Se estrenó, finalmente, la
esperada obra teatral “Un fraude epistolar”. Una tragicomedia escrita por
Fernando Ampuero y dirigida por Giovanni Ciccia.
La historia, situada en Lima a inicios del siglo XX, está basada en la
anécdota ocurrida entre el escritor español Juan Ramón Jiménez, el poeta José
Gálvez y la llamada ‘novia fantasma’, Georgina Hübner.
Un par de jóvenes (Gálvez es uno de ellos) deciden escribirle al poeta
de su admiración, Juan Ramón Jiménez para conseguir los libros del vate. Ahora
bien, con el fin de conseguir la atención del escritor, fraguan la traviesa idea
de que la carta sea firmada por una mujer y, más aún, se esmeran en que la
carta tenga todas las características
propias de una dama limeña. En el camino deciden usar el nombre de una
pariente (Georgina Hübner). La carta
genera un gran efecto en Juan Ramón Jiménez y, por ello, se establece una
correspondencia entre el poeta y la dama apócrifa. La cartas se vuelven cada
vez más febriles y los jóvenes deciden cortar la correspondencia que se ha
vuelto amorosa y amenaza con una visita del poeta a Lima. No se les ocurre
mejor idea que inventar la muerte de la amada. Suponen que, con esa treta, se
acabará el entuerto en el que se han metido. Sin embargo, el asunto va dejando su tono de comicidad y alcanza un nivel
emocional dramático porque Juan Ramón Jiménez asimila mal la noticia y enferma. Con el tiempo, inspirado por ese amor
truncado, el español escribe un sentido poema que publica en uno de sus libros
más difundidos. La intranquilidad por el posible chismorroteo en la sociedad limeña invade a los jóvenes, pero
no hubo demasiado alboroto como temían. Luego, la anécdota cobra un vuelo mayor
cuando el poeta se entera del engaño, enfurece y manda retirar el poema de sus
libros. Todo esto aumenta las constricciones de los ya no tan jóvenes limeños.
Una llamativa historia - más aún por el hecho de estar basado en un
acontecimiento real – y que trabajada
por la buena mano de Fernando Ampuero, alcanza un vuelo literario interesante. Ahora bien, la obra, en su última parte, deja
de ser solo una anécdota bien llevada y se acerca – de una peculiar manera – a una fascinante propuesta, esa en donde los
límites que separan la realidad de la
ficción se difuminan por obra y gracia de la palabra. En las confesiones finales
de la ya veterana Georgina Hübner, en diálogo con los también ancianos
personajes, se alcanza a percibir que la mejor parte sus vidas fue aquella
etapa en donde estuvieron atrapados entre la ficción y la palabra.
“Fraude epistolar” es una obra
que vale la pena ver. Una muy buena realización
divida en dos actos. Y como se anuncia, una tragicomedia con sus picos de humor y de dramatismo bien pensados,
y, sobre todo, muy bien actuados. Hay una serie de recursos a los que apelan,
tanto el autor como el director, para darle el dinamismo adecuado a la trama. Recursos
visuales, de iluminación y de enfoque que funcionan correctamente. Un personaje
que simula ser el dramaturgo y que conecta los diferentes cuadros de la obra. Hubo
momentos en los que recordé a Luiggi Pirandello y esa inclinación a disolver la
línea entre la obra y el público, principalmente cuando el supuesto
dramaturgo habla con los personajes de
la obra.
Me alegro de haber visto esta obra teatral. Desde mi sencillo punto de
vista, es un gran trabajo de dirección y producción, aparte de las buenas
actuaciones. Confirma la idea de que el teatro peruano está alcanzando uno de
sus mejores momentos con muy buenos montajes.
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