martes, 13 de enero de 2009

La envidia subjetiva

La envidia, pecado capital, se define en el ser humano como el simple hecho de querer con ciertos tintes negativos lo que otro posee. La envidia ha sido un motor frecuente en la historia de la literatura. Recuerdo como en algunas clases de literatura, en esas veces que me aventuraba a contar sobre lo que había leído sin mayor rigurosidad que el amor por la literatura, les decía a mis alumnos que los celos en la obra Otelo de Shakespeare no se debía entender como solo la pasión amorosa que siente el moro de Venecia, es cierto, la envidia cuando de amor se habla se convierte en celos. ¿Habrá alguna diferencia? Celo se define como el recelo que alguien siente de que cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda llegue a ser alcanzado por otro. En cambio, envidia, es el deseo de algo que no se posee. Entonces, ambos poseen algo en común: desear aquello que no se tiene. Otelo monta en cólera, cegado porque otro poseía lo que era suyo. Hyago envidiaba lo que tenía Otelo. Entonces, les explicaba cómo este sentimientro movilizaba la obra. El escritor Jean-Francois Fogel advierte en el estupendo libro El viaje a la ficción de Vargas Llosa los hilos de la envidia que en nuestro escritor se transformaron en tributo.


El ensayo de Mario Vargas Llosa sobre Juan Carlos Onetti (El viaje a la ficción, Alfaguara) pertenece a un género específico: escritores que escriben sobre escritores. Son textos que dicen tanto sobre el autor como sobre su tema. Más allá de la expresión de una admiración hay envidia o desconcierto:¿Cómo puede ser una obra tan potente? En el caso de Vargas Llosa frente a Onetti, veo:

 
1. El celo de la crueldad. Me explico: Onetti es un autor que insulta y ridiculiza a sus personajes. Vargas Llosa no sabe o no se atreve a hacerlo. En el momento de escribir su ensayo, descubre que no tiene aquella violencia.
 
2. La pasión para Faulkner, compartida por ambos autores. Las páginas sobre la influencia de Faulkner son excelentes. Pero no se trata de la influencia de Faulkner sobre Onetti. Se trata de lo que Vargas Llosa sabe de Faulkner. Vale la pena escucharle.
 
3. El celo para la creación de la ciudad imaginaria de Santa María. No existe un lugar parecido en la obra de Vargas Llosa. Y con gran honestidad, el escritor peruano compone lo que es para mí la frase clave de su texto: "Santa María es una realidad literaria, ficticia, artificial: una antirrealidad" (página 95). ¿Cuántos autores pueden como Onetti, dentro de una misma novela, ubicar un mismo personaje a veces en la realidad y a veces en la ficción? Muy pocos, Vargas Llosa no figura entre ellos pero explica el proceso en la obra de Onetti con una transparencia genial.
 
4. El desconcierto frente al estilo de Onetti: "inusitado, infrecuente, intricado, a veces hasta la tiniebla, a menudo neblinoso y vago" (página 115). Para decirlo de manera rápida: la casa de Onetti es un caos; la casa de Vargas Llosa es la casa de un señor donde cada cosa está en su lugar. Cuando escribe, Onetti no se comporta bien, con el lenguaje y con sus personajes, tiene un "estilo crapuloso" según Vargas Llosa: me encanta esta manera de decirlo.

El libro de Vargas Llosa me parece de una lectura imprescindible por los amantes de la literatura. Pero aún más por los que se interesan en América latina, pues Mario Vargas Llosa proclama en una especie de mensaje político obvio (y no solo una vez sino dos veces) la victoria de la ficción sobre la realidad en la política del continente. Después de reconocer a los personajes de Onetti el derecho a la desesperanza, a la frustración y, al final, el derecho a fugarse a lo imaginario, denuncia este mismo comportamiento en los habitantes del continente que optan "por lo irreal" en su vida real, creyendo en revoluciones y lideres locos. La victoria de la ficción sobre la realidad se puede aguantar en una novela pero es insoportable, para el novelista peruano, en la vida diaria. En otras palabras: el mundo real no puedo copiar al arte sin provocar una catástrofe. "La mejor definición del subdesarrollo tal vez sea, escribe Vargas Llosa: la elección de la irrealidad, el rechazo del pragmatismo en nombre de la utopía, negarse a aceptar la evidencia, perseverar en el error en nombre de sueños que rechazan el principio de realidad" (página 231).


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