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domingo, 15 de marzo de 2009

Blanca Varela, In memoriam


Tal vez un homenaje sencillo como lo era Blnaca Varela es leer sus poemas. Gracias por tu poesía.


ESA FRÍA LUZ DE LA MEMORIA

Es fría la luz de la memoria 
lo apenas entrevisto brilla 
con insistencia 
gira buscando el casco de botella 
o el charco de lluvia 

tras cualquier puerta que se abre 
está la luna 
tan grande y plana 
tan fuera de lugar 
como si de un cuadro se tratara 
óleo sobre papel 
endurecido por el tiempo 

así cayeron en la mente 
formas y colores 
casualidades 
azar que anuda sombras 
vuelcos en la negra marmita 
donde a borbotones 
se cuecen gozo y espanto 

crece el yeso de un cielo 
mil veces lastimado 
mil veces blanqueado 
se borra el mundo y se vuelve 
a escribir 
hasta el último aliento 

sólo esto 
eternidad aparente 
mísera astilla de luz en 
la entraña 
del animal 
que apenas estuvo 

jueves, 8 de enero de 2009

PARA LOS POETAS

Es verdad que la poesía es una dimensión verbal por donde camino con sumo cuidado y respeto. No soy poeta, pero necesito de la poesía. Esta semana de mediano ocio he podido hacer algunas de las tantas cosas que se van postergando. Por ejemplo, recorrer librerías sin la premura del tiempo, leer los libros que desde hacía mucho esperaban en mi velador. Asimismo, me pude encontrar con amigos y amigas con quienes nos debíamos una charla extensa aromatizada con mucho café.

Precisamente, fue en una de esas charlas en donde fui censurado por no colgar poesía en este blog. Creo que en parte es verdad, pero entiendo que hay blogueros más versados que este escribidor en materia poética. Es más, hay una ventana constante hacia la derecha de esta página en donde suelo dejar videos de poetas o de sus poemas. De todas maneras, acepto la crítica de esta queridísima amiga. Y vuelvo a publicar este post de archivo en donde un apreciado amigo da rienda suelta a su lado poético.



¿PARA QUÉ SE ESCRIBE UN POEMA?

Un poema de verdad no se escribe en las últimas páginas de un cuaderno como escape a una desastrosa clase escolar o universitaria. Tampoco un poema es un desahogo sentimental rimado. Un poema debe ser un ser vivo. El poema debe ser capaz de transmitir vida. Un poema siempre es para alguien. Siempre es para una mujer: sea la que dejaste ayer, sea la Muerte que llamas a cada momento. Además, como Cesar Calvo diría, no es por qué sino para qué...


Se escribe un poema para sentirse el centro del mundo.
Se escribe un poema para hacer más fraternos a los hombres,
o sea para intentarlo,
o sea para que la poesía sirva para alguna cosa.
Se escribe un poema para no sentirnos el centro del mundo.
Se escribe un poema para ahuyentar a una muchacha.
Se escribe un poema para ayudar a la Revolución.
Se escribe un poema para que los maridos nos odien mucho más.
Se escribe un poema para que el poema nos acompañe,
para no estar tan inexplicablemente solos.
Se escribe un poema para duplicar el orgasmo
al menos para ponerle un espejo delante.
Se escribe un poema para no tener tiempo de hacer otras cosas,
como por ejemplo para no tener tiempo de sufrir.
Se escribe un poema para que nuestra tía más querida
pueda decir a todos que tiene un sobrino que escribe un poema.
Se escribe un poema para rascarse la barriga en la playa,
para emborracharse en Surquillo
sin que a uno lo asalten los señores chaveteros,
para darse un descanso entre polvo y polvo,
para hablar de ello en el Instituto Italiano de Cultura,
para que a uno lo consientan todo,
para que a uno no le consientan ni un comino.
Se escribe un poema para que los psiquiatras no nos cobren,
y para que aquella rubia se sienta inmortalmente poseída,
y para que el general Velasco lea estas líneas
y sepa que Avendaño sigue preso
por orden de una culebra disfrazada.
Y se escribe un poema para viajar a los congresos de escritores
con todos los gastos pagados,
y para ponerle el cascabel al gato,
y para poder comer con la mano en los salones
si nos viene en gana,
y para morirse de hambre
y también para no morirse de hambre
y para quedar como un perfecto cojudo en todas partes,
y para usar calzoncillos de colores sin que
se nos acuse de maricas,
y para que ciertos cadetes nos dejen a solas con sus novias
creyendo que lo somos.
También se escribe un poema para no afeitarse nunca,
para ir al baño sin remordimientos,
para ir al comedor sin remordimientos,
para ir al dormitorio sin remordimientos,
y se escribe un poema para sentirse culpable de todo
y con esos materiales llegar a escribir algún poema.
Y también se escribe un poema para reírse a gritos
Y para vivir también se escribe un poema.
Y para tener un pretexto para no vivir, etcétera.
Y a propósito de etcétera:
Se escribe un poema para no escribir cosas peores,
como cartas de amor, cartas financieras,
facturas por pagar, tratados de filosofía miraflorina,
Y se escribe un poema por incapacidad,
cuando se ha fracasado como wing derecho en la
selección del colegio, cual es mi triste caso.
Y se escribe un poema para intensificar la vida,
como dice Stéfano Varese.
Y se escribe un poema, finalmente,
se escribe un poema para que en algún lugar del mundo,
mañana o dentro de veinte años
la pareja que está por suicidarse alcance a leerlo, y desista,
desista por lo menos unos días,
y comprenda que la vida
es siempre hermosa
a pesar de la vida... y a pesar del poema.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Poesía completa de José Watanabe

Una de las novedades de la Feria del Libro miraflorina versión 2008 es sin duda la recopilación de las poesías completas de uno de nuestros poetas más vitales e importantes de los últimos años, José Watanabe (Laredo 1947 - Lima 2007). Gracias a la editorial Pre-textos tendremos íntegra la obra poética tan esperada en el mundo litarario del Perú. Aunque fue publicada en España hace unos meses, recién llega nuestro país. El prólogo corre a cargo de Darío Jaramillo.

La nota de prensa recogida en La República dice lo siguiente:

En España, a José Watanabe se le lee cada vez más en los institutos y en las universidades porque siempre habla con la sapiencia del verdadero poeta, sin los malabarismos del pensamiento ni la vacua pedantería del lenguaje, que ensombrece a los bardos de uso, hace huir a los lectores y ha convertido a la poesía en la Cenicienta de las editoriales.

Pero también disfruta de su literatura la gente anónima, la que sin grandes campañas de publicidad lo mantuvo con La piedra alada, un libro anterior, en el pedestal de los más vendidos durante casi un año, colocándolo a lo largo de 9 semanas en la cima del podio.

La salida de sus Poesía Completa en la Colección La Cruz del Sur de la editorial valenciana Pre-Textos (456 pp.), con un afinado prólogo de Darío Jaramillo, reafirma el aprecio de una lectoría hispanohablante cada vez más entregada a su arte.

Atípico en su formación, casi autodidacta, hijo de jornaleros de hacienda y mestizo, de un japonés emigrado y una mujer de extracción andina, para Watanabe la aprehensión de la poesía era como el fugaz destello de un flash, la captación instantánea de una imagen vista a través de la niebla, donde los contornos precisos se difuminan pero queda la esencia que le conmueve, deslumbra y empuja a escribir con urgencia vital, nunca visceral, pese al cáncer que lo atenazaba. Lo descubrió todavía adolescente y se lo contó a Pedro Escribano, viendo en La Punta la salvadora semántica del cruce de señales marinas agitadas de banderas en la niebla; para evitar el naufragio cotidiano de la incuria, el ninguneo, la ausencia en grupos generacionales o pabellones desplegados de los años 70 y 80 cuando protestar era imperativo. Pero la verdadera poesía nace acorazada. Y Watanabe en su parquedad, la sencillez de sus versos y sus temas, es conciso, preciso y directo. No está con amaneramientos de imitación a los mayores, ni a los "ismos", que convierten a muchos poetas en herbazal bajo los grandes árboles y a empedrar el infierno literario con sus buenas intenciones.

Un sutil y extraño panteísmo, una envolvente hierofanía, al alimón oriental y peruanísima, movía su pluma en un universo de pueblo, de hacienda azucarera, como fue Laredo, su tierra nativa ahora casi fantasma, pero que fue bellamente real en su niñez, cuando la gobernaban señores de horca y cuchillo. Watanabe huye de toda reivindicación, de toda bandería política y literaria. Para él es más importante redescubrir el amor de familia, la exquisitez de la naturaleza, el destino final de los días del hombre; en suma la vida cotidiana a la que miraba embelesado, buscando descubrir el chispazo, la mínima señal que le indicara que ahí había un poema. Ha confesado que gozaba más escribiendo que leyendo, por eso fue capaz de interpretar el lenguaje secreto del mundo y entregárnoslo en forma de poesía como Tagore, como la parte terrígena de Neruda, como los misterios marineros de Frost, y los adormilados abetos del sueco Martinson, premio Nobel en 1974.