lunes, 4 de febrero de 2008

Correo de Salem
Elecciones USA: El Papa también vota

Por Eduardo González Viaña

Los telespectadores del mundo ya conocen de memoria los discursos de Obama, las sonrisas de Hillary y el precio del famoso corte de pelo del senador John Edwards.
Saben también que, en el campo republicano, al no encontrar un candidato especial, los votantes terminaron votando por todos. De todas formas, el senador John McCain parece haber tomado la delantera en ese espacio y es el casi seguro candidato del partido de gobierno. Si ganara esa “nominación” y las elecciones generales fueran este domingo, su dudoso premio sería el de perdedor de la presidencia norteamericana.
Sin embargo, los comicios no son este domingo, sino más bien en noviembre, y, hasta entonces, las cosas pueden cambiar. Estados Unidos no ganará la guerra de Irak ni volverá de un momento a otro a la prosperidad de que gozaba hasta antes del Sr. Bush., pero hay otro elector que puede hacer un cambio dramático, y que todavía no ha dicho su palabra. Es el Papa Ratzinger. El actual ocupante de la Casa Blanca le debe el triunfo del 2004.
En ningún país ha tenido tanto éxito como en los Estados Unidos. En la España que votará en marzo, la Conferencia de Obispos – de probada inspiración ratzingeriana- acaba de decir que no se debe votar por nadie que haya dialogado con la ETA. En buen castellano: no se debe votar por los socialistas. Algo extraño resulta ese pronunciamiento porque todos los jefes de gobierno del postfranquismo han dialogado con el grupo vasco, e incluso el presidente Aznar contó con un obispo como intermediario.
En todo caso, según las encuestas, los españoles preferirán este domingo ver en la tele un partido de fútbol que asistir a la misa en la que se leerá el pronunciamiento.
En los Estados Unidos del 2004 no fue así. Pocos días antes de los comicios, un aviso de una página publicado en miles de periódicos advertía que el católico dispuesto a votar por John Kerry, y no por el presidente Bush, debería confesarse. Varias decenas de obispos católicos, inspirados por el entonces Cardenal Ratzinger, firmaban la declaración. Curiosamente, el aviso de costo multimillonario fue pagado por una organización de protestantes fundamentalistas llamada “Familia, Patria y Propiedad”.
Aunque parezca increíble, la motivación de los obispos para votar por el presidente era su fijación en temas extrañamente obsesivos, como el aborto y elmatrimonio de homosexuales. Olvidaban la bancarrota moral y económica y la bestialidad de una guerra que se inició sin motivo real alguno. Los pastores demostraban por fin una insensibilidad anticristiana ante la destrucción y la mortandad desencadenados por Bush en un país que fue sede de la historia humana.
Se olvidaban además de que el candidato demócrata John Kerry era católico (les horrorizaba que fuera divorciado), y en el colmo de la amnesia borraban de su memoria el hecho de que en febrero del año 2 mil, George W. Bush, en campaña electoral, se presentó en la Bob Jones University, y recibió el apoyo de esa institución que acusa a la iglesia católica de idólatra y que llama al Papa, agente del Anticristo.
El “voto latino” fue determinante ese año para romper la paridad. Esta vez, con varios millones más, puede ser rotundo. Estamos esperando que los candidatos presidenciales se den cuenta de ello, aunque hasta ahora ninguno de ellos tiene la valentía de proclamar que la solución al problema migratorio es la amnistía general. Esperemos que la Iglesia Católica, si otra vez interviene, deseche sus fijaciones sexuales y sea sensible a los millones de cristianos sudamericanos que viven en este país acorralados.

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