En la universidad, cuando empezó a participar en protestas contra el gobiernoapartheid en Sudáfrica, Barack Obama se dio cuenta que "la gente había empezado a tomar en cuenta mis opiniones". Obama llegó a entender que las palabras tenían el poder de transformar la realidad. Escribió: "Con las palabras justas todo podría cambiar: Sudáfrica, las vidas de los chicos en el ghetto a tan sólo pocas millas, y mi propio tenue lugar tenue en el mundo".
Se ha hablado mucho de la elocuencia de Obama, de su habilidad para persuadir, inspirar y emocionar a través de las palabras que utiliza en sus discursos. Pero su apreciación por la magia del lenguaje y su fervor por la lectura no sólo lo han provisto con una inusual habilidad para comunicar su pensamiento a los estadounidenses, contextualizando ideas complejas sobre la raza y la religión, sino que también han formado un sentido de sí mismo y de su lugar en el mundo.
El primer libro de Barack Obama, Sueños de mi padre (que seguramente es la autobiografía más evocativa, lírica y cándida escrita por un futuro presidente), sugiere que durante toda su vida se volcó a los libros como una manera de adquirir conocimientos e información sobre otras personas, y también, como una manera de salirse de la burbuja del ser, y más recientemente, de la burbuja del poder y la fama.
Recuerda que cuando era adolescente leía a los grandes autores afroamericanos como James Baldwin, Ralph Ellison, Langston Huges, Richard Wrigt y W.E.B. Du Bois, en un esfuerzo para reconciliarse con su identidad racial. Después, durante una fase ascética en la universidad, se empapó con las obras de pensadores como Nietzsche y San Agustín en una búsqueda espiritual e intelectual, y en un intento de descubrir en qué creía realmente.
Más recientemente los libros han dado a Obama ideas concretas sobre cómo gobernar. Se ha reportado en varios lugares que el libro Equipo de rivales deDoris Kearns Goodwin sobre la decisión de Abraham Lincoln de incluir opositores en su gabinete, le ayudó a tomar la decisión de nombrar a Hillary Clinton como Secretaria del Estado. En otros casos, libros sobre los primeros 100 días de la presidencia de Franklin Delano Roosevelt, y Guerras de fantasmas de Steve Coll sobre Afganistán y la C.I.A., han servido como material para prepararse para los múltiples desafíos que a los que se enfrentará como Presidente.
La poesía y el sentido trágico de la vida
El amor de Obama por la ficción y la poesía (en su página de Facebook enumera aMoby Dick, las obras de Shakespeare y Gilead de Marilynne Robinson como algunos de sus favoritos, junto con la Biblia y las obras completas de Abraham Lincoln y Emerson), no sólo le ha dado un conocimiento sofisticado del uso del lenguaje. También lo ha inmerso en el sentido trágico de la historia y un conocimiento de las ambigüedades de la condición humana, muy opuestas de la visión del mundo que tiene Bush.
Obama ha dicho que en la universidad escribió "poesía muy mala" y su biógrafo David Mendell ha sugerido que en algún momento fantaseó con la idea de ser novelista. De todas formas Sueños de mi padre demuestra un gran talento para relatar y una combinación excepcional de la empatía e imparcialidad que poseen los grandes novelistas. En esas memorias, Obama logró comunicar excepcionalmente variados puntos de vista distintos a los suyos y también evocar varios de los lugares donde vivió durante su infancia. En el libro, el narrador es a la vez un marginal solitario y un observador omnisciente que nos provee una vista coral de su pasado.
Como Sueños de mi padre, muchas de las novelas que se dice que admira Obama tratan el tema de la identidad: La canción de Salomón de Toni Morrison cuenta la historia de un hombre que intenta averiguar sobre sus raíces familiares; El cuaderno dorado de Doris Lessing relata las dificultades de una mujer en articular el sentido de sí misma; y El hombre invisible de Ralph Ellison trata el problema de la definición del ser en un Estados Unidos hiper-consciente de los temas raciales y la posibilidad de trascendencia en ese ámbito.
Las poesías de Elizabeth Alexander, quien fue elegida por Obama para leer una poesía original en la ceremonia de asunción, tratan sobre la intersección del pasado y del futuro, lo privado y lo político; mientras que la poesía de Derek Walcott (Obama fue fotografiado recientemente leyéndolo) explora qué significa ser "un niño dividido", situado sobre el margen de dos culturas, sin raíces tal vez, pero libre para inventar un nuevo ser.
Esta idea de la creación del propio ser es muy estadounidense –es uno de los temas centrales, por ejemplo, de El gran Gatsby—y parece ejercer una gran fascinación sobre la imaginación de Obama.
Lincoln, el modelo a seguir
En un ensayo del 2005 en la revista Time, Obama escribió sobre los orígenes humildes que él compartía con Abraham Lincoln, agregando que el presidente número 16° lo hacía recordar "un elemento más grande, más fundamental de la vida americana: la creencia persistente de que podemos continuamente recrearnos a nosotros mismos para alcanzar el tamaño de nuestros sueños".
La nueva biografía de Fred Kaplan, Lincoln: la biografía de un escritor pone en claro que Lincoln, como Obama, amó los libros toda su vida y que fue indeleblemente formado por sus lecturas y que ellas forjaron su maestría sobre el lenguaje tanto como su visión filosófica del mundo. Especialmente en su caso, Shakespeare y la Biblia. Como dice Kaplan, "la herramienta y el hacedor de la herramienta inevitablemente se fusionaron en uno. El se convirtió en lo que le hizo el idioma".
El poder incandescente del lenguaje de Lincoln, su resonancia y sus candencias rítmicas, tanto como su habilidad de girar desde el tono magistral al humilde, ha sido un modelo para Obama, quien ha dicho que lee a Lincoln frecuentemente para inspirarse. También los usos que le dio Lincoln al idioma y sus dotes superiores de retórica le han servido a Obama como modelo: para inspirar a los americanos a fin de que completen el trabajo iniciado por sus próceres fundadores e inspirara un país que esta mareado por los males con una nueva visión de esperanza y reconciliación.
Fuente: Revista Ñ
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