EL
DEPARTAMENTO ES CHICO, LOS LIBROS A LAS CAJAS
He
tenido que guardar un aceptable número de libros en algunas cajas. Hubo que
desplazarlos de su lugar para albergar a otros elementos importantes para la
vida doméstica. La verdad no hubo mucho respaldo para la discusión de prioridades.
Sencillamente ganaron su espacio la
lavadora y el secador. Por eso se tuvo que correr los muebles unos metros, se
movieron dos aparadores un tanto hacia
la izquierda para ganar un poco más de área y, en algún momento, la estantería de libros terminó de patitas en la calle. Qué
más se podía hacer. Eso de buscarse otro departamento más amplio, en donde
podamos vivir todos cómodamente – incluyendo los libros – estaba fuera de
discusión y de presupuesto.
Me
he pasado largas horas guardando los libros en las cajas, porque no solo era
cosa de encajonarlos insensiblemente, sino que había que buscar criterios para guardarlos con
cierta consideración. Entonces, se me
pasó el tiempo buscando una manera de adecuada de acomodarlos en las cajas de
manera que ellos pudieran pasar su tiempo
con compañeros de encierro con los que tuvieran cierta afinidad. El primer
intento de separarlos por géneros como que luego no me pareció. Eso de pasarla solo
entre poemas o entre novelas o entre historiadores por un largo tiempo se
presagiaba muy aburrido. Intenté otros criterios como lo temático; por ejemplo,
todo lo que se relacionara con el conflictivo tema de la peruanidad, es decir,
desde Inca Garcilaso de la Vega, pasando por la Rebelión de Juan Santos
Atahualpa hasta las novelas de Arguedas,
sin olvidarme incluso de Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner. Y hubiera
seguido en esa divagante obsesión si
acaso no hubiera arribado la noche como
aborda la luna los navíos de vela, Marisel.
(Del poemario de Juan Gonzalo Rosse que, de paso, reencontré en la mudanza). Finalmente,
con la ayuda de mi querida hija – que para
estos menesteres suele ser más práctica – los fui guardando siguiendo la idea
de antigüedad y género con la certeza de
que – después de todo – no hay nada mejor que pasarla con los de tu generación.
Por supuesto que también hubo que ver cosas prácticas como los del tamaño y calidad
de los libros. Esto último, por eso de que la vejez no siempre no nos coge a
todos por igual ni las polillas tampoco.
Me
he quedado luego contemplándolos en el rincón en donde los hemos apilado de la
mejor manera. Con el suficiente abrigo y lejos de los vientos malos y de la
corrosiva humedad de Lima, en la espera de mejores tiempos. He escuchado
consejos sabios como el que debería donarlos porque, después de todo, los
libros como tal, ya estaban por ser historia y que, probablemente, en poco
tiempo, muchos de ellos iban a convertirse en formatos digitales que iban
a caber, fácilmente, en la memoria de ebook,
fácilmente guardable en la gaveta del escritorio. Tal vez tengan razón. Tal vez lo haga. Aun
cuando guardo también la esperanza de devolverlos a su anterior ubicación en la
larga estantería a donde se podía llegar y apenas se estiraba la mano – como quien
saluda a un amigo – se podía reencontrarse con cualquiera de ellos y restablecer
una vieja amistad.
1 comentario:
I could not resist commenting. Exceptionally well written!
Also see my web site > GFI Norte
Publicar un comentario