Expreso mi más profunda pena por la partida de Antonio Cisneros. Se sabía que estaba enfermo, pero no se esperaba que la muerte lo visitara tan pronto. Nada se puede hacer contra ella, pero - con el mayor cariño y respeto - se puede recordar al poeta de la única manera posible: releyendo la poesía que nos ha heredado; una poesía con una óptica irónica - como ha dicho Ricardo Gonzales Vigil -, pero con los pies en tierra. Que descanse en paz.
ANTES
QUE EL OLVIDOS NOS
Lo
que quiero recordar es una calle. Calle que nombro por no
nombrar
el tambo de Gabriel
y
el pampón de los perros y el pozo seco de Clara
Vallarino
y la higuera del diablo.
Y
quiero recordarla antes que se hunda en todas las memorias
así
como se hundió bajo la arena del gobierno de Odría
en
el año 50.
Los
viejos que jugaban dominó ya no eran ni recuerdo.
Nadie
jugaba y nadie se apuraba en esa calle, ni aun los
remolinos
del terral pesados como piedras.
Ya
no había hacia dónde salir ni adonde entrar.
La
neblina o el sol eran de arena.
Apenas
los muchachos y los perros corríamos tras el camión
azul
del abuelo de Celia.
El
camión de agua dulce, con sus cilindros altos de Castrol.
Yo
pisé entonces una botella rota. Los muchachos (tal vez) se
convirtieron
en estatuas de sal.
Los
perros (pobres perros) fueron muertos por el guardián de la
Urbanizadora.
Y
la Urbanizadora tenía unos tractores amarillos y puso los
cordeles
y nombró como calles las tierras que nosotros no
habíamos
nombrado.
(También
son sólo olvido.)
Lo
que quiero recordar es una calle. No sé ni para qué.
Crónica del niño Jesús de Chilca. México, 1982
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