A pesar del ajetreo que me toca vivir en estos días de evaluaciones,
cierre de registro de notas, eventos de clausura - además del jaleo propio de
fin de año-, por fortuna, me he dado tiempo para disfrutar de un interesante
libro de viajes “Caminos de piedra y
agua”, de Juan Carlos Galdo. Libro publicado por editorial Peisa y presentado
en la reciente Feria del Libro Ricardo Palma.
Un escritor emprende un viaje por tierra de Río de Janeiro al Cusco
vía La Paz; sin embargo, llevado por algunas providenciales circunstancias llega
a Puno (lo cierto es que regresa a ese lugar después de muchos años) y, después
de algunas cavilaciones, decide permanecer en aquel lugar por un tiempo
indefinido, cautivado no solo por el duro y abrumador paisaje de aquella región
imantada por el lago Titicaca, sino por
las personas que va conociendo, y a través de la cuales va descubriendo - y con
él, los lectores – las claves culturales del altiplano peruano.
“Caminos de piedra y agua” es – en términos generales – un libro de
viajes. El autor traza una ruta que marcará su recorrido, un recorrido que – en
este caso - se conoce como el “corredor
cultural aymara”, y mientras camina por pueblos
como Yunguyo, Juli, Zepita, Pomata, Ácora - y la misma ciudad de Puno - describe con una
muy buena prosa los paisajes y a los peculiares personajes que va
conociendo. Ahora bien, un buen libro de viajes, además, va vinculando los hechos presentes con datos
históricos y componentes anecdóticos. Con este recurso el recorrido se
convierte en algo más que una ruta física para volverse un relato multidimensional.
Creo que - en estos aspectos- el libro de Juan Carlos Galdo cumple largamente con las expectativas de un buen libro de viajes. Sin embargo, el autor me ha mostrado algo más
complejo que un buen relato de viaje. De manera sutil, siento que ha logrado combinar una crónica de viaje con
otra crónica en donde las sombras sinuosas de una novela se dejaban ver entre
los pliegues de la ruta.
Aun cuando libro está dividido, en una primera parte, según los
lugares que va recorriendo, de tanto en tanto – en cursivas – intercala retazos
de historias y apuntes que, aparentemente, parecieran desconectarse de la crónica.
Luego, hay una segunda parte en donde más que los lugares, importan los
personajes. De pronto, se inicia un viaje hacia el interior de los personajes y
el libro, ingeniosamente, deja de ser una hoja de ruta histórica y cultural
para proponer también un viaje hacia el insondable espacio interior del ser
humano.
Recomiendo darse un tiempo para leer este interesante libro. Como
suele suceder, un libro puede ser interpretado de tantas maneras como lectores
tenga. Por mi parte, he quedado gratamente impresionado por la propuesta de
libro, y aun cuando supongo que cada
lector va a encontrar diferentes puntos de conexión luego de su lectura, creo
que en líneas generales van disfrutar de este viaje por “el corredor cultural
aymara”.
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