Luego de leer el estupendo libro de cuentos de Pedro Llosa, Las
visitaciones (APJ), Premio José Watanabe Varas (2104), he recordado algunas
frases que – sobre el cuento – ya habían inmortalizado algunos escritores que
cultivaron dicho género con la suficiente maestría como darle autoridad a sus
afirmaciones.
Es conocido que Julio César Cortázar
– también un aficionado al box - afirmó, en varias ocasiones, que la diferencia
entre una novela y un cuento era que la primera ganaba por puntos, mientras que
el segundo, por nocaut. Así también, el gran Jorge Luis Borges, defendió el cuento porque pensaba que en este género podía
haber un mayor control de la obra: se podía vigilar un cuento casi con la misma
precisión con la que se podía vigilar un
soneto. Del mismo modo, Julio Ramón Ribeyro, incluyó en su decálogo sobre el cuento que en este género
no debería haber tiempos muertos ni sobrar nada, cada palabra era absolutamente
imprescindible.
Pues bien, en mi opinión, los
cuentos que conforman Las visitaciones,
demuestran el talento de Pedro Llosa en la escritura de este género en donde - según lo dicho por algunos maestros - debe
destacar la concisión y la efectividad. Son cinco cuentos, de diferente extensión. En
cada uno de ellos se comprime toda una historia sugestiva que te atrapa desde
el arranque y te deja pensando en ella aún mucho rato después de haberla
terminado. Es entonces cuando te das
cuenta que acabas de pasar por el episodio de una vida y que te has enterado de
todo aun cuando no te lo hayan dicho todo: la maravillosa elipsis narrativa, si
la sabes hacer.
Ahora bien, como es evidente, la
técnica es solo el instrumento que contribuye a mostrar la historia con
eficacia. Bien manejada, mejora el relato y lo lleva a otra dimensión. Sin
embargo, nada de eso sería significativo si no se relatara una buena historia. Después
de todo, esa es la razón de un relato. Creo que los cinco cuentos del libro son estupendos. Aunque siempre va a suceder que alguno de ellos puede
suscitar mayor interés porque toca alguna fibra especial. En mi caso, eso me ha sucedido con el primer cuento, y el
más extenso. El olvido que seremos, que
narra en paralelo dos historias. Por un
lado la admiración de un escritor por alguien ya reconocido como Héctor Abad Faciolince
y a su novela del mismo título; por el otro, la narración intensa y conmovedora
de la relación entre un hijo y un padre,
con una gran distancia generacional, cuya historia es contada desde la perspectiva
del hijo que recuerda los avatares de
una vida paternal signada por los altibajos. Me he sentido conmovido
rememorando a mi padre y otro tanto,
perturbado por mi condición de padre que – como a todos
seguramente – le ha tocado darse de bandazos a lo largo de la vida.
Sin embargo, al margen de esa
conexión personal, afirmó que los otros cuentos no decaen en su calidad narrativa. En La piel de Jamal hay una marca indeleble de soledad. En Ultima llamada, se logra mantener con
gran sutileza el develamiento de una mentira hasta el final de la historia. En Exiliados la vida de los dos personajes es de un simbolismo estremecedor.
Ahora bien, aun cuando ya se lo había escuchado al escritor antes de
leer su libro, el título Las
visitaciones anunciaba que el propósito del conjunto de cuentos era que estas
giraran en torno a esos encuentros eventuales, a esas visitas cuyo final está
ya establecido, ya sea por voluntad o por cosas del destino. Esa llegada y
partida de personas especiales en un momento de nuestras vidas suelen marcar
muchas veces la gran diferencia.
Los invito a leer el libro de
cuentos “Las visitaciones” de Pedro Llosa.
Valdrá la pena.
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