista del XXVI Premio Herralde de novela



Felicitaciones, Iván Thays.

El escritor peruano destacó con su novela Un lugar llamado Oreja de Perro . La obra Casi nunca, del mexicano Daniel Sada, obtuvo el máximo galardón concedido por la editorial Anagrama.

El peruano Iván Thays resultó hoy finalista del XXVI Premio Herralde de Novela, concedido por la editorial Anagrama, con la novela Un lugar llamado Oreja de Perro.El máximo galardón, dotado con un premio de 18 mil euros, fue para la novela Casi nunca, del escritor y periodista mexicano Daniel Sada.Thays se declaró “muy orgulloso de compartir podio con Sada” y aseguró que le llevó ocho años escribir este trabajo, “durante los cuales aprendí al final algo” y es que “todos vivimos en algún momento en un lugar como Oreja de Perro”.Un lugar llamado Oreja de Perro es un pueblo peruano que existe y que fue destruido en los años 80, durante el terrorismo.Thays, nacido en Lima en 1968, es autor del libro de cuentos Las fotografías de Frances Farmer ; así como de las novelas Escena de caza, El viaje interior y La disciplina de la vanidad . Obtuvo el premio Príncip Claus 2000 por su contribución cultural.Las otras tres obras seleccionadas finalistas que optaron al premio entre un total de 244 originales recibidos por Anagrama fueron el argentino Carlos Busqued ( Bajo este sol tremendo ), el mexicano Tryno Maldonado ( Temporada de caza para el león negro ) y el español José Morella ( Asuntos propios ).Anagrama destacó “la alta calidad literaria de las otras tres obras seleccionadas, de autores de edad inferior a los 40 años, muy poco conocidos y que se presentaron con su primera o segunda novela”.Esta cinco obras se publicarán en “enero o febrero”, anunció el editor Jorge Herralde.

Nota tomada del diario Peru21