lunes, 9 de agosto de 2010

Conclusiones sobre la 15 Feria Internacional de Libro de Lima

Me entero de que el balance de la 15 Feria Internacional del Libro de Lima ha sido ajustadamente positivo. Por un lado, la aún errabunda Feria del Libro alcanzó los seis millones y medio de soles frente a los 6 millones del año pasado. Asimismo, contó con la asistencia de más de 240 mil personas. También entiendo que los libros más vendidos han sido de autores peruanos. El controvertido y mediático escritor Jaime Bayly encabezó la lista de los preferidos del público con más de 750 libros vendidos y convocó a cerca de dos mil personas durante la ceremonia de presentación. El Pezweon se ubicó en el segundo lugar de ventas con cerca de 600 ejemplares, mientras que en tercer lugar estuvo Sacha Barrio con su libro La nutrición inteligente que vendió 530 ejemplares.

Ahora bien, hay que anotar que con relación a libros extranjeros, fueron las novelas de Stephenie Meyer, Eclipse y Amanecer las que vendieron más de 300 ejemplares. Se dice que los vampiros rondaron por los 270 stands que tuvo la feria. Aunque también hubo demanda de libros de literatura infantil. El libro De verdad fue así de varios autores, se ubicó en el primer lugar de las preferencias, seguido de Cuentos para antes de dormir de todo el mundo, de Silvia Dubovoy, y Perúguntones Incas, de Andrea y Claudia Paz. Cada uno de estos títulos logró vender alrededor de 200 ejemplares, según cifras de la Cámara Peruana del Libro.

No obstante, la Feria aún no cuenta con un local destinado específicamente para el evento, hecho que obliga a sus organizadores a tener que buscar durante todo el año un lugar que pueda acogerlos y a gastar algo así como 110 mil dólares cada año en infraestructura temporal, un monto que –de contar con un local apropiado– podría invertirse en una mejor promoción y convocatoria de editoriales más importantes con título más selectos que – de paso – sí se hicieron extrañar.

La mala nota la dieron las autoridades políticas y culturales que no tuvieron la delicadeza de presentarse en la inauguración del evento y, tampoco, a su clausura. Bueno, tampoco es de extrañar tal conducta en quienes han deteriorado la política hasta los límites de la vergüenza.

Entiendo que aún hay mucho que caminar para alcanzar una Feria que satisfaga las expectativas actuales. También comprendo que no todos terminen satisfechos con el tono que se le ha querido dar. Por ejemplo, en lo personal, coincido con la crítica por la falta de títulos literarios y lingüísticos más exquisitos. Supongo que, desde otras áreas académicas, también puede haber otros reclamos respetables. Sin embargo, creo conveniente - en el colofón de esta Feria - destacar el esfuerzo de los organizadores y el entusiasmo de los miles de asistentes a las muchas actividades programadas. De un país acusado de leer poco y de leer mal, estamos pasando lentamente a un país que, en medio del reconfortante crecimiento económico, también comienza a interesarse por un hábito que definitivamente nos ayudará a crecer no solo económicamente sino, mejor aún, humanísticamente.

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