“La distancia que nos separa” (Editorial
Planeta -2015) de Renato Cisneros ha sido uno de los libros más solicitados en
la reciente Feria Internacional del Libro de Lima. Dato que nos alegró mucho
porque complementaba las otras buenas noticias que trajo la FIL de este año: hubo más asistentes, se
vendieron más libros, se eligieron mejores títulos. Lo que denotaba mejores
lectores.
Ahora bien, hay que aceptar que
la concitación sobre dicho libro - en
principio - bien pudo haberse debido al aprecio mediático – bien merecido
– que se le tiene al autor quien, hasta unos días antes, conducía programas periodísticos y culturales. Del mismo modo, el tema, en sí mismo, resultaba sugerente. Una novela de “auto
ficción” que abordaba la vida del general Luis Cisneros Vizquerra, padre del
autor, y controvertido Ministro del
Interior durante el régimen de Francisco Morales Bermúdez y Ministro de Guerra durante el segundo
belaundismo. Es decir, la alusión a un recorrido por las difíciles épocas que
se vivieron en dicho periodo - precisamente en el apogeo del general Cisneros
- era sugerente.
Sin embargo, luego de haberla
leído, debo anotar que la novela de
Renato Cisneros se sostiene sólidamente
por sí misma y es mucho más que un contexto
histórico y un personaje controversial. Me agradó haberla leído.
El narrador, el penúltimo hijo
del general Cisneros, nos lleva por una exploración de su genealogía para
comprender la figura de un padre desbordante. A ratos, carismático y en otros, insufrible. Un padre con muchas facetas,
contradicciones y excesos tanto en el
ámbito familiar como en el espacio
público en donde tuvo un papel relevante en el quehacer del país. No obstante,
ese recorrido de reconstrucción también pasa por la búsqueda del autor para
comprender su propia esencia. Desde el principio, se destila la inquietud del
narrador por desgajar las capas de su historia familiar impulsado por un deseo subyacente,
un deseo inaplazable de rearmar todos
sus recuerdos para colocarlos en un nuevo orden y, finalmente, reconciliarse
principalmente con él mismo.
Ahora bien, la novela cobra un
gran atractivo porque se trata de la decantación biográfica del general Cisneros Vizquerra, hombre de
gran importancia en la vida nacional del país en los difíciles años de la
dictadura militar y la violencia terrorista de las décadas posteriores. Militar
sobre el que se creó toda una leyenda – a veces exageradamente oscura – y sobre quien se descargó toda la
batería de fantasías y, seguro, también verdades completas y, en otras, a
medias. Situación comprensible en una época en donde el caos ideológico y la
confrontación armada interna pincharon todos los odios y todos los miedos que
habían estado supurando el país.
Sin embargo, como ya dije, la novela
de Cisneros, hijo, es significativa porque, más allá de que el personaje central sea un
hombre histórico¸ plantea un recorrido por una saga familiar – que con matices
más, matices menos – pudiera ser el
descubrimiento de la historia propia de
cada lector. Siento que ese esfuerzo intelectual que lo lleva a escarbar en la
memoria para confrontar los recuerdos idealizados con los que pudieran ser
reales es una propuesta que bien pudiera tentar a muchos lectores. ¿Cuántos de
nosotros no guardan asuntos inconclusos que así, irresueltos, conforman la
maraña de nuestra existencia? Con la diferencia, claro, de que, en el caso
de la novela, el personaje es alguien de una intensa connotación histórica.
La novela es extensa, pero bien
ordenada. En una estructura aparentemente lineal, se las ingenia para avanzar
desde los inicios de la familia hasta los sucesos posteriores a la muerte del
padre. Sin embargo, logra combinar hechos, reflexiones y claves que luego, poco
a poco, se irán justificando. Por ejemplo, la mención de bisabuelo, abuelo,
etc. es determinante para entender la naturaleza del padre y del propio
narrador. Por supuesto, esto desde el
punto de vista planteado en la obra.
Escrita en de un modo bastante fluido, la narración avanza con un lenguaje limpio y claro. Mérito que le atribuyo al ejercicio periodístico del autor. Aunque, en lo personal, pienso que tiene momentos de parafraseo alegórico un tanto excesivos, sin embargo, por fortuna, no declinan la calidad de la novela.
Escrita en de un modo bastante fluido, la narración avanza con un lenguaje limpio y claro. Mérito que le atribuyo al ejercicio periodístico del autor. Aunque, en lo personal, pienso que tiene momentos de parafraseo alegórico un tanto excesivos, sin embargo, por fortuna, no declinan la calidad de la novela.
Entiendo que, para muchos, lo que
destaca, lo que la hace atractiva, es el develamiento de un personaje notorio
en la vida del país, así como el hecho de que este develamiento sea llevado a
cabo por su propio hijo. Y estoy de acuerdo, pero, creo los méritos de una
novela deben sustentarse en la novela misma. Esto sucede cuando le lectura se
despeja de los elementos extraliterarios y se manifiesta valiosa en sí misma.
En lo personal, ese el mérito de la novela de Renato Cisneros.
En una de las últimas páginas de
la novela, el narrador reflexiona: “Aquí he engendrado al Gaucho, dándole
nombre a una criatura imaginada para convertirme en su padre literario. La
literatura es la biología que ha permitido traerlo al mundo, a mi mundo,
provocando su nacimiento en la ficción”.
Los invito a leerla.
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