PALABRAS MUERTAS QUE AUN NO SALEN DE DICCIONARIO
Como es de conocimiento común, las palabras no contienen un solo significado sino que pueden presentar varias acepciones oficiales. Más aun, ellas poseen el don de la versatilidad y se dejan acomodar a situaciones distintas según el contexto en el que se usen o según el capricho de los hablantes. Técnicamente, se explica como variaciones semánticas. En ese sentido, los poetas son capaces de llevar la riqueza expresiva de una palabra por los senderos más extraños de la imaginación y obtener de ella toda su pasión significativa.
No obstante, las palabras también pueden deternerse en un tiempo y entonces llegan a envejecer junto con todo lo que representaba. En ese caso se les define como arcaísmos. Cada cierto tiempo las ediciones de diccionarios oficiales van haciendo notar el conjunto de estas palabras. Lo cierto es que los académicos no hacen otra cosa oficializar lo que en la calle ya se había dado: setenciar a algunas palabras al olvido. Después de todo, el entorno cambia constantemente - mucho más en estos tiempos de locura - y hay ideas, conceptos, inventos, objetos que envejecen junto con las palabras que las representaban.
Como caso particular, siempre que puedo, comento la injusticia de haber mandado a la categoría de arcaísmo al vocablo "enantes" que se refería al momento anterior inmediato. Como todo ciudadano culto sabe, ahora deberá decirse "hace un momento". Pero ¿por qué cambiar una palabra por una frase cuando lo recomendable es buscar la simplificación? En fin, esas son "las cosas de un loco que otros no la entienden ni yo tampoco". Sencillamente las palabras son tan complejas como la misma sociedad humana que hace uso de ellas.
Leo un artículo interesante sobre algunos arcaísmos que aun se mantienen tercamente en las listas oficiales incluso a pesar de que el polvo del olvido prácticamente ya las enterrado. Ricardo Soca en un artículo titulado "Palabras que aun viven en el diccionario" en Páginas del Castellano dice:
La Academia Española no se caracteriza, como sabemos, por su agilidad en la incorporación de nuevos vocablos ni tampoco, ciertamente, por su presteza en la hora de eliminar términos abandonados por el uso y olvidados por los hablantes. Este último caso parece ser el de zurruscarse, vocablo que figura en el Diccionario con la denotación de 'irse de vientre involuntariamente'. En la primera edición (Autoridades), más precisa en este punto, se aclaraba que la acción enunciada por este verbo tenía lugar 'especialmente con ruido o en la ropa'. Mientras zurruscarse enmohece en el diccionario y ni siquiera existe en el corpus actual de la Academia, me parece poco probable que algún lector se haya topado alguna vez con un pedido tal como "Oye, me he zurruscado, ¿podrías ir a mi casa a buscarme un pantalón limpio?" No menos útil para una persona que se precie de poseer vocabulario rico y presto para todas las eventualidades es la palabra bardaje, que, según el mismo Diccionario nos enseña, denota 'homosexual paciente' y de la cual aparecen cuatro casos en el corpus, sin duda todos ellos tomados del Diccionario. El calificativo paciente no está allí, obviamente, para excluir a los homosexuales que tienen poca paciencia, sino para delimitar el alcance del término a los pasivos pero, en todo caso, parece altamente improbable que este extraño vocablo pueda oírse en nuestra época con mucha frecuencia en cualquier lugar del área hispanohablante.
La ideología católica y reaccionaria ha marcado –sobre todo hasta el siglo pasado– muchas definiciones del diccionario, como la de marxismo que, hasta 1970, era definido como "doctrina de Carlos Marx y sus secuaces". Ese texto quedó atrás en la edición de 1984, nueve años después de la muerte de Franco, pero el peso de la ideología se arrastra hasta hoy en vocablos surgidos en el tiempo en que la mujer era considerada un ser inferior, que se mantienen en el acervo académico como una costra que espera ser limpiada. Vemos, por ejemplo, la palabra zurrona 'mujer perdida y estafadora'. No sabemos en qué casos podría aplicarse esta doble adjetivación y el Diccionario no lo explica; tal vez a una prostituta que se niega a prestar sus servicios después de haber recibido el dinero del cliente, aunque en ese caso sería sin duda estafadora, pero ya no tan perdida, puesto que rehúsa conceder sus pecaminosos favores. Por supuesto, un zurrón no es para el DRAE un hombre perdido y estafador, sino una simple bolsa de cuero.
2 comentarios:
siempre tan enriquecedores los artículos que nos presentas. Aunque creo que existen muchos más arcaísmos dignos de ser mencionados.
estimado,
Lo primero, felicitaciones por el blog.
lo segundo: tomé la ilustración de este artículo para mi blog(www.juanpalabraeo.blogspot.com)
Gracias Juan Colil
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